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El ya exdirector, en el campo, su sitio favorito, a las afueras de Acehúche. Durante los últimos años ha vivido a caballo entre este último pueblo y Cáceres. PALMA
«De niño, ni siquiera podía soñar con ser director de Monfragüe»

«De niño, ni siquiera podía soñar con ser director de Monfragüe»

Ángel Rodríguez | Director del parque desde 1990 hasta la semana pasada ·

Recién jubilado, comparte sus recuerdos, entre ellos la visita del príncipe Felipe y las jornadas de pesca con Felipe González y Rodríguez Ibarra

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Domingo, 27 de septiembre 2020, 08:56

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Ha pasado casi medio siglo, pero Ángel Rodríguez Martín (Pescueza, 1955) recuerda perfectamente el día que cazó 23 rabilargos a base de pedradas. «Al día siguiente no podía mover el brazo», sonríe con la paz de quien vive su primera semana de jubilado tras 35 años trabajando, todos ellos en Monfragüe. Los últimos 30 como director (el lugar fue declarado Parque Natural en 1979 y Nacional en 2007). Un cargo, explica en esta entrevista, con el que ni siquiera se atrevía a soñar cuando era un crío que escuchaba, grababa y luego transcribía a mano 'La aventura de la vida', el programa que Félix Rodríguez de la Fuente tenía en RNE. Hijo de pastor –«de ovejas ajenas, que es un matiz importante, en una finca alquilada», enriquece él–, vivió en un chozo hasta los 14 años. O sea, se dormía escuchando a los pájaros y al salir de casa pisaba tierra. Y eso le marcó. Hoy, habla sentado en un sofá de su despacho, rodeado de libros de Naturaleza.

–¿Qué va a hacer ahora?

–Seguir viendo pájaros y censando aves en el pantano de Portaje, pero con más atención. Ahora podré pararme diez minutos en el Salto del Gitano sin que nadie me moleste. O tirarme una mañana viendo volar al águila imperial en la portilla del Tiétar. Una de las cosas que me ha impulsado a dar el paso de jubilarme antes de tiempo (le tocaba hacerlo dentro de nueve meses) es poder pasar más tiempo con la familia. Porque si lo quieres hacer bien, Monfragüe te absorbe totalmente. Sé que mis dos hijas y mi mujer están contentas.

–¿Cómo recuerda su infancia, viviendo en un chozo?

–Pues es algo así como si ahora nos trasladáramos al Cuaternario. Iba a la escuela cuando el tiempo lo permitía. Recuerdo días y días de lluvia y más lluvia, sin poder salir del chozo, que tendría como dos metros y medio de radio. Era prácticamente vivir de la Naturaleza. Hambre no se pasaba ya, pero para nosotros, la primavera era el momento para complementar nuestra alimentación con lo que cogías del campo: todo tipo de pájaros, lagartos, culebras y lo que cayera. Aunque soy un arrepentido de aquello y ahora no mataría nada. Soy al cien por cien un producto de Félix Rodríguez de la Fuente. Gracias a él solté mi escopeta de aire comprimido, con la que vete a saber cuántos pájaros habría yo escabechado... Yo hacía lo que hacíamos los niños entonces. Era lo normal en los pueblos.

–Iría a la escuela andando...

–Yo vivía en una finca pequeñita entre Cachorrilla y Pescueza, e iba a un pueblo u otro según donde hubiera mejores maestros. Y sí, iba andando a diario. No era mucho: cinco o seis kilómetros.

–¿Fue feliz?

–Felicísimo. Tampoco conocía mucho más, así que eso era lo más grande del mundo para nosotros. Vivíamos un poco ajenos a lo que había más allá. Y tampoco hace tanto tiempo. He recordado esto cuando he viajado a Paraguay. Allí en la selva te encuentras pueblos perdidos del mundo.

–¿Y cómo vivió alguien tan apegado al campo tener que irse a vivir a Madrid, a estudiar la carrera de técnico forestal en la Universidad Politécnica?

