El 15 de abril se celebró el Día Mundial del Arte, que en nuestra sociedad del rendimiento no es valorado en su justa medida. Las ... artes son consideradas meros entretenimientos, actividades lúdicas pero inútiles desde el punto de vista productivista imperante. Y las obras de arte son apreciadas según lo que se pague por ellas, pues se confunde precio y valor; son así reducidas a mercancías de lujo que envanecen a sus afortunados poseedores. O peor aún, son utilizadas como instrumento de propaganda a diestra y siniestra, o de publicidad al servicio de don Dinero.
Sin embargo, como sostiene Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, «el arte tiene la capacidad de unirnos y establecer vínculos entre nosotros incluso en las circunstancias más difíciles. De hecho, el poder del arte para reunir a la gente, inspirar, sanar y compartir se ha hecho cada vez más patente durante los conflictos y crisis recientes, comprendida la pandemia de covid-19».
Un creciente número de investigaciones constatan el poder terapéutico del arte, tanto del que se practica como del que se contempla y disfruta. Escuchar música, leer un libro, ver una película, asistir al teatro, un concierto o una exposición, así como pintar, danzar, tocar un instrumento o escribir poemas son actividades que mejoran nuestro bienestar y nuestra salud física y mental. Las artes estimulan nuestro cerebro, fomentan el pensamiento crítico y reducen el estrés, la ansiedad y la depresión, las tres enfermedades pandémicas de nuestra acelerada época, pero también ayudan al desarrollo infantil y frenan el deterioro cognitivo en los mayores, previniendo enfermedades como el alzhéimer.
Por ello, las artes pueden ser más que rentables para nuestros envejecidos estados de bienestar, porque al mejorar la salud de la población, contribuyen a reducir los costes del sistema sanitario. Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda en un informe implementar intervenciones artísticas con suficiente base científica, como que los pacientes escuchen música antes de una operación, el uso de técnicas artísticas en personas con demencia o desarrollar programas artísticos comunitarios para mejorar la salud mental. También insta a cofinanciar planes de salud con presupuestos de la sanidad y el sector cultural y que las artes sean parte de la formación de los profesionales sanitarios.
En esta línea, Francisco Javier Saavedra Macías, profesor del departamento de psicología experimental de la Universidad de Sevilla, destaca que, según diversos estudios, «aquellos distritos donde hay más participación cultural tienen mejores índices de salud, independientemente del nivel educativo y del estatus socioeconómico».
Asimismo, como resalta Daisy Fancourt, coautora del citado informe de la OMS y profesora asociada en el University College de Londres, «lo que también contribuye a sus efectos salutíferos es que las artes implican imaginación, estética y significado, lo que proporciona una motivación inherente para que las personas participen». En definitiva, la artes crean mentiras que nos transmiten verdades que dan sentido a nuestras vidas, y más en un mundo cada vez más nihilista como el nuestro. Algo que ya advirtió el filósofo nihilista por antonomasia, Nietzsche: «Si para vivir necesitamos sólo de la mentira, entonces la voluntad de poder es arte y nada más que arte. Él es el gran posibilitador de la vida, en tanto se instituye como afirmación de la existencia en medio de una realidad que ha sido desprovista de su valor». En fin, siguiendo a Foucault, hagamos de nuestra vida un obra de arte.
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