Mohammed, el palestino enamorado de Extremadura y sus cabras
Tiene 28 años, quiere ser pastor y acaba de terminar las prácticas en la escuela que tiene la Diputación cacereña en Casar de Cáceres y algún día espera tener su propia granja familiar
Mohammed Yasser tiene 28 años, es palestino y su sueño es hacer justicia en Extremadura con el legado de su abuelo, que tenía cabras ... hasta que los israelíes lo expulsaron de sus tierras. El deseo de Mohammed ahora es convertirse en pastor en el norte de Cáceres, y en esto está poniendo todo su empeño desde el año pasado en que abandonó su profesión de chapista. «Ser pastor no es para mí solo una profesión, es un sueño porque mi abuelo tuvo algo muy grande que perdió y yo quiero recuperarlo», proclama este alumno de la escuela de pastores Tajo-Salor-Almonte, coordinada por la Fundación Cooprado y que financia la Diputación en la localidad de Casar de Cáceres.
La historia de Mohammed fuera de su Palestina natal arranca en 2018. Él vivía en un pueblo, de nombre Kalandia que en realidad carece de identidad pues es uno de tantos asentamientos que deben improvisar cuando las tropas israelíes los desplazan. Existe un Kalandia, situado en Cisjordania entre Jerusalén y Ramala, y otro Kalandia que es un campo de refugiados establecido en 1949 por la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada tras el éxodo de palestinos de 1948. Mohammed pertenece a este último.
En su casa, situada en lo alto de un monte, han acabado viviendo entre 25 y 30 miembros de su familia entre tíos, hermanos, primos y sobrinos. Mohammed tiene un gemelo, dos hermanas mayores y otro hermano menor, pero solo él dio el paso de plantarse en España para huir de la terrible situación de su país. Lo hizo a través de Jordania hace siete años y consiguió aterrizar en Madrid tras descartar Alemania, donde tenía contactos, porque dice que se identifica más con la vida española.
«Después estuve en Zaragoza seis meses, a continuación en Segovia trabajando como chapista en la Hyundai un año y 8 meses y luego acabé en Bilbao también como chapista, que es la profesión que yo aprendí en Palestina y en la que empecé con 14 años. No fue fácil encontrar trabajo, todo lo hice mandando mi curriculum por Internet y sin saber prácticamente el idioma, pero en Segovia necesitaron un chapista y allí me fui», relata este joven que justo cuando acabó en Segovia regresó tres meses a Palestina para reunirse de nuevo con su familia. «Allí cada día que pasa la situación está peor», describe antes de contar que cuando volvió a España se instaló en Bilbao gracias a los contactos que tenía de un amigo. En ese momento Mohammed ya estaba decidido a continuar con el oficio de su antepasado. «Mi abuelo murió cuando yo tenía diez años, pero sé que llegó a tener 300 ovejas, dosmil metros en olivos, algunas vacas y varios caballos, pero lo perdió todo cuando lo echaron al monte porque allí ya no hay terreno, se quedó sin espacio para sus animales, apenas cinco o seis ovejas frente a la casa porque nos gusta».
Ya en Bilbao, Mohammed se decidió a convertirse en pastor. «Solo sabía que las granjas están en las montañas y empecé a buscar en Internet escuelas que me enseñaran, también en el Ministerio de Agricultura, pero nadie sabía nada, hasta que vi un curso en el País Vasco, pero ya había empezado y no podía entrar. Pero entonces apareció la escuela de Extremadura que está en Casar de Cáceres. Les dije que estaba muy interesado y me dijeron que estaban a punto de empezar las prácticas, pero que podía venir. Yo nunca había estado en Extremadura, pero sentí que debía ir. Además, mi padre se había puesto enfermo en Palestina y no quería perder ni una oportunidad».
Llegó el 15 de mayo
Mohammed llegó a Casar de Cáceres el 15 de mayo y gracias a una beca dispuso de una habitación cercana al lugar al que acudía diariamente a sus clases prácticas . Allí conoció a Enrique, su profesor, y a sus cuatro compañeros. «No sabía con qué animal tengo que trabajar. Empecé con cabras, luego ovejas y vacas. Y me di cuenta de que estoy más interesado más la cabras. Me han muchas cosas, por ejemplo cómo echarles la comida, cuidar a las enfermas, los productos que hay que usar o cómo tratar a las chivas de pequeñas y al final he pasado casi todos los días con cabras», explica.
Esta escuela celebra su décima edición, y que a día de hoy sigue es un referente en la región en la formación ganadera de carácter práctico y técnico. El programa de enseñanza, de 600 horas, desarrolla la parte teórica en las instalaciones de la Granja Experimental de Cooprado, ubicada en Casar de Cáceres y luego el alumnado realiza prácticas de campo en la finca Valdesequera, en explotaciones reales de la zona acompañados por tutores-ganaderos, así como en fincas modelo de entidades colaboradoras. Además, a lo largo del curso se llevan a cabo talleres temáticos como la esquila o la elaboración artesanal de queso y también se organizan visitas técnicas.
Desde su inicio en 2016, según el técnico de Fundación Cooprado y coordinador de la Escuela, Enrique Izquierdo, esta iniciativa ha formado de manera directa a más de 100 personas, de distintas edades y perfiles, interesadas en emprender en el sector agrario o en incorporarse como mano de obra cualificada en explotaciones ganaderas
Mohammed acaba de regresar a Bilbao porque el 30 de junio, dice, acabaron las prácticas. «He estado muy a gusto, no me esperaba algo así, en Extremadura son todos muy amables y han visto que estoy muy interesado porque no quería descansar y hacía prácticas también en fin de semana, no quería que pasara un día sin aprender algo». Y aunque justo ahora sigue pendiente de que lo llamen para empezar otra formación similar en el País Vasco, su plan de vida sigue estando en Extremadura y junto a los animales pues la profesión de chapista no le llena. «Si no me llaman para seguir formándome buscaré una granja para trabajar en algo que no solo será un trabajo para mí, sino mi manera de vivir y no tengo prisa por aprender. Me gusta mucho el norte de Extremadura por su clima y naturaleza. Y si algún día consigo tener una granja intentaré traer a mi familia y que mi padre trabaje conmigo cuando se ponga mejor».
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