¿Un millón para el mejor?
Midiendo las palabras ·
Ana Zafra
Lunes, 17 de abril 2023, 07:57
Andaba yo el otro día elucubrando qué se podría hacer si una, tras años de trabajo honesto, sueldo medio y ahorro moderado, se encontrase ante ... la hipotética, aunque dudosa, circunstancia de poseer un millón de euros. Neymar me brindó la solución: perderlos jugando al póker 'online'. Así, sin salir de casa y en un ratito, como hizo él hace poco mientras lo retransmitía por Twitch. A juzgar por su sonriente reacción debió de ser tan gratificante como cuando a servidora le toca un polo de nata en el palo del que está chupando.
Cierto es que el futbolista cobra –brutos, eso sí– unos cuatro millones de euros al mes, por lo que para él una partidita supone, en comparación, menos que para un mileurista el alquiler de su casa, para un becario los diez euros del transporte o los mil euros de hipoteca para un sanitario medio.
No es que una tenga nada personal contra tan afamada celebridad. Es más, profana en la materia, lo imagino un d
Existe un puñado de profesiones, la mayoría prescindibles y modelo para muchos, que se llevan la palma en cuanto a remuneración
ios del Olimpo deportivo capaz, con su sola presencia, de hechizar al balón para que obre la magia de los goles inmarcesibles. Claro que servidora, mortal, humana, y aun no habiéndose quejado nunca del salario, conseguido con el sudor de su garganta, que recibe en consonancia con los limitados dones que la naturaleza le dio, se pregunta ¿qué ha hecho él para merecerse esto?
O, lo que es igual, ¿qué criterio es el correcto para remunerar a cada cual según su empleo?
Podríamos, por ejemplo, dar relevancia a aquellos que más vidas salvan –médicos, sanitarios–; a los que conllevan un alto valor social –maestros, asistentes sociales–; a los que engrasan nuestra cotidianidad –barrenderos, peluqueros–; a quienes ponen su intelecto al servicio de la humanidad –investigadores, científicos–; a los imprescindibles para la supervivencia –agricultores, ganaderos–; a los que arriesgan –bomberos, albañiles–; a quienes nos relevan con nuestros seres queridos –cuidadores, niñeras– o, incluso, a los que más preparación requieren –jueces, catedráticos o, caso de haberlos, políticos eficientes–.
Sin embargo, existe un puñado de profesiones, prescindibles en su mayoría y modelo para muchos, que se llevan la palma en cuanto a remuneración se refiere. 'Celebrities' vendiendo sus líos de alcoba, 'youtubers' retransmitiendo mundos virtuales –Neymar ya ha recuperado el millón solo por haberlo retrasmitido– o cantantes de dudoso lirismo –«Estoy enamora'o de cuatro babies / Siempre me dan lo que quiero / Chingan cuando yo le' digo / Ninguna me ponen pero»–.
Se podría alegar que, pongamos, cualquier funcionario público está pagado con el dinero de todos mientras que estas deidades modernas están financiadas por el capital privado. Aunque también podríamos preguntarnos por qué los mismos que nos quejamos de pagar impuestos estamos dispuestos a pagar lo que nos pidan por las zapatillas que Neymar promociona. O por qué adquirimos revistas para admirar la inaccesible mansión de cualquier rutilante famoso.
Parecería todo una, casi inmoral, sinrazón, pero, como dijo Rodrigo Rato, «es el mercado, amigo».
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