Los represaliados de Feria ya descansan en paz
Emoción y alta participación en el homenaje a los que murieron en el pozo del Salamanco Chico y que ya están enterrados en el cementerio
Emoción en el acto de homenaje a los represaliados del franquismo en Feria que este sábado por fin, 87 años después de morir arrojados a ... un antiguo pozo minero, descansan en paz. En un abarrotado centro cultural, primero, y después cementerio municipal, familiares y amigos han recibido los restos de 18 personas localizadas en el pozo de Salamanco Chico. De esos restos, a 5 han podido ponerles nombres y apellidos porque se les ha identificado con los ADN de hijos y nietos. Son los de Silvestre Indias Carvajal, Francisco Fernández Ramírez, Miguel Picón Sánchez, Francisco Becerra Gómez y Florencio Gil Portero.
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«Es un orgullo que hoy sea alcalde quien les habla, un nieto de un represaliado, vilmente asesinado por los fascistas en septiembre de 1936», ha indicado en una breve alocución Marcelo Pérez, alcalde de Feria. Otro «sentimiento que tengo hoy es el de descanso porque los familiares pueden tener y enterrar a sus seres queridos», ha agregado. «Y un tener sentimiento que tengo es el de ver la representación vergonzosa que ha enviado la Junta (un funcionario, desechando su patticipación la consejera de Cultura y la directora general de Patrimonio) a un acto de este tipo de reparación de la memoria, de dignidad».
«Es un orgullo que hoy sea alcalde quien les habla, un nieto de un represaliado, vilmente asesinado en 1936»
Marcelo Pérez
Alcalde de Feria
Marcelo Pérez ha finalizado su breve discurso clamando «honor y gloria para los que hoy vuelven a casa», en referencia a los restos de las 18 personas localizadas y los 5 de las identificadas que han sido recuperadas del 'Salamanco Chico' gracias al trabajo de la sociedad científica Aranzadi y el proyecto de recuperación de represaliados por el franquismo que desarrolló la Junta en anteriores legislaturas.
En el trabajo de Aranzadi se han encontrado restos de manos cortadas. También algún cráneo con un disparo. «Parece que se querían asegurar que una vez que los tiraban al pozo, que era muy estrecho en el inicio, no pudieran intentar escalar. Como si fuera posible sobrevivir a 32 metros de altura. Era un pozo con agua cuando llovía mucho pero sin nada en verano», explica Eugenio, hijo de Jesús Becerra, uno de los represaliados en el antiguo pozo minero.
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