El feminismo socialista contra los audios que lo prostituyen
El «asco» en las mujeres del PSOE por las grabaciones de Ábalos y Koldo reactiva la exigencia de abolir«el poder» del sexo bajo pago
Es una ola de «rabia» sobre rabia, de «indignación» sobre indignación, de «desolación» sobre desolación. Y de «asco». Sobre todo, de mucho asco. El feminismo ... del PSOE, las mujeres que solo entienden su compromiso político y la militancia en un partido que es como su segunda casa desde la agitación de la bandera de la igualdad, están recorridas, sí, por el escalofrío de la corrupción desnudada por la investigación de la UCO bajo mandato del Tribunal Supremo. Pero en su caso, en el de muchas de ellas, al aturdimiento por los presuntos ilícitos que se van destapando –«Estoy fundida a negro», se duele una representante institucional– se añade la sal a puñados en la herida de las grabaciones en las que José Luis Ábalos, entonces aún secretario de Organización y ministro de Transportes, se repartía mujeres cofianzudamente con Koldo García para practicar sexo bajo pago. Y ello aprovechando los huecos entre mitin y mitin electoral mientras Pedro Sánchez presumía de «Gobierno progresista y feminista».
«Estamos muy, muy, muy enfadadas, muy defraudadas. Es una vergüenza», clama otra cargo ante la práctica de dos de los suyos de «la indignidad más antigua del mundo» con mujeres «prostituidas, migrantes» según se desprende del contenido de los audios y quién sabe si incluso, agrega con los pelos de punta, «víctimas de la trata». «Pero no pienso agachar la cabeza», se revuelve también esta voz, con el ánimo aferrado al «trabajo» histórico del socialismo feminista para mejorar la vida de todas y avanzar hacia la igualdad plena. Y en esa batalla sin pausa, sostiene, «es fundamental abolir la prostitución con garantías e itinerarios profesionales» para aquellas que la ejercen. Una exigencia que se reactiva tras levantarse el telón de las sonrojantes andanzas de Ábalos y su antiguo hombre para todo, bajo los ecos latentes del 'caso Tito Berni', y que divide singularmente al feminismo de izquierdas. Como lo hizo, en otros parámetros, la 'ley trans'.
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha venido a traducir ese 'no agachar la cabeza' en el anuncio de que el Ejecutivo llevará a la vuelta del verano al Congreso, por tercera vez y con Ábalos conservando su escaño en el Grupo Mixto, la iniciativa legislativa para prohibir las relaciones sexuales a cambio de dinero. «Es el momento de reaccionar», ha justificado Redondo este nuevo intento, a sabiendas de que no ha concitado hasta ahora ni siquiera –o sobre todo– la aquiescencia de los socios de investidura de Sánchez. El congreso federal del PSOE celebrado hace poco más de medio año en Sevilla, en el que Sánchez ratificó a los mandos orgánicos del partido a Santos Cerdán –señalado ahora, tras el demoledor informe de la UCO, por la previamente defenestrada Adriana Lastra–, consagró que el partido expulsará a quienes incurran en delitos relacionados con «la corrupción, la violencia contra las mujeres o contra la libertad sexual». Eso sí, siempre que medie condena del putero.
Ya resultó significativo entonces que el debate sobre el presente y el futuro del feminismo fuera el más aguerrido del cónclave socialista que llamó a finiquitar «la mercantilización del cuerpo de las mujeres», con Carmen Calvo liderando el sector que, además, logró borrar de la ponencia política todo rastro de la llamada ideología 'queer'. La exvicepresidenta primera del Gobierno a la que algunas fuentes atribuyen haber informado a Sánchez de cómo se comportaba Ábalos con el sexo femenino, antes de que el jefe del Ejecutivo prescindiera del entonces titular de Transportes y de ella misma en la remodelación de julio de 2021. «Claro que ha fallado el 'in vigilando'», infiere Elena Valenciano, ex vicesecretaria general del PSOE comandado por Alfredo Pérez Rubalcaba, ex eurodiputada y hoy consejera de Estado. «Es que, si no lo decimos, puede volver a repetirse», concluye, persuadida de que la letal incoherencia entre la igualdad incorporada al ideario del partido por la que tanto han peleado sus mujeres y la «total falta de ejemplaridad» de Ábalos como cargo público lo golpea en la «línea de flotación» de su propia «identidad». Entre su militancia y también fuera de ella.
Un «negocio floreciente»
Así lo acredita la escritora y editora Laura Freixas, hondamente «decepcionada» con un PSOE al que ha votado sin estar afiliada. A Freixas no le sorprende la crudeza de los audios descubiertos por la UCO porque «la prostitución existe y es un negocio floreciente»; un mercado carnívoro en el que, abrumadoramente, «los consumidores son los hombres y las víctimas, las mujeres», apostilla Valenciano. Según un estudio del pasado septiembre del Ministerio de Igualdad, 114.576 mujeres ejercen la prostitución en España y 92.496 podrían estar en riesgo de sufrir explotación sexual o de trata con ese fin. Aunque mucho de lo que la rodea sigue envuelto en la invisibilidad, distintos estudios cifran en un tercio los españoles que admiten haber pagado alguna vez por tener sexo.
«La prostitución es el único oficio que solo puede nutrirse de la trata, porque no hay mujeres suficientes para soportar tanto calvario», ilustra Freixas, quien cree a Ábalos representativo de «una actitud muy generalizada» en los hombres de la izquierda por la que no pocos se describen como «defensores del feminismo» cuando, de puertas hacia dentro, despliegan «lo peor del machismo».
La autora de 'A mí no me iba a pasar', su autobiografía bajo la luz del compromiso feminista, se muestra muy crítica con «el postureo del 'wokismo'» que «derriba estatuas y lanza proclamas» pero sin pretender, a su juicio, «cambiar las condiciones materiales» que cimentan la desigualdad. Por eso se revuelve contra quienes, en especial a la izquierda del PSOE, incurren en «contradicciones tan absurdas» como la de reivindicar que la prostitución se asuma como un trabajo «regulado con respeto». «Si estas mujeres tuvieran derechos y pudieran ejercerlos, no se prostuirían», zanja. Valenciano, que cree que solo una suerte de pacto de Estado, hoy inviable, entre su partido y el PP conduciría a la abolición de la prostitución, apela a hacer «pedagogía política» más allá de las leyes ante el afianzamiento de antiguas y nuevas «masculinidades tóxicas». Y ella y Freixas coinciden en que lo que en verdad esconde el pago por sexo no pasa por satisfacer una necesidad íntima, sino dar gusto a lo que no es otra cosa que un claro «abuso de poder» machista.
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