Zanahoria con torta del Casar
Gastroaberraciones ·
Hay helados de bacon caramelizado, pizzas de Kit Kat y MacChoco PotatoA mediados de junio, estuve en Galicia. Tomando un café con unos colegas, comentamos las costumbres gastronómicas de cada región y salió a colación la ... torta del Casar. Las exclamaciones sobre lo rica que está fueron unánimes y mis amigos reconocían que lidera la clasificación de los mejores quesos de España, pero uno de ellos me dejó de piedra cuando confesó que en su casa se comían la torta como si fuera guacamole: cortaban zanahorias en palitos, los metían en la crema de la torta, los removían para que se untaran bien y se los comían felices, disfrutando del manjar y sin valorar si estaban cometiendo una aberración.
Yo me puse nervioso y empecé a despotricar sobre la bárbara costumbre de mi amigo. ¿Dónde se ha visto que se coma la torta del Casar con palitos de zanahoria? Luego me calmé y entendí que cada uno come lo que quiere y como quiere. Al fin y al cabo, en Galicia no hay una tradición ni un protocolo establecido sobre la manera de comer la torta. Más grave es la aberración, esta ya extremeña, sobre todo en los restaurantes al norte del Tajo, de meter la torta en el microondas, rociarla de pimentón y a disfrutar.
Cuando mis amigos gallegos me vieron tan irritado por un queso, replicaron con retranca: «No te pongas estupendo porque lo vuestro con el marisco… Sois capaces de mezclar el coral de una centolla con cebolla, pimiento, tomate, brandy, sal y pimienta, lo llamáis changurro y desgraciáis la centolla. Eso es una ensalada, no marisco». Y callé porque tienen razón. En Galicia pueden cometer pecado gastronómico con la torta, pero nosotros no somos capaces de comer marisco sin aderezos, como atestigua la tarjeta de mi menú de boda, que ha aparecido tras una limpieza y anuncia como plato estrella langostinos parisien dos salsas, que, naturalmente, sabían mucho a vinagreta y mayonesa, pero poco a langostinos.
El mundo de la gastronomía es un universo de paradojas, debates, dislates y hallazgos. Hay costumbres que pueden parecer excéntricas, pero están sólidamente ancladas en la tradición y provocan placer en el paladar. Por ejemplo, las sopas de tomate con higos o con uvas, que asustan a quien no las ha probado, pero en Extremadura sabemos que es un bocado excelso como demuestra la empanadilla de taro, manteca y comino de Atrio, conteniendo la sopa de tomate de Justina Polo Tovar, la madre de Toño, una creación sin parangón que ha triunfado hasta en Nueva York. La última vez que la tomé, llevaba uvas y seduce al más escéptico. He ahí un plato que suena a heterodoxia, pero es pura costumbre secular extremeña.
Algo parecido ha sucedido con el hábito moderno de añadir sal al chocolate. Pareció estrafalario al principio, pero ha acabado asentándose y gustando. El mundo del chocolate y la crema de avellanas y cacao es muy dado a los experimentos. Ahí están los espantosos bocadillos de Nocilla con chorizo, los McChoco Potato de McDonald's, las pizzas con chocolate o aquellos churros rellenos de jamón ibérico con chocolate a la taza que sorprendieron durante un tiempo en una popular churrería cacereña.
En el mundo de las pizzas, hay un ingrediente que los gourmets utilizan para medir la seriedad de un foodie. Si le gusta la pizza con piña, lo anatematizan, si no les gusta, le dan una oportunidad. También hay pizzas de Kit Kat, pero, en fin, esta es una página seria donde no tienen cabida esa y otras extravagancias grotescas como el pepino con miel o el pintoresquismo en forma de helado de fabada (Asturias), de bacon caramelizado (Barcelona), de carne de caballo (Tokio)… Solo falta el de torta con zanahoria.
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