Aquella primera llamada al teléfono de la web
Hace veinticinco años las redacciones de los periódicos tenían ritmos de vida muy alejados a los de una oficina normal y bastante distintos a los ... de una redacción actual. Los periodistas madrugaban mucho menos que ahora y las mañanas eran largos espacios de tiempo en los que nada urgía tanto como para no poder esperar a la tarde, cuando los teléfonos trinaban constantemente y los ceniceros se llenaban de colillas.
Era verano y el primer PC había llegado hacía unas semanas para sumarse a las decenas de Macintosh que habían convertido a la redacción de HOY en una de las primeras informatizadas de España. El mismo ordenador servía para albergar el incipiente servicio de documentación digital y la aún más reciente edición del diario en Internet. En toda la redacción había solo dos cuentas de correo electrónico y muchos de los veteranos y expertos periodistas que la albergaban desconfiaban abiertamente de todo lo que comenzara por tres uves dobles. Había algunos que pregonaban que la Red solo servía para satisfacer las necesidades pornográficas de los más viciosos, mientras otros comenzaban a desconfiar de que su trabajo se colgara en la web gratis, mientras se cobraba por lo mismo en el kiosko.
En esas estábamos cuando a la centralita de HOY llegó la primera llamada que preguntaba por la edición digital. Reconozco que no recuerdo el nombre de interlocutor, pero sí lo mucho que me impresionó. Comenzó por contarme que era invidente desde que nació y que, aunque ahora residía en Madrid, había vivido toda su vida en Extremadura. Me contó cómo recordaba que en su casa siempre había un ejemplar de HOY y cómo pedía cada día a sus padres que se lo leyeran. Ese día llamaba para decir que por fin había podido leer el HOY por sí mismo.
Me contó que la ONCE le había provisto de un software para su ordenador que convertía en audio cualquier contenido escrito en la web y que gracias a la nueva edición digital de HOY había cumplido uno de sus sueños de niño. Confieso que aquello me impresionó. Hasta ese momento no había pensado en que aquello que hacíamos a ratos sueltos, cuando acabábamos las tareas diarias, podía estar alegrando tanto la vida a alguien. Esa noche esperé a que Luis, que se turnaba con Lucas como encargado de mantenimiento del periódico, pasara camino de la rotativa para contarle que aquello que hacía cada noche, al mandar un fichero zip al servidor ftp del Correo Español en Bilbao, nos había hecho ganar un lector.
Han pasado dos décadas y media, la web de HOY ha atravesado por épocas de mayor y menor relieve y sus responsables han recibido miles de llamadas, pero aquella primera vez nunca se me olvidará.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión