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Urgente Corte total en la A-66 cerca de Casas de Millán por un accidente entre dos camiones
Carmen García ha recorrido millones de kilómetros transportando viajeros. Arnelas

Taxista rural y 'psicóloga' de sus paisanos

Premio de ATA a la autónoma del año ·

Carmen García Mena tiene una ferretería en Campillo de Llerena, donde es taxista, madre, cuidadora y ama de casa

Domingo, 15 de junio 2025, 08:46

Ya apenas quedan profesiones que se puedan catalogar de masculinizadas. Incluso cuando Carmen empezó como taxista tampoco era ella la única mujer al volante, dice antes de citar a la Chari, una compañera suya de Granja de Torrehermosa. Pero la historia de Carmen García Mena, sin ser común, es el reflejo de miles de mujeres. Ella es de Campillo de Llerena, tiene 56 años y en su peripecia profesional, además de llevar viajeros tras sacarse el carné de conducir a los 18 años, figura la gestión de una empresa de transporte que reparte el material de construcción de la empresa familiar y también una ferretería en su pueblo. Para seguir quitándose importancia, Carmen también señala que hay más mujeres ferreteras.

El miércoles pasado recibió la distinción de 'Mujer Autónoma del año' en unos premios regionales que este año ha empezado a conceder la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA). Quienes la conocen han valorado su empuje y han visto en ella a todas esas mujeres que ni se dan importancia ni idealizan lo vivido. «Dejé los estudios a los 17 años y mi padre me dijo que me pusiera a trabajar. Claro que me arrepiento a estas alturas», reconoce a HOY.

«¿Mi hija, ni loca?»

Su padre fue taxista, también su abuelo, y cuando le preguntas por la única hija que tiene contesta «¡ni loca!». Isabel, con 21 años, estudia cuarto de Medicina y enfila la vida de una manera muy distinta a la de su madre, que tuvo que sacarse el carné en 1987 en cuanto se cumplió la mayoría de edad por pura necesidad.

«El coche más antiguo que le recuerdo a mi padre fue un Seat 131, pero hubo otros antes. Yo empecé a gestionarle las facturas a él y a mi tío cuando tenían a medias una empresa de material de construcción y, cuando ya se separó de su hermano al cabo de un tiempo, montó una ferretería hace unos 25 años», relata Carmen, que tiene dos hermanos mayores y una hermana más pequeña. Ellos reparten material de construcción de su empresa con su propio camión, y aunque también ayuda en las descargas y ella tiene carné hasta de autobús, prefiere el taxi cuando no está en la ferretería, donde da consejos de bricolaje si se tercia.

«Cuando mi padre empezó a llevar viajeros era fundamentalmente al médico. Las rutas más comunes eran a Zafra, Azuaga y cuando abrió el hospital a Llerena. Yo empecé con un Opel Kadett y la verdad es que nunca he sufrido machismo en el sector ni por parte de taxistas ni de los clientes, si acaso cierta condescendencia, pero siempre me han tratado bien. Hoy veo más discriminación por la edad que por ser mujer», relata esta extremeña que fue reconocida el miércoles pasado en Badajoz.

Recibiendo el premio a 'Autónoma del año' de ATA de manos de Raquel del Puerto, presidenta de la Diputación de Badajoz. Arnelas

Cuenta que la clientela tampoco ha variado mucho y que sigue predominando la gente mayor que necesita ir a una consulta, así como muchas mujeres que aunque tienen carné prefieren no conducir lejos de su casa. «Al final estás en un pueblo de 1.300 habitantes, la población envejece y son gente que no quiere ir en una ambulancia y prefiere ir en taxi», describe esta extremeña.

Su otra vertiente como profesional del volante es recoger a gente que se queda tirada en la carretera. A esos clientes no los conoce. Pero a los de su pueblo a casi todos. «A los más mayores los terminas acompañando todo el rato y entras con ellos al médico. Hasta los ayudas a desvestirse si tienen confianza contigo porque solos no pueden. Con algunos creas un vínculo de amistad porque son muchos años. De alguna manera ser taxista también es hacer de psicóloga porque sabes lo que le pasa a la gente o porque te lo terminan contando».

«Tenemos muchos impuestos»

A una profesión con tanta implicación personal, Carmen le pone cifras. «Salvo el primer coche, un Xantia que vendí, los tres siguientes los conservo todos, dos Volkswagen y un Hyundai. A uno le hice 800.000 kilómetros, y tengo cuatro coches que todavía funcionan con 600.000, así que he hecho varios millones de kilómetros a lo largo de mi vida».

Dice Carmen que conducir le encanta, le relaja, algo fácil de comprender a partir de la siguiente reflexión. «Soy autónoma desde mayo de 1999, cuando me di de alta para transporte de viajeros por carretera. Ser autónoma significa que no te dejan ni respirar. Sostenemos el país y no tenemos visibilidad, solo muchos impuestos. Y como yo no dejo de trabajar y mi marido trabaja en la Administración, mi hija no tiene derecho ni a una beca –se queja–. Dicen que la vida de autónomo es bonita porque eres más libre y se supone que trabajas cuando quieres, pero no es así. Al final es una esclavitud porque en mi caso, además de taxista, he sido madre, ama de casa y cuidadora de mi padre y de mi madre. Yo no quería recibir ningún premio, pero la verdad es que siempre he estado al pie del cañón. ¿Cómo no me va a gustar conducir si para mí ha sido muchas veces la única relajación?», zanja Carmen.

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