

Un salvavidas teledirigido desde la UEx
El laboratorio DronLab de la Escuela de Industriales no para de generar ideas a bajo coste, ahora con unas tuberías, dos tupperware y un motor
Es un salvavidas teledirigido fabricado con tuberías de pvc compradas en una ferretería y un par de tuppers estancos que se encuentran en un bazar ... chino. En la Escuela de Ingenierías Industriales casi todas las ideas son bienvenidas si tienen una aplicación práctica y su coste es mínimo, lo que obliga a agudizar el ingenio. Lo sabe el profesor José Luis Herrero, del Departamento de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de Extremadura, por eso los alumnos que llegan con una idea llaman a la puerta del laboratorio que creó hace seis años, denominado 'Laboratorio de vehículos aéreos no tripulados' (DronLab).
Solo los mejores estudiantes de un grado con fama de duro se atreven a añadirle un extra a su formación. Manuel Medina Parra, cacereño de 25 años que estuvo a punto de estudiar Derecho, ha sido uno de los que atravesó la puerta de este laboratorio del campus de Badajoz a principios de curso con la idea del salvavidas por control remoto para hacer su trabajo de final de grado.
El profesor Herrero la aceptó. «Veíamos –explica– que el salvamento de gente que se puede ahogar en el agua se realiza todavía de forma muy primitiva y manual. Y pensamos que podía haber una forma más automática para salvar gente que evitara riesgos para el que se están ahogando, pero también para el socorrista si el mar está picado. Y se nos ocurrió un vehículo que fuese guiado por una persona y que otra pudiera agarrarse a este y ser transportado hasta la orilla. El reto era realizar un proyecto para desarrollar todo esto».
Estas semanas lo han probado en la piscina de la universidad y, tras algunos ajustes, parece que funciona, aunque asumen que necesitaría retoques, empezando por pintarlo con un color rojo que pudiera encajar en la torre de vigilancia de un auténtico vigilante de la playa.
El prototipo en cuestión es modular. Consiste en varias tuberías de plástico empalmadas, dos tupperware estancos, un trozo de madera de aglomerado y un mando que se adquiere por Internet. En uno de los tupper va el 'cerebro', que es un microcontrolador programado por el alumno en un ordenador, y en otro la batería. «La otra parte compleja son los motores y hélices, que deben ir en direcciones distintas porque si no el flotador daría vueltas sobre sí mismo, es una cuestión de hidrodinámica y se aplican conceptos parecidos a los de los drones», explica el joven al borde de la piscina.
40 veces más barato
El profesor Herrero asume que la idea no es estrictamente original, pero lo que su estudiante aporta desde la UEx es lo barato que sale (este cuesta 350 euros cuando el de una empresa americana cuesta 14.000 euros, 40 veces más), y la capacidad que tiene para ampliarse, por ejemplo para añadirle una cámara al flotador o reducirlo de tamaño y que sea pueda ser trasladado por un dron. Se trata de un sistema abierto».

Para que no vuelque fácilmente el flotador se ha diseñado con la anchura suficiente para que la persona lo estabilice al apoyarse en él. Respecto al deterioro que pueda provocar el salitre, Medina propone protegerlo con alguna capa o reemplazarlo directamente gracias a su bajo coste.
Para el profesor Herrero «en nuestro laboratorio lo que queremos es idear cosas de aplicación en la vida diaria, sin enredarnos en teorías ni cosas raras, con el único fin de que el alumno aplique sus conocimientos y su proyecto le sirva para aprender», concluye.
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