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María López, en la plaza de Badajoz. HOY

La mujer que despeja la plaza

Extremadura en Femenino ·

María López González | Alguacililla y ganadera

MARÍA ISABEL HIDALGO

Lunes, 19 de julio 2021, 07:45

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María López González (Alconchel, 1982) puede presumir de una profesión donde las mujeres son muy poco frecuentes.

Una mujer actual inmersa en un mundillo tradición que muchos aun creen que es solo de hombres. Esta joven apasionada de los caballos y la ganadería brava ha encontrado en el mundo del toreo la manera de unir sus dos pasiones.

La tarea de alguacilillo en las plazas es algo simbólico en la actualidad, aunque como todo en el mundo de los toros se vive con la importancia que merece la costumbre de preservar las tradiciones. A lomos de su caballo, al que llama Colino, María es la encargada –junto a otro compañero– de encabezar el paseíllo que conforman los matadores y los miembros de las cuadrillas antes de comenzar el festejo.

«Antes agachaba la cabeza cuando me decían algo. Ahora saco pecho y digo: 'aquí estoy yo'»

También son ellos quienes, tras el tradicional despeje de plaza, se encargan de recoger simbólicamente la llave que debería abrir la puerta de toriles para dar paso al primero de los astados de la tarde. Un gesto que ha transcendido en el tiempo como guiño a los inicios de esta tradición.

Del mismo modo, los alguacilillos también son los encargados de entregar los trofeos a los matadores al finalizar cada faena, momento que a María le causa especial emoción. «Es una felicidad muy grande que tú puedas entregarle su trofeo a un torero que ha terminado una buena faena». Esta sensación es la que experimentó durante su debut en el albero pacense, cuando la pasada Feria de San Juan entregó dos orejas y un rabo a Antonio Ferreras.

En Mérida, donde ha comparecido la mayoría de las veces en los tres años que lleva ejerciendo de alguacililla, María ha vivido una sensación parecida. Allí entregó también dos orejas y un rabo a El Juli, su ídolo dentro del mundo del toro.

ALGUNOS DATOS

  • Biografía Tiene 39 años. Nació en Alconchel, pero vive desde los cuatro años en Trujillanos.

  • Estudios. Estudió en el Colegio San Juan XXIII de Mérida. Al término de los estudios obligatorios decidió dedicarse a su pasión la ganadería brava.

  • Profesión Su pasión por los caballos y la ganadería le ha llevado a ser alguacililla. Además dio clases de montar a caballo a jóvenes. Ha trabajado en la plaza de Mérida y este año ha debutado en la Feria de San Juan de Badajoz.

Su pasión por esta afición le llegó gracias a su pareja, que fue quien le animó a sustituirle un buen día. Él tuvo que dejarlo por una lesión de rodilla.

Antes de ser alguacililla, María ya montaba a caballo. Creció en una finca de la localidad pacense de Trujillanos, y su padre fue el que le inculcó su amor por los animales. Fue quién le enseñó a montar a caballo casi antes que a andar, afirma ella.

María hizo de esta pasión su trabajo, y llegó a dar clases de montar a niños y jóvenes. Asegura que fue una gran experiencia, porque cuando se trata de enseñar, siempre «eres tú quien aprende de los demás».

En San Pedro de Mérida estuvo un par de años dando clases de equitación. Allí además comenzó a prepararse para concursar en doma clásica a mano.

Su sueño era trabajar en una ganadería, así que dejó las clases en San Pedro y comenzó a trabajar de ganadera en una finca de Trujillanos, donde sigue estando.

Su día a día lo pasa entre vacas, cochinos y caballos; algo que siempre le ha gustado.

Muchos se sorprenden al descubrir que trabaja en el campo. Y lo mismo le ocurre cuando pisa el coso. «La gente se sorprende y me dicen cosas por el hecho de ser una mujer. Antes agachaba la cabeza. Ahora saco pecho y digo: 'aquí estoy yo'».

Tres años después de su primera aparición asegura que el ruedo le ha enseñado a hacerse respetar. Ahora sale a la plaza y la gente le aplaude y le anima.

María se ha sentido arropada por sus compañeros en todo momento. Ellos le enseñan, le animan y le apoyan.

Lo más complicado para ella es compaginar su trabajo de ganadera, con su pasión por las tardes en el albero. «El trabajo con los animales requiere mucha atención» asevera.

Por eso mismo, cada vez que debe ir a una plaza tiene que buscar a alguien para que se haga cargo del cuidado de los animales.

Familia

En este caso es vital el apoyo de su familia. Sus padres están muy orgullosos de ella y le acompañan a todas las tardes de toros, al igual que su pareja y su sobrina, que quiere seguir sus pasos.

Tres años después de su debut, confiesa que es inevitable no sentir nervios cada vez que le llaman para abrir un paseíllo a caballo. «Es lo que me ocurrió en Badajoz, había buenos toreros y estaba muy nerviosa».

A los nervios de esa tarde, se le sumaba que no iba con su caballo. Salir con un animal conocido es muy importante porque da seguridad al jinete.

En este sentido, es común que los días previos a la faena los alguacilillos acudan a la plaza para ensayar el paseíllo con los caballos, mientras hacen ruidos y se arriman a las tablas para acostumbrar al animal al ambiente que tendrá en la plaza.

A María sus compañeros la consideran una valiente, y es que desde su juventud ya apuntaba maneras. Ella, acompañada de su hermano mayor, recorría durante el verano las ferias de los pueblos buscando vaquillas que torear. Algo que ha experimentado desde pequeña, cuando en las fiestas que organizaba su padre hacían corrales para torear a las vacas. Ahora no concibe su vida lejos de una plaza y anima a todas las mujeres a las que le apasionan toros y caballos a que sigan sus pasos.

Pese a haber empezado tarde, María tiene ganas de seguir adelante, por eso mismo se está confeccionando un traje de alguacililla, que previsiblemente estrenará en Zafra durante su feria.

A sus treinta y nueve años, María sueña con seguir adelante y llegar a plazas más grandes como Las Ventas.

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