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A.T.
Domingo, 17 de junio 2018, 09:12
«Todo lo que me ha pasado en la vida, muchas cosas por ser ciega, ha sido maravilloso». Esa frase, dicha por Ana Peláez Narváez cuando en marzo del año pasado fue entrevistada en HOY, es una declaración de principios: encierra el espíritu indomable de la que seguramente es la extremeña de mayor rango internacional. La vida de Ana Peláez ha sido 'maravillosa', como dice. Pero lo ha sido únicamente porque ella no le ha dado ninguna oportunidad para que no lo sea. Para el resto de los mortales tal vez hubiera sido una vida llena de barreras que superar. Nació con un resto visual que pronto perdió y a los 5 años tuvo que dejar a su familia para irse a un colegio de la ONCE en Sevilla. Volvió a Zafra con 14 años y se empeñó en estudiar en el IES Suárez de Figueroa. Fue la primera ciega en hacerlo. Y lo hizo con todos los demás alumnos y como todos. Sin distingos. Aun en Bachillerato se fue a Bruselas a perfeccionar el francés. Allí la rechazó por ser ciega su familia de acogida. Pero perseveró y encontró otra, que ahora es ya su familia, sin adjetivos. Hizo Psicología y Ciencias de la Educación a la vez y se presentó a unas oposiciones libres de ámbito nacional y sacó el número 1. Con 29 años la eligieron vicepresidenta del Consejo Territorial de la ONCE de Castilla León. Fue una experiencia que la marcó para siempre porque visitó a cada uno de los 3.011 afiliados a la ONCE en esa comunidad y vivió sus vidas. De ahí nació su compromiso de defender a las mujeres con discapacidad, que le llevó a los foros internacionales, entre ellos al mayor de todos: a la ONU. Una vida maravillosa.
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