La venta de libros usados agrava la crisis de los pequeños comercios
Ejemplares que cuestan cincuenta euros se pueden encontrar por diez en aplicaciones de móvil dedicadas a los productos de segunda mano
De gastar entre 40 y 50 euros por libro de texto a comprar por entre 10 y 15 euros cada uno. Así está este sector ... si alguien explora este mercado de segunda mano, lo cual es cada vez más habitual en Extremadura. Dice Gema, madre de dos niños que estudian sexto de primaria y cuarto de la ESO en Badajoz, que antes estaba mal visto estudiar con libros de otra persona. Pero desde el año pasado que puso a la venta los que a ella ya le sobraban y adquirió otros ya usados para sus hijos, ahora le parece la mejor fórmula. «He pasado de gastarme más de 800 euros cada vez que llegaba septiembre a pagar los libros de mis dos hijos con el dinero que he sacado de los libros que ya no necesitan. Este curso me ha salido a cero euros en cuanto a libros, no sé por qué no lo he hecho antes», relataba esta semana a este diario.
Plataformas de compraventa de artículos segunda mano, como Vinted o Wallapop, han irrumpido en nuestros móviles. Por la pantalla desfila un amplísimo catálogo para comprar o vender desde abrigos o esquíes a batidoras o bicicletas que buscan una segunda oportunidad, por citar algunos artículos. En plena crisis inflacionista, la categoría de 'libros de texto' es la que echa humo en esta primera semana de septiembre.
«Si está subrayado o está muy dañado cuestan entre 10 y 12 euros los de cuarto de la ESO y otros que se usan menos a 8 euros si están muy subrayados o con las esquinas dobladas. Los de mi hijo de sexto de primaria los he vendido todos entre 10 y 15 euros y para mi hijo mayor, que odia que estén subrayados los he comprado a 20 euros casi nuevos en vez de a 50 euros. A principios de julio vendí yo los míos en un par de días. Pero para comprar espero hasta que salga el que a mí me conviene, nuevo y sin anotaciones, y siempre aparece», explica esta madre.
En general, la reutilización de los manuales escolares, ya sea por bancos de libros usados que promueven los propios centros escolares, ya sea por padres y madres que contactan entre sí en grupos de 'whatsapp' de un curso para otro, o bien por las aplicaciones citadas como las que usa Gema, va a más y está teniendo unas consecuencias desastrosas para la caja de las librerías de toda la vida, que además se enfrentan a la baja natalidad que cada año retira a miles de alumnos de las aulas, tal y como reconoce José Luis Marín, de librería Colón, una de las clásicas que resiste en Badajoz y donde los libros de texto son casi una quinta parte de su facturación anual.
«los puse a la venta y volaron»
Pero Ivonne, compañera de trabajo de Gema, también ha empezado a apostar por que sus hijos aprovechen los libros de otros y otros los de sus hijos. «Yo los puse a la venta por primera vez el año pasado y volaron. Los ponía a 20 euros pero en cuanto me pedían una rebaja llegué a vender algunos por 10».
El coste del envío lo paga la persona que compra. Quien vende gasta un euro o menos en el sobre y su tiempo en ir a una oficina de Correos o lugar que indique la aplicación. Por eso, otra opción también muy extendida que evita usar aplicaciones de móviles y tener que ir a enviar o recoger paquetes es contactar con otras madres o padres. «Yo me he quedado fuera de esa fórmula porque normalmente son madres que se conocen de un año para otro y cada curso hacen la compraventa con la misma persona», añade Gema.
Susana, otra madre cuya hija empieza cuarto de la ESO le ha comprado a otra madre los libros de su hija por 110 euros. Por los libros usados de tercero ha obtenido 60 euros vendiéndolos a diez euros cada uno para quitárselos pronto de encima. Es el segundo curso que lo hace porque, pese a que le cuesta llegar a final de mes, su renta no entra en los parámetros que contemplan las becas. Otros años, dice, se ha gastado más de 400 euros y se pregunta cómo se organizan familias con dos y tres hijos. «Echo de menos los bancos de libros, debería de ser obligatorio por ley», pide. Y es que en su caso, cuando su hija estaba en Primaria en el colegio Enrique Segura Covarsí, también de Badajoz, el arranque de curso era un esfuerzo económico menor porque existía un banco de libros.
Bancos de libros en colegios
El colegio público Juan Vázquez de la capital pacense es otro de esos colegios que tiene banco de libros para prestarlos a los niños, siempre a partir de tercero de Primaria porque en primero y segundo predominan los libros en los que hay que escribir y solo los puede usar una persona.
En un cartel que hay a la entrada explica que «todos los alumnos de 3º, 4º, 5º y 6º de Primaria no tendrán que comprar libros de texto (cuadernillos sí), puesto que los proporcionará el centro en calidad de préstamo, ya que contamos con banco de libros. Los entregarán los tutores los primeros días de curso».
El C.P. Juan Vázquez tiene 430 alumnos entre Infantil (150) y Primaria y Carmen Garrido, que lleva treinta años en la docencia, es su directora. Según cuenta, la gestión de los libros de texto ha ido cambiando y ahora mismo la tendencia es que a los padres cada vez les cueste menos porque entiende que arrancar el curso es un gran esfuerzo económico para las familias .
«Cuando yo llegué en 2003 a este centro estaban las becas y se les daba el dinero directamente a la familia, pero no cubría todos los gastos, así que empezamos con los bancos de libros, que es el objetivo de la Consejería (de Educación), especialmente para los niños becados que usan libros ya usados aunque en buen estado. Es verdad que las editoriales cambian los textos cada seis años o así, o cuando cambia ley, pero si la administradora del centro a lo largo de los cursos va acumulando libros se puede conseguir un buen fondo. Ahora mismo tenemos ya de todas las asignaturas, incluso habiendo dado de baja los que están en mal estado», explica Garrido.
Según esta directora, es importante para que exista un buen banco de libros la colaboración de profesorado y también de la familia «porque les inculcan que sean responsables –dice– y los cuiden bien para que otro alumno los use y así de paso potenciamos el cuidado de las cosas comunes. Las familias saben que si lo destrozan han de abonarlo, aunque esto pasa muy poco. Por nuestra parte, los profesores pedimos los libros básicos, no muchos cuadernillos como en otros centros, porque sabemos que cuestan dinero. Tampoco tenemos libro de Plástica y hay asignaturas en las que los profesores elaboran sus propios materiales porque con las pizarras digitales no hace falta tanto material complementario».
Licencias de Internet al día
En este escenario, las editoriales han tratado de no quedarse atrás y con la aparición de ordenadores y 'tablets' en las aulas han jugado sus cartas. Algunos libros de texto incluyen material complementario en portales de Internet a los que se accede con unos códigos que trae cada libro de texto y que caducan al cabo de un año. Esto impide reutilizar el libro al cien por cien al año siguiente.
Esto ocurrió, por ejemplo, en el colegio pacense Lope de Vega, donde algunos profesores exigían que esa licencia estuviera al día. Varios padres se plantaron ante la docente y le explicaron que esto impedía reutilizarlos y les obligaba a hacer un gasto extra todos los cursos. Además, también ponía en apuros el sistema de becas, que suele aprovechar libros usados de años anteriores. Al final la profesora rectificó y entendió la queja de los padres.
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