Leyendo 'Wendy'
La última novela de Eugenio Fuentes. El placer de leer a este extremeño en casa y en el tren
No me gusta escribir críticas literarias ni prólogos. Me parecen empeños demasiado trabajosos. Además, como fui profesor de Lengua y literatura, entiendo que prologar y ... criticar libros son trabajos muy serios, que requieren comparaciones, lecturas y reflexiones con cierta enjundia, nada de escritura rápida y, desde luego, fuera las emociones y dentro el análisis, el distanciamiento y una dosis de teoría literaria.
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Así que esto no es una crítica literaria de 'Wendy', la última novela de Eugenio Fuentes, escritor de Montehermoso, vecino de Cáceres, estrella más constante que rutilante de Tusquets, celoso de su vida tranquila de provincias y colaborador dominical de HOY. Esto es un artículo periodístico más de los que escribo cada día desde 1986. Es decir, nace de las emociones, de lo que me gusta, de la inspiración provocada por un detalle, por una frase, por un acontecimiento ciudadano, por la lectura de una novela.
Una vez escribí un prólogo para un libro de poemas de mi amigo Diego González y acabo de escribir otro para un libro de naturaleza extremeña, centrado en el paraje conocido como 'Los Canchos de Ramiro', escrito por mi primo Luis Carlos. En ambos casos eran prólogos emocionales. En el de mi primo, hablo de sus padres, de la belleza de las imágenes de su libro, de la capacidad de Luis Carlos para contar y dibujar el paisaje extremeño. Como ven, nada literario, nada académico, todo emotividad, recuerdo y sensación salvo una alusión a Rafael Sánchez Ferlosio.
El prólogo para 'Mil formas de hacer la colada' (VI Premio de Poesía Ciudad de Ronda) era otro desbarre sentimental en el que me centraba en las sensaciones que había provocado en mis alumnos de la ESO la lectura de algunos de los poemas de Diego González. No era un prólogo serio ni trabajado, no me daba tiempo. Un profesor de la Complutense, cuyo nombre he olvidado para preservar mi salud mental y emocional y mi autoestima, escribió una crítica literaria sobre el libro y dedicó más espacio a ponerme a parir por escribir un prólogo tan simple que a analizar los versos magníficos de Diego González. Y lo peor es que aquel profesor tenía razón. Así que desde entonces solo escribo prólogos para la familia.
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Debe quedar claro, pues, que esto no es una crítica literaria sobre 'Wendy', la última novela de Eugenio Fuentes, sino un artículo escrito tras acabar el libro y haber disfrutado mucho. Empecé a leerlo con tranquilidad y sin pasión, como suele suceder con todos los libros, pero a medida que la narración avanzaba, me iba poseyendo y el interés llegó a tanto que decidí parar en la página 232 (tiene 500) y guardar la novela para leerla durante un viaje en tren a Galicia de 16 horas, ida y vuelta.
Antes de hacer el viaje y retomar la lectura, un crítico serio me destripó parte del libro al anunciar en un artículo la muerte de varios personajes de la novela cuando hasta la página 232 solo había muerto uno. Pero me repuse del sobresalto y lo retomé con tantas ganas que me olvidé de las muertes anunciadas. Y así, entre mi casa y el tren, he disfrutado leyendo 'Wendy' en un madrugador y renqueante Regional a las 6.10 de la mañana, en un vertiginoso AVE a Vilagarcía de Arousa al mediodía, en un Avlo agobiante –el tren de las sardinas en lata– a la vuelta y en un Alvia Madrid-Cáceres-Badajoz, que resultó ser el tren más cómodo de todo el viaje. Con 'Wendy' y Eugenio Fuentes combatí el frío de la sala de espera de Cercanías y de Extremadura en Chamartín y retorné a Cáceres entretenido y feliz. Como ven, esto no es una crítica literaria, sino una invitación a pasárselo bien leyendo una novela.
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