–Alguna vez bromeo diciendo que mi vida podría titularse 'Del chozo a la Universidad' (se ríe). Hice el bachiller en Coria, y ahí ya empecé a entrar en el mundo real, digamos. Modestia aparte, creo que he sido muy adaptable. Pero sí es verdad que pasar de estar día y noche en el campo a vivir en Madrid no fue fácil. No lo llevé bien. En mis cuatro años en Madrid siempre tuve una cosa clara: que yo allí no iba a vivir.

–¿Ser director de Monfragüe supuso cumplir un sueño?

–Pero un sueño que ni siquiera podía llegar a tener. Acabé la carrera en 1983, hice la mili y cuando volví me presenté a las oposiciones para agente forestal. Nos presentamos veintitantos y aprobamos seis. Todos éramos técnicos. No olvidaré el momento en el que Antonio Tapia, entonces jefe provincial del Icona, nos dijo que en Extremadura había 29 vacantes de agente, una de ellas en Monfragüe, y que podíamos elegir. Yo, que había vivido todos los prolegómenos de la declaración de Parque Natural, no tuve duda al elegir. Era el año 1985. Llegué a vivir a Serradilla, donde estaba de alcalde Paco Castañares, que tenía 22 años. Nos caímos bien, y cuando a él le nombraron director de la Agencia de Medioambiente de la Junta, yo ya tenía la plaza de ingeniero y él me nombró director de Monfragüe. Empecé provisionalmente y he estado 30 años.

–El cargo le ha permitido conocer a mucha gente. Por ejemplo, a Felipe González. ¿Qué recuerda de sus visitas?

–(se ríe) Las muchas visitas de Felipe González... Venía muchos fines de semana. Casi más relajadamente y mejor cuando dejó de ser presidente. Hemos pasado mucho tiempo en Las Cansinas, donde para comer había una mesa de 12 personas que siempre se llenaba. También recuerdo cuando vino el actual Rey, que pasó dos días en el Parque.

–¿Qué le pareció Felipe VI, entonces Príncipe Felipe?

–Me dio muy buena impresión. Él tenía entonces 28 años. Fuera de la casa guardaba mucho las formas, lo mismo que su ayudante de campo, que era un comandante de su edad que siempre iba con él. Pero una vez en casa, se soltaba totalmente. Era una maravilla charlar con él de forma tan natural.

–¿Y su padre, el emérito?

–No le he conocido. No sé si habrá estado en el Parque. Sé que en Valero (la finca más grande de Monfragüe, de 4.000 hectáreas, que el empresario Víctor Madera le compró al marqués de Cubas hace un año y medio) sí que ha estado, con Fernando Falcó, el marqués de Cubas, al que yo he tratado mucho. Me hablaba del Rey con frecuencia.

–De Felipe González se habla de su jardín de los bonsáis, pero igual se podía hablar también de su jardín de Las Cansinas...

–De hecho, por allí queda alguna cosa. Él llegó con esa afición desmedida por los bonsáis. Recorrimos todas las fincas adehesadas del Parque y alrededores. Él buscaba siempre esas matas pequeñas de encinas que el ganado roe. Al principio íbamos a esto, y años después ya a pescar, con Juan Carlos Rodríguez Ibarra, al que le gustaba mucho la pesca. Como él decía algunas veces. «No hemos pescado nada, pero nos lo hemos pasado de puta madre». Y era verdad.

–¿Dónde comían?

–Siempre en Las Cansinas, que durante años fue una finca para el protocolo. Había críticas por esto, pero la verdad es que venía de maravilla que el presidente de la Junta viniera tanto a Monfragüe. Si a la gente que ha pasado por Las Cansinas hubiéramos tenido que alojarla en el Alfonso VIII (un hotel de Plasencia), nos habría costado 25 veces más. ¡Si en Las Cansinas comíamos los huevos de las gallinas de la finca! Ya no existe esto en Monfragüe, y creo que debería habilitarse una estancia así. Por ahí pasó Gabriel García Márquez. Y el ministro Maravall y otros políticos. Normalmente venían por ocio, pero también a veces a reunirse y decidir cosas importantes. Se encerraban allí a trabajar.

–¿Es verdad que en Las Cansinas se reunieron dirigentes socialistas cuando Alfonso Guerra y González empezaron a distanciarse?

–Guerra no estuvo nunca en Las Cansinas. Ni en Monfragüe.

–En estos 30 años, ¿cuántos consejeros y directores generales de Medioambiente ha conocido?

