Un semáforo despiadado
14 segundos para cruzar. Está en Cáceres y obliga a recorrer 30 metros a 8 kilómetros por hora
Los semáforos son un símbolo del periodismo local porque cualquier novedad semafórica provoca comentarios, chistes y, naturalmente, artículos de periódicos. Cuando se instalaron los primeros en Cáceres, servidor era un niño que iba todas las mañanas al colegio Paideuterion y, al atravesar el paseo de Cánovas, alucinaba con aquellos pivotes con luces que estaban colocando. Conocía los semáforos de grandes ciudades y pensaba que la mía no sería una capital como Dios manda hasta que no los tuviera. Cuando empezaron a funcionar, me sentí, por fin, ciudadano del mundo desarrollado.
Con el tiempo, los semáforos se extendieron por la ciudad y empezaron a tener personalidad propia para los peatones cacereños. Los había desesperantes por la tardanza (93 segundos en Gil Cordero), irritantes por el poco tiempo que daban para cruzar (cinco segundos en Pinilla) o sociables como el situado al principio de la Ronda del Carmen. En ese semáforo, situado en una esquina, se producía una aglomeración que taponaba la calle y aprovechabas para hacer amistades. Afortunadamente, algún concejal avispado ha facilitado las cosas moviendo unos metros el paso de peatones y ahora es un semáforo muy agradable.
En 2001, hice un reportaje sobre semáforos y descubrí que había uno a la entrada de un barrio cacereño llamado Pinilla que únicamente era apto para atletas de competición: en cinco segundos, los viandantes debían cruzar 16 metros. Carl Lewis acababa de batir el récord del mundo de 100 metros lisos corriendo a 36 kilómetros por hora y en aquel semáforo, había que correr a 11 kilómetros por hora o te pillaban los coches. Esto es casi imposible para un peatón cualquiera, pero es que los usuarios de aquel semáforo eran, sobre todo, ancianos que acudían al Hogar de Mayores de la Cruz Roja.
Bastantes años después, la igualdad de género llegó a los semáforos y los muñequinos de colores dejaron de ser solo hombres para convertirse en un muñeco cambiante que era intermitentemente hembra y varón, hembra y varón. Hay semáforos que hablan invitándote a cruzar o avisándote de que no mires el móvil, los hay con ruidos agudos, otros tienen la voz de Chiquito de la Calzada y los más comunes en Extremadura avisan del tiempo que tienes para cruzar, provocando así más estrés que prudencia.
Lo último en Cáceres es la instalación de un cronómetro semafórico que avisa del tiempo que falta para el verde peatonal. Es una novedad interesante porque ayuda a ser paciente. Antes, no sabías cuánto faltaba, te ponías nervioso y cruzabas a lo loco. Ahora, es más fácil esperar.
Resulta curioso que las autoridades municipales cacereñas no se hayan atrevido a poner un cronómetro en el semáforo más despiadado de la ciudad. Está situado en una confluencia muy significativa: la de la Cruz de los Caídos, instalada en el centro de una plaza tras la Guerra Civil en presencia de Pilar Primo de Rivera, con la avenida de Alemania, llamada así porque dos soldados del ejército de Hitler se mataron en un accidente de moto en esa entrada a la ciudad desde Mérida y Badajoz.
Ahí está el semáforo más estresante de Cáceres: en 14 segundos hay que recorrer 30 metros a una velocidad de ocho kilómetros por hora y o eres rápido cual centella o tendrás que 'hacer noche' en la diminuta isleta central, donde, a veces, no hay sitio para tantos peatones. A un paso, hay otro semáforo que daba nueve segundos para cruzar. Ahora ha aumentado a 17. ¿Por qué no hacen lo mismo con el semáforo despiadado y luego, ya, si eso, le ponemos un cronómetro?