Al regadío no le llega agua para una campaña normal
Los regantes de la cuenca extremeña del Guadiana podrían usar ahora solo 321,5 hectómetros cúbicos cuando tienen concedidos 1.266
El año pasado la borrasca Efrain dejó daños en Extremadura pero, por encima de eso, propició beneficios notorios. El más directo y evidente, para los embalses ... . Tanto los concebidos fundamentalmente para el abastecimiento de la población como para los que se plantean también para uso agrario. Gracias a lo que recogieron de agua en el mes de diciembre, los regantes de la cuenca del Guadiana, que agrupa el peso agroalimentario de la región, pudieron salvar más o menos una campaña de riego que se adelantó a la primavera. «Vivimos de las rentas porque la primavera fue extremadamente seca. Menos mal a lo que cayó en diciembre porque si no...», resopla Luis Gutiérrez, presidente de la comunidad de regantes del Canal de Orellana.
Es la más relevante, por número de usuarios (6.000) y hectáreas regables (5.680), de la región. Y es la que más inquietud muestra recién comenzado el año 2024 ante la situación hidrológica del Guadiana extremeño.
Un año después, a comienzos de enero, el panorama de las presas extremeñas ofrece una disparidad abrumadora entre los dos territorios. Las del Tajo, en la provincia de Cáceres, presentan un notable aspecto: se hallan al 71,22% de su capacidad, con 4.809 hectómetros cúbicos retenidos. Pero pocos de ellos se destinan a regadío, cuyo peso fundamental reside en la cuenca del Guadiana a su paso por la provincia de Badajoz.
En este caso, el dato es que hay embalsados de forma global 1.998 hectómetros cúbicos (al 25,98%). El año pasado por estas fechas eran 2.395 .
En este listado se suman todas las presas del Guadiana, las de regadío y las de abastecimiento humano, pero hay que afinar más para verificar que estamos en una situación «mala o muy mala», subraya Gutiérrez, en el caso de las planificadas para el regadío.
Las cuentas, grosso modo, son las siguientes. Para tener una campaña de regadío normal se necesitan 1.150 hectómetros cúbicos para este uso. A esa cantidad, la Confederación Hidrográfica del Guadiana les suma otros 800 hm3 embalsados para atender al caudal ecológico; 120 se deben reservar para garantizar el abastecimiento a la población; 80 para el riego mínimo de cultivos permanentes y otros 180 se van por evaporación.
Esperanza
En suma, se requieren un mínimo de 2.330 en los pantanos extremeños del Guadiana para tener un año normal respecto a todos los usos posibles del agua. Ahora hay, como se ha indicado, 1.998.
Pero si miramos solo exclusivamente al regadío, el asunto empeora en el caso de la comunidad de regantes de Orellana. La concesión oficial que tienen sus agricultores alcanza los 440 hm3 por anualidad. Ahora mismo solo podrían usar 125,4. El 28,5% del total posible de la concesión hídrica.
La de Orellana, junto al resto de comunidades de regantes del Guadiana, disponen en estos momentos de 321,57 para regar sobre una concesión global que alcanza los 1.266.
Esa es la mala noticia. Muy mala noticia, para ser sinceros. Pero, a partir de ahí, el presidente de la comunidad de regantes de Orellana echa mano de un discurso esperanzador aunque sin eludir dosis de incertidumbre.
Justifica el posible optimismo en que estamos aún en invierno, «y con unas lluvias normales en enero y en febrero, los embalses cogerán bastante agua». Eso será posible, incide Luis Gutiérrez, porque en octubre y en noviembre pasados llovió bien y el suelo está con humedad y «dispuesto a las escorrentías en cuanto llueva medio normal».
Las perspectivas, en ese sentido, son buenas a corto plazo en el mes de enero tras un diciembre con un dominio demoledor del anticiclón. Las previsiones son que podríamos vivir un enero ligeramente más lluvioso de lo normal en Extremadura.
«Estamos aún a tiempo de remontar. Con unas cuantas borrascas seguidas los embalses cogen agua rápidamente», sentencia.
El discurso más agarrado al realismo, por contra, llega cuando acota cuándo debería llover para poder planificar una campaña de riego más o menos normal. «Los regantes no podemos esperar a que llueva y se llenen los pantanos en marzo o en abril. Tenemos un margen de espera relativamente corto. De aquí a finales de febrero», relata.
Cuenta que, por ejemplo, los productores de tomate deben tener firmados sus contratos con la industria para febrero y después comprar las semillas y cultivarlas en invernaderos antes de su plantación en las parcelas. También necesitan saber con qué agua pueden contar los maiceros o los arroceros, estos singularmente afectados por la escasez hídrica de las últimas campañas.
«Este año tampoco está bien el precio del cereal. Ponerlo de secano era un refugio otros años para agricultores de maíz o de arroz ante la duda se iban a disponer o no del agua suficiente y tenerlo planificado con tiempo. Ese es el problema. Necesitamos que llueva y pronto. Lo bueno, que aún hay tiempo», refrenda Gutiérrez.
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