Historias de nuestra radio
La Voz de Extremadura. Una Emisora del Movimiento más creíble que canales de 'influencers'
A los trece años colaboraba en un programa de radio. Se llamaba Cucurucho Infantil y lo emitía La Voz de Extremadura en Cáceres, que pertenecía ... a la red de emisoras del movimiento, del Movimiento Nacional, o sea, franquismo en vena, pero más creíble que muchos canales de 'influencers' insensatos. Yo era un friki de la radio que escuchaba mientras comía esa emisora, la única que había en Cáceres, además de las marroquíes que entraban por la noche.
En la mesa camilla de casa, alrededor del brasero de gas butano, mi padre veía el Telediario, mis cinco hermanos andaban a su bola, mi madre controlaba el reparto de guisos y guarniciones, mi tía Elpidia comía y rezaba y servidor escuchaba los programas informativos en un transistor pegado a la oreja pues los auriculares, si existían, no habían llegado a Extremadura.
La Voz de Extremadura y todas las emisoras de España conectaban a las dos de la tarde con el parte de Radio Nacional. Qué cosas, casi 40 años después de la guerra, los informativos seguían siendo partes, aunque se eliminara el apellido: de guerra. En aquella emisora, había un programa llamado Cáceres Tres Menos Cuarto que era un intento de información municipal libre. Hacían lo que podían, pero gustaba escuchar críticas a las obras inconclusas y a los gestos incívicos. Había una sección llamada 'Sabía usted que…' con un formato que hoy funcionaría como un tiro. Era una especie de gacetilla que recogía hipótesis, rumores ciertos y mensajes tan crípticos como críticos que había que interpretar. Yo, con trece años, no me enteraba de nada, pero me encantaba aquella sección.
Y después, la apoteosis informativa: Tomás Pérez y sus Micronoticias Deportivas. Tomás era mi ídolo infantil, ni Matías Prats ni ningún otro. Tomás Pérez era el más grande. Cuando iba a ver al Cacereño, me fijaba más en él, asomado a una cristalera de un edificio contiguo al estadio para radiar los partidos, que en el propio fútbol. Al volver a Cáceres años después de vagar por España, lo primero que hice fue ir a entrevistarlo. A otros les encantaría entrevistar a Messi o a Trump. A mí solo me emocionaba preguntarle algo a Tomás Pérez y cuando lo hice, sentí que se cerraba una etapa que comenzó con Cucurucho Infantil y culminaba en aquel chalet de Sierra de Fuentes, donde Tomás descansaba y se bañaba en una piscina preciosa abierta al vacío y al horizonte que, años después, sería imitada en mil hoteles y bautizada como piscina infinita.
El jueves pasado, la radio española cumplió cien años y me acordé de aquel Cucurucho Infantil de La Voz de Extremadura en el que colaboraba como redactor deportivo. Mis padres me habían regalado un magnetofón tras aguantar durante años mis mañanas en la cama con fiebres tifoideas, muy comunes en Cáceres por el agua pútrida con que se regaban las verduras locales, escuchando a Nani Bejarano y a Polito, dos locutores ocurrentes y divertidos, dos genios capaces de sostener un magacín mañanero llamado Radio Polluelo. ¿A quién se le ocurriría ese nombre?
Mis padres aguantaban Radio Polluelo por la mañana, la comida con las noticias, los discos dedicados de sobremesa, muchos de ellos solicitados por las chicas de alterne de Obispo Galarza, que solo tenían autorización de las madamas para salir del lupanar si iban a la radio a dedicar coplas de Lolita Sevilla… Y el Cucurucho Infantil de la tarde, que emitía mis entrevistas a jugadores de mini básket. En las fotos de la época, tengo pinta de muchachino repelente, pero como me faltaba un brazo, se me perdonaba todo. Y así, perdonándome, perdonándome…
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