El manantío
Memorias de un cazador de menor
SALVADOR CALVO
Lunes, 7 de octubre 2024, 12:28
Jara de Morales, entre la rivera de Fresneda y el arroyo de Valdealosa. Huerto de los Morales, rodeado de pared de piedras de granito. En una esquina, el manantío. Dícese manantío en habla local o coloquial, y entendemos que generalizado, manantial. Una fuentecica, al fin y al cabo. El estío, el estiaje, septiembre, la vendimia y la recogida de las almendras de los mil almendros de Jara de Morales. En la casa de campo, la familia del tío, y servidor, su sobrino, un adolescente barbilampiño y bisoño. Comíamos y cenábamos los conejitos que el tío y su perro 'Minero' cazaban por los alrededores de la casa.
Aquella tarde salí con él y en mis manos la escopetilla de 12 mm. «Cuidado con esa, no se te escape algún tiro» me advertía el tío. Entre el brocal del pozo, camino del vivar de la Laureana, y el manantío pasó la tortolita volando, directa al charquero del agua. ¿Cómo sería lo que fue? Pues fue. Alcé la escopetilla. No sé si apunté, pero la dirigí hacia el vuelo de la tórtola. Y apreté el gatillo. Se desplomó absolutamente muerta. Algo brilló en el fondo de mi razón, de mi corazón o de mi entendimiento. Había abatido mi primera pieza de caza. La vida por delante. Definitiva y resueltamente… la caza.