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Un periódico que salió de milagro para narrar un día histórico

Un periódico que salió de milagro para narrar un día histórico

Durante el apagón del lunes, sin luz ni conexión y sin contacto fluido entre todos los redactores, HOY te cuenta cómo consiguió sacar adelante las 56 páginas de uno de los ejemplares más complicados de su historia

Martes, 29 de abril 2025, 21:15

Parecía no un lunes cualquiera, sino un lunes en los que hay que empezar a hacer acopio de páginas porque esta semana trae un puente con la correspondiente libranza de redactores y la inevitable subida de pulsaciones de Luis Expósito, jefe de Región y autor de frases a mitad de este pasado 28 de abril como «todo va a empezar a ser más fácil a partir de ahora, solo tendremos que ocuparnos de recoger leña para el invierno».

Un lunes, decía, con un sol rabiando en el cielo mientras en los juzgados de Badajoz se producía una de las noticias del año: tras diez meses de interrogatorios la jueza procesa al hermano de Pedro Sánchez y al presidente de la Diputación. Rocío Romero estaba subiendo esa pieza, yo andaba con la última novedad de la Orquesta de Extremadura y por todo esto y nuestras familias se empezaba a interesar el director editorial de Vocento, Fernando Belzunce, que desde bien antes del mediodía apareció en nuestra redacción en visita sorpresa desde la capital. Si tenía que parecer que está todo controlado, este lunes era el día.

En un trabajo así no hay horarios, la gente aparece y desaparece y en esa escalonada ronda de saludos con el jefazo llegó el primer aviso de apagón, un contratiempo típico de tantos países del mundo que nos hizo sonreír con un complejo innecesario pues cosas así no son normales en Extremadura.

Eran las ya famosas 12.33 y nadie en este país sabía que nos acababan de hurtar «de manera súbita» 15 gigavatios de la red eléctrica española. Por supuesto, ni idea de que esa cantidad era el 60% de la demanda energética de todo el país.

Pasaron tres minutos hasta saber que el apagón era nacional y en cuatro minutos irrumpió Vicente Calvo en la redacción. El jefe de los informáticos del HOY tampoco sabía en esos momentos que a su jornada laboral alguien le había puesto dos velas negras. «Tranquilidad, tenemos batería para trabajar de manera autónoma, pero no podemos encender todos los ordenadores porque se agotaría rápido», explicó este metódico compañero que se ha ganado el respeto hace años en una redacción asalvajada que cuando algo falla tiende a apagar y encender el ordenador como receta infalible.

El director, Pepe Orantos, salió de su despacho. Tampoco sabía que este lunes iba a pasar poco tiempo ahí dentro. La primera decisión este lunes negro fue usar solo tres de los treinta ordenadores que hay en la redacción del HOY en Badajoz para no estresar demasiado esa batería que nadie sabíamos que existía. ¿Entonces somos como un hospital que funcionamos de manera autónoma si hay una emergencia?, preguntábamos ignorantes pretendiendo aparentar de repente que somos expertos en analizar contextos de crisis como el que empezaba a dibujarse en todo el país. No, coño, esas instalaciones tienen sus propios generadores que se alimentan con combustible, respondía Vicente meneando la cabeza y vislumbrando la que se le venía encima. ¿No puedo encender mi ordenador ni si quiera para ..? ¡No! (suspiro premonitorio del jefe informático).

Funcionarían tres ordenadores de la sección de Internet para empezar a informar de qué estaba pasando, sobre todo en Extremadura. Luis Expósito, responsable de gran parte de las páginas de papel, empezó a sudar porque ya era la una de la tarde y no iba a ver avanzar en su pantalla ese planillo del día con todas la páginas de su negociado. Ya había dado tiempo a que llegaran fotos de todos los semáforos de Badajoz apagados.

Hay que hacer un periódico en papel de 56 páginas, solo tenemos 8 que estaban hechas del día antes del suplemento de viajes Turium y llevamos ya veinte minutos sin luz. ¿Las otras 48 de dónde van a salir sin ordenadores? Sabíamos que habría que cruzar ese río, pero también que no atisbábamos ningún puente cuando se escuchó una exclamación que anticipó la maldición del día: ¡los móviles tampoco van! ¿a vosotros os van los móviles?, preguntó descolocada María Saavedra, de Internet, desde uno de los tres ordenadores enchufados a esa batería a la que Vicente, el hombre cerebral de la redacción, ya estaba poniendo una estampas, la de Nuestra Señora de Belén, que es quien gestiona los milagros en su pueblo.

El equipo de Internet recibiendo instrucciones del informático Vicente Calvo. HOY

Los pocos redactores que estábamos en la redacción terminamos de darle nuestro parte personal al jefe editorial, pusimos los brazos en jarra señalando esos cacharros inertes en que se habían convertido nuestros ordenadores hasta que en un corrillo donde la palabra más repetida era «caos» el director dio otra orden: «¡todos a la calle a ver qué está pasando ahí fuera!».

Era casi la hora de comer y cada uno en su ronda por la ciudad veía un trocito de ese cuadro apocalíptico que empezaba a tomar forma: un vecino en bermudas regulando el tráfico, colas en las gasolineras, un ferretero pidiendo 30 euros por una botella de gas que esa unas horas antes costaba tres euros, sirenas de bomberos que luego sabríamos que estaban rescatando gente de los ascensores, cajeras de supermercados de brazos cruzados en la calle, empleados de un call center jugando un partidillo de fúbol con sus pupitres apagados detrás, y muchas, muchas personas portando garrafas de agua hasta sus casas, además de gente en las terraza de los bares para terminar de confirmar que estábamos en España. ¡Y todo esto sin poder reportarlo! Aún desconocemos cómo Ángela, María y Tania compañeros de Internet, alimentaron esa web con tanto empeño pese a que prácticamente nadie podía conectarse.

Nadie al otro lado

El diario HOY, además de corresponsales y su redacción central de Badajoz, tiene delegaciones en Cáceres, Mérida y Plasencia. Contactar con estos compañeros estaba siendo imposible y había que trazar algún plan cuando ya era la hora de esa siesta que el maldito apagón nos robó a tantos. A la tercera, o a la cuarta, Expósito iba encontrando la manera de que alguien más allá de Badajoz le contara algo y escuchara instrucciones. A veces lo conseguía por whatsapp, otra veces tras varios intentos de llamada dependiendo del operador de cada uno.

Pablo Calvo, jefe de información, pidió en el chat del grupo que por la tarde cada uno trajese su portátil de casa a tope de batería. Pero ese mensaje no cargó hasta varias horas después y cada cual llegó como pudo dispuesto a escribir cosas sin saber cómo.

Paradojas de un día tan soleado, el país seguía a oscuras. Solo la radio analógica de Rubén Bonilla, que se puso a los mandos de la edición de digital, nos mantenía conectados a lo que ya se sabía sería una jornada marcada en rojo.

Y a las cinco de la tarde Rocío Romero apareció con tres mochilas negras colgadas de los hombros y en cada una un portátil, entre ellos el que había requisado por causa de fuerza mayor a su marido, que ahora tiene que cambiar la contraseña porque la usó media redacción.

Esperando que volviera la conexión con los ordenadores 'colgados'. HOY

«¡Al lío!», dijeron Luis Expósito y Pablo Calvo antes de empezar a repartir trabajo. Lo que pasó en las dos siguientes horas fue que brotó un periódico por ensalmo cada uno haciendo crecer unas crónicas en todos los formatos posibles menos el que acepta el programa Millenium, que es en el que se hace el HOY. Lo de ajustar los textos en las páginas y colocarle las fotos que Ángel Márquez y José Vicente Arnelas decían que tenían -pues en realidad nadie las veía y eran las siete-, esa operación definitiva ya se vería después.

¿Y el resto de las páginas que no eran locales, esto es, Opinión, Nacional, Internacional, Culturas, Deportes, Programación…portada? La respuesta estaba en el Chevrolet de Alberto García, que salió zumbando hacia la redacción de ABC en Sevilla, donde ya tenían luz y equipos autónomos más potentes. En el asiento del copiloto el otro editor, Antonio Chacón. Muchos habríamos dado un megavatio por ver y escuchar por un agujerito a esos dos camino de Sevilla, donde se pusieron manos a la obra sobre las ocho y media de la tarde.

Para quien no lo sepa, ahora el HOY cierra su edición en papel a las diez y media. El lunes, obvio, si conseguíamos sacar la edición de papel sería una excepción, por no decir un milagro, así que las rotativas nos esperarían.

De repente supimos que la luz había vuelto a Plasencia y Claudio Mateos, jefe de Cáceres, viajó hasta allí sin saber que luego esa ciudad se convertiría en agujero negro. Nunca más se supo de él. Con Juan Soriano, en Mérida, era cada vez más complicado contactar. Por resumirlo de algún modo, cada cual se iba buscando la vida para completar su página sin saber cómo las encajaríamos luego.

Vicente Calvo hablaba de SAI (Sistema de Alimentación Interrumpida), switches bloqueados, pérdida de conectividad, reasignación de direcciones IP y toda esa jerga informática que solía rematar con un «no me creo que ahora nos esté pasando esto». Y es que al principio teníamos conexión pero no teníamos luz y cuando volvió la luz perdimos la conexión. Si hubiera habido una balanza en la redacción habríamos sabido que Vicente a las ocho de la tarde ya pesaba un par de kilos menos.

De fondo, los periodistas peleábamos con teclados que no eran los nuestros y cuando uno soltaba ¡yo lo tengo!, otro contestaba ¡no me ha llegado! Salva Vallejo, el más joven de la redacción digital estaba librando y a media tarde apareció en la redacción a curiosear porque no tenía radio en casa y quería saber qué pasaba en España. Qué ingenuo. Al momento lo pusimos a picar textos para avanzar otro centímetro en esas páginas que Natalia Reigadas, Marisa García y José Manuel Martín ya iban rematando de dos en dos e insertándole fotos con la conexión yendo y viniendo mientras Javi Pérez apañaba silencioso una digna sección de Deportes con cuatro páginas gracias al portátil -con batería, esto es importante- que nos había dejado Jaime Fernández, jefe comercial.

Las periodistas Natalia Reigadas y Rocío Romero en pleno sprint final al filo de la media noche. HOY

A las diez y media de la noche ya nadie estaba en su sitio y Vicente descubrió que la única red que tiraba era Vodafone. ¿Quién tiene Vodafone? Solo él. Y la redacción entera se conectó a la wifi que emitía su móvil mientras Adrián Urbano, gerente del periódico, bajó a pedir un router wifi a GSS, la empresa vecina que supimos usaba esa compañía. Nadie veía esos datos que vuelan de un dispositivo a otro por encima de nuestras cabezas, pero el caos parecía ordenarse. Y quien maneja las cuentas de la empresa terminó corrigiendo erratas en la portada de un ejemplar épico.

Tan contentos estábamos de haber salido de semejante agujero que Rocío Romero puso a las 23.07 horas una foto de la redacción en un tuit: «un día rarísimo en @hoyextremadura, con muchos obstáculos. Pero seguimos trabajando para estar mañana en los quioscos».

Ya solo nos faltaba aplaudir cuando Natalia preguntó en alto ¿dónde están las páginas de Cáceres y Mérida? Esos huecos estaban vacíos. Pues hasta aquí hemos llegado. De repente la redacción se asemejó al Real Madrid el sábado pasado en el minuto 115.

Pero desde uno de los móviles que de repente tiraba dimos con María José Torrejón, que había escrito la sección de Cáceres, y su compañera Cristina Núñez se lanzó a la calle en plena noche para subir a la delegación y rescatar el portátil donde se sabía estaba un texto que estaba escrito y que nadie veía en su sitio. Mientras, Natalia apañaba Mérida mientras murmuraba que solo le faltaba en esta empresa hacer las esquelas. «Cuando desde Sevilla vimos a Natalia metida en las páginas que no eran de Badajoz supimos que algo se había torcido en el último momento», reconoció Chacón el martes.

Curiosidades de esta vida hiperconectada pero terrenal a fin de cuentas, solo quedaba una información para rematar la proeza. Era sobre la Virgen de la Montaña, que conocería el pasado de cada uno de nosotros y no cedía. La conexión seguía fallando. Solo este puñado de redactores sabrán si íntimamente le entregaron alguna plegaria. Al final, una foto hecha con un móvil a la pantalla del portátil que terminaron rescatando Torrejón y Núñez, una aplicación gratuita de Inteligencia Artificial, copiar texto, pegar texto y la patrona de Cáceres a cuatro columnas en una foto de Jorge Rey desde la página 13 pareció decirnos ¡bingo!

Eran las 12,33 ya del martes. Nadie había cenado. Si en ese momento se vuelve a ir la luz nos hubiera dado igual. Luis Expósito se despidió de sus subordinados con otra frase para la libreta: «Estoy agotado, pero hoy he sabido que todo es posible ya, así que recordadme que si dentro de nueve meses tengo una hija le ponga de nombre Luz».

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