Antonio Garzón, bodeguero en Pajares de la Rivera: «En el vino, mandan ellas»
Empezó haciendo vino en su garaje y hoy comercializa 20.000 botellas
Antonio Garzón Simón (Torrejoncillo, 1957) empezó haciendo vino en el garaje de su casa, en el residencial cacereño R-66, y ha acabado montando una ... bodega con capacidad para 60.000 litros en Pajares de la Rivera, un pueblecito de regadío con 20 casas en el término municipal de Riolobos. Su padre tenía una finca en Torrejoncillo y lo convenció para que en ese terreno, en lugar de hacer una piscina, plantara viñas. Coro, su esposa, fundamental en esta historia, y nuestro protagonista apostaron por la variedad tempranillo y compraron los derechos de cinco hectáreas de viñedo. Antonio es licenciado en Farmacia.
Hasta hace seis años, ejerció como representante de farmacia, pero en cuanto entró en el mundo del vino, su vida cambió. En el año 2000 se matriculó y graduó en Enología en Badajoz. En esa época, ya hacían vino en el garaje. Llegaron a elaborar 10.000 litros. En 2008, lo empezaron a vender legalmente con el nombre de Pajares de la Rivera y hoy está en el mercado con el nombre de Dehesa Vieja (entre 10.000 y 15.000 botellas de tinto tempranillo 14 meses en barrica de roble americano), Dehesa Vieja Mansaborá (8.000 botellas de tinto tempranillo 22 meses en barrica de roble francés) y Entre Luces (2.000 botellas de blanco de uva tinta tempranillo).
–¿Todo esto desde un garaje?
–No pensaba que iba a llegar a tanto cuando empecé en el garaje de casa. Mi padre me animó a plantar viñas diciéndome que me lo pasaría bien los fines de semana y bebería mi propio vino. Fuimos creciendo poquito a poco. Ya tenemos depósitos para 60.000 litros y el objetivo es llegar a 100.000. Tener una bodega es súper creativo.
–Habla en plural, pero está solo.
–Coro, mi esposa, murió hace dos años y medio y mis hijos son profesores de pádel en Sicilia. Hay que vendimiar, podar y tratar 12.000 plantas, llevar la dirección técnica de la bodega, comercializar en Extremadura, Madrid, Bilbao, Barcelona, Amsterdam y Osaka, aunque tras la pandemia, me centré en el mercado nacional. Para algunas labores en el campo, contrato a gente, si no, sería imposible.
–¿Su vino tinto?
–El color es brillante, un tinto rojo cereza con una tonalidad un poquito azulada, rubí. En nariz, es un vino muy franco, muy agradable, salen enseguida los aromas de madera y afrutados, frambuesa. Al final, queda un poco de vainilla y torrefactado. En boca es muy equilibrado, con un tanino muy justo. Es un vino con cuerpo, en el retrogusto vuelven a aparecer la vainilla y la madera. Tiene un posgusto muy largo y permanece mucho tiempo en boca. Algunos entendidos, cuando prueban este vino, dicen que les recuerda más a un Ribera del Duero o a los vinos modernos de Toro que a un Ribera del Guadiana.
–Remedando aquel anuncio de brandy, ¿los blancos no son cosa de hombres?
–A Coro le gustaba mucho el Sauternes, un vino natural con un puntito de dulzor y me decía que si no podría hacer un blanco con ese punto. Empezamos a elaborarlo en 2013 y conseguimos uno seco primero y un semidulce después, con uva tinta tempranillo, algo poco común. Se llama Entre Luces. El mercado está aburrido de tanto tinto y la globalización está consiguiendo que sean iguales en casi todos los sitios. Ya buscamos blancos que sean exquisitos, delicados. Los expertos despreciaban los vinos blancos porque decían que eran de mujeres, pero en el vino mandan ellas, beben vino blanco y todos estamos haciéndolo.
–¿Además de vino?
–Tenemos mermelada de vino. Hemos elaborado un sorbete para postre. Estamos investigando su conservación antes de empezar a venderlo. Vamos a sacar un rosado Dehesa Vieja SondeRosas con aroma a rosas y frambuesas.
–¿Turismo enológico?
–Organizamos jornadas gastroenológicas. Tenemos una carpa en el patio de la casa-bodega, aquí en Pajares. Vienen grupos, conocen la bodega y el vino, asamos cochinillos y otras carnes en horno de leña, preparamos cocidos en ollas de barro.
–Todo esto sin su mujer.
–Coro llevaba las relaciones, las gestiones comerciales y bancarias, el papeleo… Era inteligente, una gran relaciones públicas con una memoria formidable. Daba más de lo que se esperaba de ella. El día que murió, no había sitio para tantas flores. Este proyecto lo hice porque le gustaba a ella. Era esencial, el corazón de la bodega. Pero bueno, el tiempo pone las cosas en su lugar.
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