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Ángel Sastre (2º izq) junto a unos amigos ayer en Guadalajara
«Echaba de menos despertarme sin miedo»

«Echaba de menos despertarme sin miedo»

Tras diez meses de secuestro, el periodista extremeño Ángel Sastre recupera poco a poco su vida junto a su familia en Guadalajara

Rubén Bonilla

Miércoles, 11 de mayo 2016, 00:29

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299 días con miedo. Este es el tiempo que ha pasado el dombenitense Ángel Sastre, junto a Antonio Pampliega y José Manuel López, desde que fuera secuestrado el pasado 12 de julio en la ciudad siria de Alepo.

El reportero de guerra habla todavía con la voz entrecortada, aunque asegura que se encuentra bien físicamente y en alerta en lo anímico. «Ahora estoy bien, con el subidón de adrenalina de ver a la familia, pero no olvido que ha sido una experiencia muy traumática y voy con pies de plomo. En estos casos no sabes cómo va a funcionar la cabeza y en cualquier momento puede venir un bajón anímico», indica. Por el momento no ha precisado de ayuda de psicólogos, muy normal en experiencias traumáticas.

Sastre cuenta que durante su vida en los 15 metros cuadrados de la habitación se añora prácticamente todo lo que uno no valora en su día a día. «Extrañaba todo: mi familia, amigos, mis crónicas. Y dormir en mi cama y no en un colchón tirado en el suelo, y sobre todo, despertar sin miedo. Por el día los monstruos internos te machacan, pero al llegar la noche esos monstruos crecían y al despertar..., todo sigue igual», señala.

Sobre el momento de la liberación recuerda que había movimiento aunque no sabía qué iba a pasar, ya que les habían trasladado hasta seis veces de casa. «No piensas que te van a liberar para no llevarte más decepciones. Hasta el último momento no sabíamos que íbamos a ser liberados. Si le das muchas vueltas piensas que te van a trasladar, que te van a vender. Llega un punto en que solo te centras en tu rutina del día a día, que era estiramientos, escribir y ver la tele cuando encendían el generador», rememora el periodista.

Escribir para olvidar

Ángel cuenta cómo el escribir le ha ayudado mucho estos diez meses. Sus secuestradores les dieron cuadernos para tenerlos entretenidos y el extremeño hizo crónicas como si estuviera trabajando, pensó en proyectos para la tele, en posibles artículos para su blog. «Escribía para no tener la sensación de estar perdiendo el tiempo y al ver movimiento me guardé los papeles en el bolsillo. Uno de los secuestradores me los quitó, le pedí que por favor me los dejara y me dijo que luego. No los volví a ver», indica con pesar.

En este tiempo le ha dado mil vueltas a todo. Ángel también se acordó de la entrevista que le hizo HOY cuatro meses antes de su secuestro, titulada Vacaciones en la trinchera. «Estando encerrado me acordé de la entrevista que me hicistéis. Y piensas: quién coño me ha mandado a meterme aquí. Entonces te respondes solo lo que le has dicho a tus amigos mil veces. Porque hay que informar de la violencia que sufre la población civil, que ya han muerto 300.000 mil personas... Ojo, que también me gustaba hacer reportajes de ferias y comerme un jamón como hacía cuando trabajaba en Localia Don Benito, pero tengo esa vocación de mostrar el dolor y el drama humano que no quieren que se vea», señala convencido de su trabajo.

El extremeño reivindica su profesión y cuenta que sus captores les preguntaron que qué hacían en Siria y al explicarle sus motivos no los creían. «Nos decían que no era nuestro país, que por qué nos arriesgábamos. Cuando les dijimos lo que nos pagan por crónica no se lo creían, decían que estábamos locos. Un secuestrador me dijo que me casara, tuviera niños y buscara un trabajo normal», revela. «Y yo pensé, como el tuyo», ironiza.

En busca de nuevos destinos

Sastre señala que, pese a lo vivido, está deseando volver a contar historias, pero tacha Siria del mapa de sus próximos destinos. «Es imposible. Nosotros duramos dos días, en estos momentos hay 26 periodistas secuestrados en Siria. Yo no estoy loco y hay muchos países en los que desarrollar mi trabajo, pero no quiero dejar pasar la oportunidad para decir que aunque ahora el foco mediático está en nosotros, lo importante es la gente que se queda allí. Hay personas que viven desde hace cinco años con sufrimiento y miedo allí y nadie hace nada», remarca.

La familia no le reprocha ni le dice nada, aunque Ángel se siente en deuda con ella. «Piensas mucho en ella, principalmente en mi madre, ya que sabía que mi padre es más duro. En el avión venía acicalándome para que me vieran bien, desde la ventanilla buscaba el rostro de mi madre porque era mi principal preocupación y pronto me quedé tranquilo. Se ha comportado como una jabata extremeña, de Alburquerque», finaliza.

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