Aromé es un local luminoso con una formidable selección de vinos y una carta con platos atractivos

Aromé abrió mes y medio antes de la pandemia, pero aquellos malos principios han devenido en un presente interesante. De su cocina, salen platos que merecen la pena como sus espárragos trigueros delicados y distintos, la sugerencia marina de su chop-suey de langostinos o unos postres muy conseguidos en los que el caramelo, el toffe, la torrija o el toque de crema catalana convencen y deleitan. Al menos, al crítico Don Poleo le gustó.

En Aromé, la carta de vinos ofrece 100 referencias, cada botella con su foto, muy bien escogidas con 27 D.O. y el toque curioso de una sidra normanda. El servicio es eficaz y desenfadado, la vajilla turca es bonita y la cristalería y los detalles completan un conjunto tan acogedor como informal.

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