'La Vieja' guisa en el casco antiguo de Cáceres
Juan Arroyo, de la Cacharrería, apuesta en su nuevo restaurante –cercano a la estatua de Leoncia– por el comercio local y los productos de temporada
«Juanitoooo, ¡cómo está esto!». Se escucha en La Vieja un lunes cualquiera a las tres de la tarde. Es un cacereño el que grita amistosamente este piropo a Juan Arroyo Lozano, que se encuentra accesible en una cocina abierta guisando sin parar.
Se trata del nuevo proyecto de los dueños de La Cacharrería, abierto hace tan solo un par de meses en la calle Rosso de Luna, a un minuto a pie del mítico monumento de Leoncia Gómez. «Esta señora es un icono de Cáceres, todo el mundo se hace fotos ahí y quiere un recuerdo de ella, por eso, en un homenaje, le hemos puesto La Vieja a nuestro restaurante», explica un dicharachero Juan. Además, el mismo escultor, José Antonio Calderón, les está fabricando una réplica para su local.
Tras quince años en La Cacharerría junto a Alberto Barroso, han decidido ampliar la familia con este local coqueto, con capacidad para poco más de 30 personas, pero para eso han tenido que separarse físicamente, ya que mientras que Alberto continúa en el primer negocio, Juan es el alma máter de La Vieja. «Lo hemos hecho para darle otro aliciente a la ciudad y a su casco histórico, del que somos firmes defensores y teníamos ganas de tener presencia».
La propuesta gastronómica no tiene nada que ver. La Cacharrería ofrece tapas en un ambiente distendido e informal. Sin embargo, en La Vieja se sirven raciones en platos grandes y predominan las recetas clásicas. «He escuchado siempre a la gente en La Cacharrería pedirnos cuchareo, pues ahora lo tenemos aquí. Queremos recuperar lo tradicional para el turista y el cacereño, que se está perdiendo», apostilla. El lunes tuvo un frite que triunfó.
Además de los guisos y mucha casquería, en su carta no faltan algunos fijos como el bacalao dorado, un tartar de atún, una tabla de quesos extremeños o unas buenas anchoas, entre otros. Sin embargo,Juan asegura que la cocina es tan pequeña que no tiene cámara congeladora, por lo que cada día va al mercado y cocina con lo que se encuentra. «Voy a la pescadería Salgado, al Tambo, al Siglo a por las chacinas... Y cambio la carta todas las semanas. De hecho, la tengo hasta escrita a mano». De sus fogones salen habitualmente fabes con morro, lengua estofada, callos con garbanzos, oreja de cerdo a la plancha e incluso platos por encargo.
Juan, que en realidad estudió Historia del Arte, es un cocinero autodidacta, pero con las cosas muy claras y un gran sentimiento de gratitud. «La vida me ha tratado muy bien, estoy muy feliz y me siento muy querido por los cacereños», confiesa mientras recuerda cómo a nadie le gustaba el nombre de La Cacharrería, pero él se empeñó. «Hemos creado un estilo de comer. Además, me gusta mucho cuando los clientes me dicen que venían de jóvenes y ahora traen a sus hijos».
También sirven desayunos
En La Vieja se están definiendo todavía. Abren a diario –excepto el domingo– en horario de desayunos y comidas. Así mismo, ofrecen cenas los jueves, viernes y sábados, y estos días no cierran por la tarde, para que los clientes puedan alargar la sobremesa todo lo que les apetezca.
En cuanto a los desayunos, hay algunos más especiales como huevo revuelto; yogurt natural con fruta, avena y muesli; croissant con jamón york y queso a la plancha...Por supuesto, no faltan las tostadas.Tienen las sencillas y algunas más contundentes, como la de manteca de patatera con miel, parisina con huevo o caldillo, para la cual ha hecho un estudio de mercado, probando todos los que ha podido y seleccionando el que le parecía mejor. Sin embargo, su tostada preferida es la de mantequilla trufada, hecha por él.
«El otro día vino a una señora a probar nuestras migas porque decía que había oído por la Cruz que estas eran las mejores de Cáceres y yo me puse contentísimo, la verdad, así que ojalá cojan fama», cuenta este cacereño de adopción y conversación eterna.