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Ana Fernández-Sesma Cordón en el laboratorio de Nueva York en el que trabaja. HOY

La estudiosa de los virus

EXTREMADURA EN FEMENINO ·

Ana Fernández-Sesma Cordón | Catedrática de microbiología y enfermedades infecciosas

A. GILGADO

Lunes, 22 de junio 2020, 08:46

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Terminó Biología en Salamanca y se fue a Estados Unidos. A su marido le ofrecieron una plaza al otro lado del mundo al acabar la tesis y ella le acompañó.

Le tocó partir de cero. Empezó trabajando gratis y después se doctoró tras investigar el comportamiento del virus de la gripe. Hoy es catedrática de microbiología y enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina del Hospital Monte Sinai de Nueva York.

  • Cáceres Nació en Cáceres. Su madre procede de Fuente de Cantos. Vivió en Béjar y estudió Biología en Salamanca. Tras acabar la carrera se mudó a Estados Unidos.

  • Nueva York Es catedrática de microbiología y enfermedades infecciosas en un laboratorio en la Facultad de Medicina del Hospital Monte Sinai de Nueva York.

  • Investigación El laboratorio de Fernández-Sesma estudia la inmunidad innata por virus de interés para la salud humana. El área principal es el dengue, el virus trasmitido por mosquitos. También estudia la interacción de la gripe con las células inmunes humanas.

Ana Fernández-Sesma Cordón nació en Cáceres. Procede de Fuente de Cantos y tiene familia repartida por Cáceres, Fuente de Cantos, Mérida y Béjar, en la provincia de Salamanca.

ALGUNOS DATOSEn Estados Unidos partió de cero y hoy dirige investigaciones en la Facultad de Medicina del Hospital Monte Sinai de Nueva York

Extremadura, recuerda, forma parte de los viajes y vacaciones de su infancia. No viene todo lo que le gustaría, pero mantiene un estrecho contacto con la familia. Ni tan siquiera ha perdido el acento.

Ahora dirige un laboratorio en el que desentraña la respuesta inmune a los virus del dengue, la gripe o el zika. También ha estudiado el VIH y en los últimos meses con el coronavirus. «Es una relación que parece que siempre vuelve al punto de partida. El virus necesita al huésped, pero el huésped también necesita conocer al virus para controlarlo. Si conocemos sus puntos débiles podemos enfocar tratamientos y vacunas».

Y en eso anda estos días que todo el mundo ha puesto la lupa sobre los virólogos. «Ahora nos reclaman de todos los medios para saber cómo es nuestro trabajo». Firme defensora de la ciencia como desarrollo. «Si dotamos de infraestructuras necesarias y sostenibles a los investigadores se generaría más riqueza que con el turismo, pero no podemos tener a investigadores con contrato precarios y después exigirles respuestas inminentes».

El problema, explica, viene por el desconocimiento de la sociedad al trabajo que se hace en los laboratorios.

Siempre sintió curiosidad por la medicina. Forma parte de una generación con padres que siempre animaron a sus hijos a no desaprovechar las oportunidades porque muchos de ellos no pudieron ir a la universidad.

Su camino era la ciencia y le costó decidir entre biología o medicina. «No tienes un contacto directo con los pacientes, pero sí puedes hacer algo con un impacto más general, por eso me gustó tanto». Confiesa que en España quizá su carrera hubiera ido por otro camino. «Casi todos mis compañeros de promoción son profesores de instituto, yo supongo que lo hubiera intentando pero también me habría doctorado, siempre me ha motivado investigar».

El sistema de Estados Unidos difiere del español. Hay menos apego a una universidad, lo habitual es que cada profesor pase por varios destinos distintos y habitualmente tenga sobre la mesa opciones para cambiar. «En Estados Unidos se mide sobre todo la productividad, no existe la idea de la plaza fija, puedes ser catedrático y ser despedido si no sacas proyectos adelante, pero como hay más opciones, no se ve como un drama irte de un sitio o dejar el ámbito académico, tienes más alternativas». Ana no es de las que se ha movido mucho. Sigue en el mismo departamento y en la misma facultad en la que empezó a doctorarse.

Una excepción dentro del modelo americano porque encontró mentores que siempre confiaron en ella. «He trabajado con gente que te saca de tu zona de confort y te ayuda a conseguir metas que tú pensabas que no ibas a superar nunca».

Ahora es ella la que dirige los equipos. A la puerta de su laboratorio llaman doctorandos y aspirantes a posdoctorado de todo el mundo. «A los que han tenido menos oportunidad siempre les digo que la aprovechen cuando entran aquí, que entiendan que se encuentran en una plataforma para dar el siguiente paso y trabajen para eso». Ve en las nuevas generaciones más desparpajo para moverse en los circuitos académicos.

Antes, compara, solo podías hablar con algún experto si tenías la suerte de coincidir en un congreso o en algún evento extraordinario, ahora las redes sociales son las nuevas cartas de presentación. Anima a las jóvenes con vocación científica. «Si tienen claro que es lo que les gusta, no deben dejarlo».

Por lo que ha visto, las mujeres lo tampoco tienen más fácil al otro lado del Atlántico. No hay diferencias a la hora de licenciarse o doctorarse, el problema viene en escalones superiores. «Cuando coincide con los embarazos muchas mujeres se quedan atrás porque no les compensa los cambios de residencia o condiciones laborales y todavía son ellas las que llevan el peso familiar».

En un país con la baja maternal de seis semanas, espera que con el tiempo, a la hora de valorar los curriculum académicos, se tenga en cuenta que si una mujer ha publicado menos que un compañero quizá ha tenido que dedicar más tiempo al bebé que el padre, pero no porque tenga menos capacidad profesional. «En Estados Unidos nos encontramos en una situación similar a España, las mujeres con cátedra son minoría, ronda el diez por ciento o poco más».

Intuye que las empresas todavía no han superado el prejuicio implícito a la hora de contratar. Creen que una mujer va a tener más complicaciones familiares que un hombre.

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