Las moscas cojoneras
Un bicho o un concepto. El Tribunal Supremo ampara esta expresión en aras de la libertad
Me repito más de la cuenta. Este mes de noviembre he sacado moscas cojoneras en tres artículos distintos. La mosca cojonera no es un bicho, ... es un concepto. Pero su elevada condición intelectual no justifica tanta reiteración ni que estos artículos hayan acabado pareciendo antes un enjambre que una columna.
En una ocasión, el apelativo lo utilicé para referirme, efectivamente, a ese insecto pesado, bobalicón e insistente. En las otras dos, lo de moscas cojoneras se refería a –personas que de forma reiterada y constante hacen oposición a algo siendo así que el que actúa se ve molestado en su actividad por quienes lo hacen –en su contra, pero no por ello ilegítimamente– como lo hacen las moscas cojoneras». Siendo el párrafo entrecomillado no de cosecha propia, sino extraído de una sentencia del Tribunal Supremo del 20 de febrero de 2003.
¿Qué sucede con las moscas cojoneras? ¿Tan importantes son que protagonizan tanto artículos periodísticos como sentencias del Supremo? Hace unos días, a raíz de uno de estos artículos con mosca dentro, se me acerco un caballero a la mesa donde tomo café muchas mañanas, en el cacereño bar El Rincón de Julio. Se trata de un local de hostelería que sirve unas exquisitas raciones de carnes ibéricas y de cabrito, Recomendado por En Salsa y con una particularidad llamativa en Cáceres, capital de la provincia de España donde menos se lee. Esa particularidad es que Julio tiene desde las siete de la mañana dos periódicos a disposición de su clientela. Algo que lo prestigia y singulariza, provocando que haya cafeteros enganchados a la prensa que visitan El Rincón y otros cuantos bares cacereños muy escogidos por una razón: no aprovecharon la pandemia para dejar a la clientela sin periódicos.
Como ven, además de repetirme, me disperso… Retomemos el hilo donde lo soltamos: un caballero se acercó a mi mesa, me saludó amablemente, pidió permiso educadamente para interrumpir mi lectura y se presentó como Máximo Pérez Muñoz, abogado. A continuación, me detalló el motivo de su acercamiento. «Escribe usted con frecuencia sobre personas o grupos de personas que son moscas cojoneras y he de advertirle que, hace años, concretamente en 1997, varias personas de la localidad de Quiroga, situada en la provincia de Lugo, a un paso de la Ribeira Sacra del río Sil, presentaron una demanda contra el alcalde del municipio porque en una televisión local los llamó moscas cojoneras por oponerse a la construcción de un club náutico y lo entendieron como un menoscabo de su honor».
Me asusté, evidentemente. Es más, pensé que aquel ilustre letrado me iba a anunciar una querella contra mis moscas cojoneras. Pero no. En realidad me tranquilizó porque me aclaró que la demanda, tras pasar por el Juzgado de Primera Instancia de Monforte de Lemos y la Audiencia Provincial de Lugo, acabó en la sala primera del Tribunal Supremo, cuyo dictamen fue desestimar el recurso de casación de los ofendidos de Quiroga.
Don Máximo me ha hecho llegar la sentencia. En ella, los magistrados argumentan que, aunque comparar a los recurrentes con parásitos que molestan a las caballerías no es de buen gusto, no se puede decir que perturben o menoscaben el honor. No creen que esta expresión tenga un contenido ofensivo y difamatorio y representa un ejercicio legítimo de la libertad de expresión. Y así, ya tranquilo y sosegado, seguí tomando mi café, leyendo el HOY y sacando a pasear a mis queridas moscas cojoneras, metáfora de mal gusto, sí, pero amparada por la libertad de expresión.
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