–A todos los de la Junta. O sea, 8 o 9 consejeros y 10 o 12 directores generales. Juan Serna, Eugenio Alvárez... Podría citarlos a todos. A Olga García, la actual, la he tratado poco porque lleva poco tiempo. Con la anterior, Begoña García Bernal, traté mucho, siempre ha sido muy cercana.

–¿Alguna vez tuvo que ponerle el dedo en la nariz a alguno?

–No, no he tenido problema. A veces chocas con ellos cuando llega la hora de hablar de los presupuestos, pero siempre he estado cómodo.

DAVID PALMA

–En la historia de Monfragüe hay un momento clave: los años 1976 a 1979, cuando ya se están plantando eucaliptos en un proyecto empresarial mayoritariamente bien visto en la comarca porque anuncia dinero para los pueblos. Y usted es entonces un ecologista que lucha contra esto con Jesús Garzón. Alguna vez ha comentado que lo que sucedió en esos años daría para escribir un tratado ¿Por qué? ¿Qué pasó?

–Así fue. La fechoría comienza en 1973-1974. Empiezan a repoblar con eucaliptos y casi nadie se entera. Pero aparece Jesús Garzón. Siempre lo digo: Monfragüe se declaró Parque Natural gracias a él. Del 76 al 79 hay historias para aburrir... Por ejemplo: la declaración de Parque Natural en 1979 se produce gracias a que la mujer de Jesús Garzón es muy amiga de dos hijas de López Rodó, que fue ministro con Franco pero seguía siendo una figura influyente. Gracias a ella y a esa relación, dos folios sobre Monfragüe entraron en uno de los últimos consejos de ministros de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Y ahí se aprobó la declaración de Parque Natural. Y mucho después, en 1996, ocurrió algo parecido, con Felipe González de presidente. Esa vez los dos folios los escribí yo. Me llama Castañares y me dice: «Ángel, siéntate ahí y escríbemos en dos folios por qué Monfragüe tiene que ser parque nacional». Y escribí dos folios a mano que acabaron llegando a Felipe González [Castañares y González son amigos]. Él los presentó en el consejo de ministros. Ahí tendrían su debate y se decidió declarar parque nacional a Cabañeros. Cariñosamente alguna vez he dicho que ahí, José Bono se adelantó a Ibarra.

–¿Qué había en aquellos dos folios que la mujer de Garzón le hizo llegar a López Rodó?

–Lo desconozco. Supongo que los argumentos de Jesús Garzón para paralizar el decreto que obligaba a repoblar la zona con especies exóticas. Aquellos dos folios se perdieron. Jesús lo perdía todo. Él es así. Siempre se lo digo.

–¿Se puede ser ecologista (Rodríguez es socio de Adenex, de WWF desde que era Adena y de SEO/Birdlife) y estar en contra de la demolición del complejo Marina Isla Valdecañas?

–Sí, somos varios los que pensamos que no se debe derribar. Yo entiendo los pasos que ha ido dando Adenex, el hecho de que siguiera en la causa judicial, pero en la asociación los que hay que pensamos que lo mejor es no demoler. Lo pienso yo, lo piensa Santiago Hernández, Cipriano Hurtado... Entre los que somos mayores, varios pensamos así.

–Hablemos de la caza, uno de los asuntos más polémicos del parque. La ley dice que solo se permite como método de control de las poblaciones, pero es un hecho que en Monfragüe se celebran monterías desde hace años, con gente que paga mucho dinero por abatir un venado...

–Es el asunto más polémico. Yo las acciones que he autorizado como director han sido en base a una resolución de la Consejería. Es decir, cumplía como funcionario que soy. Pero he sido muy consciente de todo. Si una montería es meter perros y matar animales, claro que las hay. Pero a efectos económicos, esas prácticas no tienen nada que ver con lo que es una montería. Si la caza no fuera comercializable, no habríamos tenidos las presiones que hemos tenido por parte de los propietarios de terrenos. Ahora, el Defensor del Pueblo se pronuncia sobre el asunto muy acertadamente, con una resolución muy argumentada (información publicada en HOY este sábado). A partir del 5 de diciembre, la caza en los parques nacionales no podrá comercializarse, y esto supondrá un daño para los dueños de terrenos, que perderán interés en sus fincas. Creo que habría que alcanzar algún tipo de acuerdo con ellos. En el resto de parques, cuando la caza se prohibió, se indemnizó a los dueños de terrenos. Y además con una indemnización de por vida. En esto, Monfragüe, donde la caza se prohibió en 1991, es un caso atípico, porque aquí no se les pagó nada. Los dueños de fincas recurrieron pero no les dieron la razón. Es un poco injusto. Por cierto, que los controles cinegéticos en Monfragüe se hacen en 3.000 hectáreas fuera del parque. Dentro de él, nada.

