Borrar
Directo Directo | La Veracruz de Badajoz también suspende su salida en procesión
Messi celebra un gol contra Bosnia.
Messi abrocha el triunfo de Argentina
Primera Fase

Messi abrocha el triunfo de Argentina

El gran gol del rosarino que tumbó a los bosnios no debe de esconder que sigue a un nivel discreto

Ignacio Tylko

Domingo, 15 de junio 2014, 00:52

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Una marea albiceleste invadió los aledaños de Maracaná ya desde primera hora de la mañana. Éxtasis en los argentinos por el arranque del Mundial de sus sueños en el país enemigo, de ese certamen en el que lo fían todo a Messi. Pero en este vulgar estreno ante los bosnios, el físico también le dio la espalda al astro rosarino, distante de su mejor versión pese al gran gol que firmó mediada la segunda mitad con un tiro ajustado al palo desde fuera del área.

Poco a poco confía en ir encontrando su lugar soñado. Messi celebró con rabia su segundo gol en un Mundial porque sabe que sigue sin estar fino, que su músculo no acompaña las órdenes del cerebro, ni del espíritu. El problema de Leo no tiene pinta de estar relacionado con la actitud, con la indolencia que le achacaban en el Barça. Seguramente tenga más que ver con el agotamiento físico y mental.

Quizá sea una víctima del sistema del Tata Martino, de la nula exigencia física a lo largo de todo el año, pero ante un debutante de medio pelo Messi no ofreció grandes síntomas. Más allá del gol, que no es cuestión baladí, regaló sólo algunos gambeteos y no se asoció con el Kun Agüero como desea todo su país. Tampoco el delantero del City exhibió su enorme calidad.

Gran responsabilidad de los males hay que atribuírselos a un centro del campo en el que Maxi Rodríguez parece estar ya de vuelta y Mascherano se limita a no arriesgar balones y a no perder la posición después de una campaña en la que, además, ha ejercido en el Barça de central. Di María sí es más profundo, vertical, rápido y desbordante, pero jugó contenido. Pocos centrocampistas de nivel en una selección que pretende ser campeona y sale de inicio con zaga de cinco ante Bosnia. Se lo tiene que hacer mirar Alejandro Sabella, que al menos mostró cintura táctica y corrigió en el descanso al introducir a Gago y a Higuaín y volver a un dibujo más clásico.

Vení, vení, que de la mano de Messi la vuelta vamos a dar, cantaban los hinchas, que rivalizaban en Maracaná con los anfitriones al grito de brasileiros somos locales y Maradona es más grande que Pelé. Si en las gradas los argentinos componen un mosaico bellísimo, sobre el césped su selección aún deja que desear. Faltaba de inicio un renqueante Higuaín, pero Sabella tampoco es muy osado. A Lavezzi, por ejemplo, sólo le considera sólo un recurso.

Esta Argentina tiene un camino bastante despejado hasta semifinales, pero mucha prudencia. Le falta fluidez en el centro del campo y carece de contundencia atrás a pesar de acumulaba cinco partidos sin encajar gol, desde octubre del año pasado ante Uruguay en la fase de clasificación. Tanto el guardameta como los zagueros generan incertidumbre en sus compañeros y en los hinchas.

El desempeño de los sudamericanos fue discreto a pesar de que el partido se le puso de cara enseguida, más fruto de la suerte que del acierto. Messi lanzó una falta lateral y Kolasinac desvió a propia puerta. El lateral zurdo del Schalke lleva un año negro, ya que fue quien le produjo la grave lesión de rodilla al madridista Jesé Rodríguez en un choque de Champions ya resuelto.

Con ese ánimo de la concurrencia y el resultado encarrilado, Argentina tenía la obligación de ofrecer mucho más. Pero practicó un juego anodino. Se limitó a conseguir que apenas ocurrieran cosas y discurrieran los minutos sin sustos ni desgaste. Los bosnios tampoco salieron de su cueva y mantuvieron su timorato plan. Control, pausa y búsqueda desesperada del factor estrategia. Más altos y vigorosos, los balcánicos soñaban con imponerse en los balones aéreos. Le tuvieron demasiado respeto al escudo rival. Y al estreno en un Mundial. Y a bautizarse en Maracaná.

Salvo ese gol accidental, una rabona de Di María y un disparo lejano de Mascherano que desvió Begovic, portero del Stoke City, nada que celebrar en un primer tiempo tedioso.

Al César lo que es del César y a Sabella lo que es de Sabella. Acertó el realizar un doble cambio ya en el descanso. Con el Pipa más referente arriba, Messi estaba más libre y podía aparecer desde más atrás para abrochar el triunfo. Ibisevic sólo regaló emoción a los minutos finales. Argentina gana pero sin convencer a un país en el que se habla más de fútbol que de sexo y política. Cuarenta millones discuten de sistemas, jugadores y pizarras.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios