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Viaje al país del bacalao
Récord mundial. Cada portugués consume 20 kilos de bacalao al año y mucho lleva sal de Samouco
El año pasado, cada portugués comió 54,5 kilos de pescado. Solo son superados por los japoneses y los islandeses. Pero en lo que los ... portugueses son líderes imbatibles es en consumo de bacalao: casi 20 kilos al año por persona. Tras ellos, la República Dominicana y Brasil. El bacalao llegó a Portugal desde el Mar del Norte gracias a intercambios que hacían los portugueses con los ingleses: los británicos lo pescaban y se lo entregaban a los lusos a cambio de sal. Puro trueque. Pero los portugueses descubrieron grandes bancos de bacalao en las costas canadienses de Terranova, gracias a sus viajes transoceánicos a partir del siglo XVI, y comenzaron a explotar esos caladeros, conservando el pescado en sal hasta volver a puerto. Una vez en tierra, el bacalao se secaba y cortaba en fábricas bacaladeras.
Hoy, solo el 5% de esos 20 kilos anuales por persona, o sea, un kilo, es pescado por navíos portugueses, el resto se importa desde Noruega (bacalao skrei de alta calidad), Islandia y Rusia. Hace cien años, doscientos, trescientos… los barcos bacaladeros partían del puerto de Lisboa camino de Terranova, en busca del bacalao y cargados de sal. Esa sal llegaba desde las salinas de Samouco, situadas enfrente de Lisboa, a la altura del actual puente Vasco de Gama, y se transportaban desde las salinas hasta los puertos de la ensenada del Tajo en unos veleros alargados y tradicionales con una buena bodega para almacenar la sal marina.
Mário es patrón del único barco de la sal que funciona en la desembocadura del Tajo. Se llama Bote Leão y es una réplica de un barco salero semejante del siglo XVIII, aunque el actual fue botado en 2016. Es un bonito barco turístico municipal con velas y motor y con bancos corridos para los pasajeros, que realiza rutas turísticas por el estuario del Tajo: desde el muelle de Alcochete hasta la reserva natural de las marismas y las salinas o hasta el puente Vasco de Gama. El paseo dura 90 minutos y cuesta 2.50 euros por persona.
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El viaje es tranquilo, roto tan solo por el ronroneo del motor. Se avistan aves singulares y se navega entre mariscadores más o menos furtivos, que recogen almejas para venderlas a intermediarios españoles porque las pagan mejor. El bote Leão, cuyos billetes se compran en la oficina de Turismo de Alcochete, situada al comienzo del muelle, permite disfrutar de una vista de conjunto de las playas de este enclave marítimo y fluvial situado frente a Lisboa. También recorre la parte de la costa que alberga las salinas de Samouco.
En estas salinas (Reserva Natural del Estuario del Tajo desde el año 2000), se recogía la sal para conservar el bacalao y junto a ellas estuvieron los tres secaderos de bacalao más importantes de Portugal. Hoy están ubicados en otros lugares del municipio de Alcochete. Son 350 hectáreas de salinas y hay 56 espacios o cuadrículas donde se da el proceso salinoso y se produce y recoge una sal de primera categoría.
Los primeros datos de la sal del Tajo son del siglo III. Estas salinas llegaron a ser las primeras exportadoras de sal de Portugal, alcanzando su más alto nivel de producción entre 1932 y 1936. En ellas se sigue recogiendo el producto dando empleo a cinco personas. Además, está la faceta turística. A la entrada de la Reserva, unas instalaciones reciben al visitante, que puede comprar un kilo de sal, fina o gorda, recién recogida a un euro. Las visitas a las salinas cuestan 4 euros sin guía (3 los jóvenes y 2,50 los jubilados) y 5 euros con guías como Luis Avelar, que detalla en castellano la historia y el presente de esta orilla del Tajo, fundamental en la historia del bacalao portugués.
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