–Varios estudios dicen que la población de los municipios del entorno del parque baja, y que la economía no despega. ¿Qué se está haciendo mal?

–Yo me pregunto muchas veces qué sería del área de Monfragüe si no tuviera lo que tiene. A lo mejor estaríamos mucho peor. Cuando yo llegué a Serradilla en 1985, ver allí un venado era un acontecimiento. Ahora dan cuatro o cinco monterías y matan 25 o 30 todos los años, siempre fuera del parque. Basta darte una vuelta por los pueblos del parque en época de caza para darte cuenta del impacto que tiene en la economía de la zona. Es algo que salta a la vista. En Serradilla hay unas 80 personas trabajando a diario en el parque, algo que no se daría si no fuera parque nacional. A veces se olvida que el motivo principal del descenso de población es que muere más gente de la que nace.

–Ha comentado más de una vez que Monfragüe no necesita más turistas de los que tiene...

–Soy casi el único que dice eso y sé que hay a quien no le gusta. Si las 450.000 personas que pasan por el parque cada año pudiéramos repartirlas entre los doce meses, no serían muchas, podríamos tener más. Pero es que las visitas se concentran en unos días concretos. Y en esos días, igual no puedes ni colocar el trípode en el Salto del Gitano, y así la visita no es provechosa. Me lo dicen mucho los guías. Ahora llega la berrea y hay tanta gente que resulta difícil escuchar al animal. Ojalá tuviéramos más gente en enero o febrero. En esto, es fundamental que los pueblos tengan actividades. Torrejón el Rubio tiene sus cositas, y Romangordo con sus trampantojos, no te quiero contar. Y Saucedilla tiene sus miradores de Arrocampo siempre llenos de pajareros. Los pueblos tienen que esforzarse por atraer turistas. No puede ser que haya centros de interpretación que hayan estado medio cerrados hasta que ha intervenido la Diputación, que en esto está haciendo un gran trabajo.

–¿Volveremos a ver lobos en Monfragüe?

–Los tenemos muy cerquita, en el sur de Ávila. Si no hubiera la presión ganadera que hay contra él, ya lo tendríamos en Monfragüe y en la Sierra de San Pedro. Si el lobo llega a Monfragüe, no se comería los ciervos, sino a las ovejas, que las tiene mucho más a mano. Tendríamos ese problema. Rumores de que los hay vamos a tenerlos siempre. No hace mucho se habló de uno en Serrejón. Nos enseñaron las fotos. Era un lobo tarado, le faltaba media pata. Se dejó de hablar de él porque alguien lo mató. Ahora mismo, la convivencia entre el lobo y la ganadería es muy difícil. Espero que algún día cambie esta realidad y podamos tenerlo.

–¿Por qué hay que visitar Monfragüe?

–Porque es el único parque nacional que tenemos en la región, de los 15 que hay en España. Porque es el espacio natural más idóneo para ver grandes aves de cerca, y porque es un área adecuada convenientemente para que el visitante pueda relajarse y acudir con su familia, porque Monfragüe es una zona transitable sin peligro. En general, es el espacio natural más preparado para disfrutar de la naturaleza.

–Se va de director sin haber conseguido...

–Más plantilla. Hemos perdido mucha. Se intenta suplir con gente de la empresa pública Gpex, que nos manda gente muy preparada pero con los movimientos limitados porque no son trabajadores en nómina del parque. En el año 2009 teníamos 29 agentes y ahora hay 15. Se jubilan y no se reponen. Y en diez años no quedará casi ninguno de lo que están ahora. Me voy con cierta tristeza por esto.

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