Ivan Ureta
Las crecientes tensiones bélicas en diferentes puntos del mundo nos acercan a un conflicto global «que será híbrido, no tradicional»
En 1985, dos superpotencias enemigas tenían al mundo en vilo. Estados Unidos y la Unión Soviética eran rivales irreconciliables y parecían estar siempre al borde ... de un conflicto armado que podía tener consecuencias devastadoras. Sin embargo, en noviembre de aquel año, los presidentes de ambos países, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov se reunieron en Ginebra y la diplomacia triunfó: ambos mandatarios decidieron poner fin a la Guerra Fría e iniciar el proceso de desarme.
Ese fue también el pistoletazo de salida para la creación, una década después, del Centro de Ginebra para la Política de Seguridad (GCSP). Fundado por el gobierno suizo como contribución al partenariado por la paz de la OTAN, tiene como objetivo formar a líderes, facilitar el diálogo e inspirar nuevas ideas que conduzcan al fortalecimiento de mecanismos diplomáticos para lograr la paz. Sin duda, algo más necesario que nunca en la turbulenta coyuntura actual, de nuevo con un incipiente choque entre Occidente y Rusia y con una reunión entre Vladímir Putin, Volodímir Zelenski y Donald Trump sobre la mesa. Suiza ya se ha postulado para acoger el encuentro.
Ivan Ureta (Bilbao, 1976) es el nuevo director de Formación Ejecutiva de la institución. A sus clases acuden futuros líderes de multitud de países, ya que el GCSP trabaja con 170 y tiene sucursales en 30 estados. Lógicamente, Ureta sigue de cerca los acontecimientos que están sacudiendo el mundo, desde Ucrania, hasta Gaza, pasando por Sudán o Myanmar.
- ¿Qué análisis hace de la reunión que Donald Trump mantuvo en Alaska con Vladímir Putin?
- En primer lugar, creo que la espectacular puesta en escena, con alfombra roja, cazas a ambos lados y paseo en la limusina de Trump, legitima a un invasor al que la comunidad internacional lleva más de tres años dando la espalda. Que lo haga Estados Unidos, que ha exportado el sistema democrático, es muy preocupante. Como lo es que se intente negociar dejando de lado a una parte integral del conflicto, que es el país invadido. A Ucrania se le está exigiendo que se acepten las condiciones de juego de Putin, prácticamente una rendición. Y también a los países europeos que la apoyan. Putin y Trump están tratando de imponer una nueva lógica en las relaciones internacionales, debilitando instituciones multilaterales como Naciones Unidas.
- No da la sensación de que la diplomacia esté teniendo mucho éxito.
- No. Hay quien sostiene que la historia se repite. Yo creo que la historia es producto de la acción humana, y lo que sucede es que no hemos evolucionado en nuestro comportamiento y nos sigue conduciendo a guerras y conflictos. Ahora se habla mucho de la transición de un mundo bipolar a un mundo multipolar, pero en realidad vivimos en un mundo completamente fragmentado que ya no comparte la visión común del orden global creado después de la Segunda Guerra Mundial. Y esto nos devuelve al punto de partida.
- Parece una situación peligrosa.
- Lo es, y mucho. Cada vez estamos más cerca de la III Guerra Mundial. Quizá no sea una guerra convencional como han sido la primera o la segunda, sino un conflicto mundial que puede arrancar como una guerra híbrida, con ciberataques, sabotajes, propaganda, conflictos regionales intensos que se pueden prolongar en el tiempo y que sirven de proxis para las grandes potencias… En esa coyuntura, es mucho más fácil que se produzca una escalada accidental de algún evento particular que se considera desproporcionado. Por ejemplo, puede caer un misil en territorio de la OTAN y la Alianza puede activar el artículo 5.
- Usted trabaja para la paz. ¿Ha perdido la esperanza?
- No, la esperanza no. Trabajamos en cambiar el modo en el que hacemos diplomacia, para diseñar un multilateralismo 2.0 repensando las herramientas de las que disponemos. Por ejemplo, es evidente que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es muy pequeño, que no ha integrado las voces de países emergentes que ahora tienen mucho más peso que cuando se fundó y que resulta inoperante por la capacidad de veto. Además, organizaciones como la Organización Mundial del Comercio son poco operativas porque los recortes las han dejado con pocos recursos.
- ¿Qué ha cambiado en este escenario con el regreso de Trump?
- Creo que es el elemento fundamental para explicar por qué nuestros gobiernos están completamente desorientados. Tienen las manos atadas, porque no saben cómo lidiar con con este señor, que es un foco de incertidumbre constante y parece que se entiende mejor con autócratas que con demócratas. Ya no sabemos con quién está alineado Washington, porque un día dice rojo y otro azul. Ha lanzado una guerra comercial contra todo el mundo, incluidos sus aliados tradicionales, y eso impide algo muy relevante: poner en marcha proyectos comunes.
- Por otro lado, la situación en Oriente Medio se recrudece.
- Sí, y en esa zona creo que es muy interesante lo sucedido en Siria. Creo que es el lugar en el que ha reverdecido el concepto de Guerra Fría. Porque permitió a Rusia demostrar que se había fortalecido y lanzar un 'tour de force' con otros países para decir 'bueno, pues ahora estamos nosotros aquí y no lo vamos a soltar'. Junto con Ucrania, es una forma de ir reconstruyendo el imperio que fue, y que resultó humillado tras la caída del muro de Berlín.
- ¿Y la guerra de Gaza?
- Ese es un conflicto que tiene unas unas raíces estructurales muy profundas y que ha entrado en una fase inédita. El nivel de la destrucción que está provocando el ejército de Israel es una absoluta locura, por no mencionar las soluciones que se le ocurren a Netanyahu, como enviar a los palestinos a Sudán del Sur. Creo que se debería partir del reconocimiento del derecho de ambos pueblos a la seguridad, y eso supone el reconocimiento del Estado Palestino, que proporcionaría legitimidad a sus interlocutores. Pero también el del Estado de Israel. El giro que están dando ahora muchos países en esa dirección puede servir para presionar a Netanyahu.
- ¿Realmente se puede presionar a Israel?
- Es una duda razonable. Si no responde a las presiones es, fundamentalmente, porque cuenta con un fuerte apoyo de Estados Unidos y tiene una relación muy estrecha con sus lobbies. Si la comunidad internacional no quiere perder más legitimidad y desea evitar que esto suponga una destrucción del multilateralismo y un fracaso total de la diplomacia, tiene que actuar con más decisión.
- Se impone la ley de la jungla.
- Sí, impera el más fuerte. Por eso, siempre he pensado que la diplomacia tiene que ser entendida como un esfuerzo preventivo, no reactivo. Tiene que garantizar la seguridad y la estabilidad sin ingenuidad, con pragmatismo, pero en el largo plazo. Lo que está pasando ahora es que quien más fuerte grita, más logra. Y eso lleva a una diplomacia cortoplacista que no funciona, en la que cada estado busca sobrevivir como pueda en medio del caos.
- China trabaja a largo plazo.
- Sí. China es un país muy pragmático que despliega una diplomacia económica con la que espera recoger frutos muy importantes en el futuro. Lo que hace en África desde hace décadas es buen ejemplo de ello, y su modelo puede ser más atractivo para el Sur Global que el de las democracias liberales. Ahora, Donald Trump trata de hacer algo similar, utilizando sus recursos de influencia económica y comercial para forzar la agenda política.
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