La banda de forajidos que cayó por comer jamón
En Usagre en 1915 ·
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En Usagre en 1915 ·
Un grupo de delincuentes que asolaba la provincia entró de noche en la casa de un rico de la localidadA principios del siglo XX la prensa extremeña informaba sobre robos en la zona de Llerena y Fuente de Cantos. Tras estos delitos había una ... banda que cometió infinidad de tropelías y cayó por comer un jamón tras cometer un asesinato.
La captura de la banda de Vilches, el apellido del líder, no fue nada sencilla. El caso se alargó desde 1915 hasta 1922, e implicó seis detenidos, tres juicios y varias muertes.
La prensa apodó al grupo que iba al mando de Vilches como los «apaches» por la brutalidad de sus robos. «Era una cuadrilla numerosísima que sembró el pánico en los distritos de Llerena y Fuente de Cantos donde la propiedad privada sufrió tremendos ataques. Los 'negocios' de la banda se sucedían sin interrupción», contó el periódico Correo de la mañana.
Este mismo diario informó de la caída de parte de la banda por un crimen brutal. El 10 de abril de 1915 sus vecinos echaron de menos a León, un residente de Usagre que vivía solo en un caserón. Era un hombre acomodado y famoso por ahorrar. Al entrar en su vivienda lo encontraron torturado y asfixiado con una soga.
La investigación determinó que el crimen había sido cometido por un grupo de personas que atacaron al vecino, lo remataron y luego registraron la casa para robar objetos y dinero. Se entretuvieron además comiendo lo que encontraron de la cocina. Eso les condenó. Comieron jamón, y uno de ellos comentó en una taberna que había probado este manjar. Fue la pista que necesitaba la Guardia Civil para hacer caer a la banda.
Fueron detenidos dos hombres, Elías Vilches, y Juan Francisco alias 'Martito'. También sus dos parejas, María del Carmen y Victoria.
El juicio por la muerte de León se celebró en 1917 en Fuente de Cantos. Las pruebas eran abrumadoras. El Fiscal mantuvo que los cuatro habían participado en el crimen. Usaron un instrumento para abrir un agujero en la puerta de madera de la casa, uno metió la mano y fue capaz de dar la vuelta a la llave que cerraba por dentro este acceso.
Los asaltantes se encontraron con su víctima en un salón y «se abalanzaron todos sobre él». «Lo martirizaron horriblemente y , por último, echáronle al cuello una soga con un nudo corredizo y tirando de los extremos de aquella lo mataron por estrangulación», según mantuvo el Ministerio Público.
Una vez asesinado, «el cinismo de los asesinos llegó a tal extremo que se ocuparon tranquilamente en consumir unas viandas que encontraron y en desvalijar la casa del infortunado León». En total se llevaron 10.000 pesetas además de otros objetos que se repartieron posteriormente.
Todo esto se debatió en un juicio en el que los acusados negaron los hechos. Solo Victoria se libró. Los miembros del jurado consideraron que era inocente, pero los dos hombres fueron condenados a cadena perpetua y María del Carmen a ocho años de internamiento.
El caso dio un giro inesperado al día siguiente del juicio. Los tres condenados pidieron hablar con el juez y el fiscal, que se desplazaron a la cárcel para saber qué necesitaban. Su testimonio fue sorprendente. Confesaron los hechos que el día antes negaban y añadieron que había dos autores materiales más del crimen que nunca habían sido detenidos. La confesión, aseguraron, era para tranquilizar sus conciencias.
Los implicados eran Felipe Gómez y Segundo Galea. Dos años después del crimen, los investigadores se lanzaron a detenerlos, pero la suerte fue irregular. El primero había fallecido. El segundo sí fue arrestado, lo que supuso una sorpresa para sus vecinos porque se había rehabilitado y en esos momentos era un tranquilo agricultor.
La historia de Segundo fue muy comentada en la prensa, que lo calificó como un hombre de «mal vivir» que trataba de redimirse cuando lo identificaron como un asesino.
Este hombre, natural de Feria, era de familia humilde «pero honrada», según narró la biogradía que le hizo un cronista del Correo de la mañana. Sin embargo, desde niño, comenzó a comportarse mal. No iba a la escuela y se escapaba de casa, lograba que le diesen de comer en las casas de otros vecinos. «El niño vagabundo, como otros tantos, crecía en el arroyo, dormía en los muladares, comía lo que hurtaba en otras ollas y no conoció la escuela. Llegó a los quince años y cometió su primer delito». Tras ser detenido por robo de aceite fue entrando y saliendo de la cárcel por distintos delitos, incluidas varias estafas.
Según destacó la prensa, Segundo solo llevaba unos meses fuera del presidio cuando se unió a la banda con la que cometió el asesinato de León. El suceso debió impactarle o darle los fondos que necesitaba porque fue en 1915 cuando dejó la vida criminal, se compró unos olivares y volvió a su pueblo natal como un vecino más.
Tras su detención en 1917, este vecino fue juzgado en 1920 en la Audiencia Provincial de Badajoz con la intención de cerrar de una vez en caso del asesinato de Usagre. En la primera sesión del juicio declaró y afirmó que no estaba en la localidad durante el crimen. Sin embargo la Fiscalía rebatió su coartada. Dijo que estaba en un tren a Huelva, donde tenía negocios, pero se demostró que ese día el tren que salía solo llegó a Zafra.
El juicio de 1920, sin embargo, no se pudo terminar porque el abogado defensor enfermó en la segunda sesión. Se fijó una nueva vista para principios de 1921, pero volvió a posponerse y nunca se celebró. Segundo murió en la cárcel y así terminó la historia de la banda.
Curiosamente el de Usagre no fue el único caso de la Crónica Negra de Extremadura que vincula un asesinato brutal y un jamón. En 1927 en Usagre una anciana adinerada apareció degollada. Había sufrido, además, otras mutilaciones horribles. Tras su muerte el autor o autores de este hecho se entretuvieron comiéndose una jamón que había en la casa, casi lo terminaron.
El caso de Berlanga, sin embargo, quedó sin resolverse. La presión popular provocó que se detuviese a cuatro personas, pero fueron puestos en libertad al comprobarse que no eran los autores. La prensa incluso vinculó el asesinato de esta anciana con otro en Jerez de los Caballeros ese mismo año, también contra un hombre mayor y adinerado. Se investigó la posibilidad de que hubiese un asesino en serie de personas ricas pero, a diferencia de la banda de Vilches, este caso quedó sin cerrar.
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