El Cacereño obliga a Julio Cobos a replantear su discurso

Sin renunciar a otras metas ni desechar la ambición, pero alejándose de euforias de artificio que distrajeran durante la marcha. Con esa consigna, el conjunto verdiblanco se fue proveyendo de argumentos, infundió respeto por su seriedad y solidez y, sobre todo, cargó su zurrón de puntos para poner tierra de por medio con el descenso.

A nivel de probabilidades, todo apuntaba a que este Cacereño evitaría la quema sin muchos apuros a tenor de la plantilla, del rendimiento, la evolución del grupo y el inquilino del banquillo, que ha cumplido 196 encuentros dirigiendo al Cacereño en esta segunda etapa, firmando más de un 50% de victorias, 100, sumando además 55 empates y 41 derrotas. Lo meritorio es la celeridad con la que ha ido quemando etapas en un objetivo que se antojaba casi como un imperativo. Al menos a priori, pero que se lo pregunten al Sanse, enmarañado en la zona baja e incapaz de sacar la cabeza pese a ser uno de los aspirantes a luchar por el ascenso tras disputar esa fase el curso pasado. Entre quienes daban pábulo a esa cábala se encontraba el propio preparador extremeño, «al principio de la temporada hice una predicción de los equipos que podían estar en la zona alta y el Sanse era uno de ellos, a veces el fútbol es impredecible, tienen buenos jugadores pero no han sido capaces de que el equipo funcione».

Así se refería a la escuadra madrileña, a la que su equipo venció este sábado 1-3. Otro caso similar, aunque más extremo, es el del Atlético Paso, que también se metió entre los cinco primeros en la 2023/24 y que ha sacado un abono de temporada en el farolillo rojo, puesto que ha adquirido en propiedad y que con casi toda seguridad ocupará hasta el final.

Ambos ejemplos son muletas empíricas que sostienen la cautela que tanto ha enarbolado Cobos desde los albores de la campaña. Porque era consciente de que el bache llegaría (los obstáculos son consustanciales al camino), por mucho que transitaran por una senda de vino y rosas que se extendió durante más de dos meses y medio, en los que el paladar verdiblanco borró de su hemeroteca cognitiva el sabor de la derrota. Pero regresó con dos tazas consecutivas frente al Melilla y el Guadalajara y el trago amargo se les atragantó hasta engurruñar su juego, menos limpio, embarrado por unas dudas que les restaron fluidez en la posesión y en las transiciones, inaugurando una pasajera crisis de identidad. Fue efímera porque una de las mayores cualidades de este Cacereño es la madurez, la capacidad para gestionar los golpes, digerirlos y salir a flote. En un momento de menor esplendor firmó unas tablas con el Talavera, segundo, y dio un golpe de autoridad frente al Tenerife B, rival directo, reseteando su hoja de ruta con un acelerón (3-1) que ha permitido meterle seis puntos a los canarios, que marcan la frontera de los puestos de privilegio.

Y, ahora sí, el discurso es otro. Los bajos fondos quedan en una dimensión paralela ajena a los desvelos de los cacereños, cuyo GPS calcula la ruta más óptima para amarrar una plaza de Copa del Rey y pelear por promocionar a la categoría de bronce. Su entrenador declina mencionar las cotas hacia las que dirigen sus miradas, pero da por hecha una salvación que ni un cataclismo de proporciones bíblicas podría impedir, «hemos conseguido el objetivo de principio de temporada y ahora a ver qué somos capaces de hacer. Semana a semana, no ir más lejos y a ver para qué nos da en los partidos que quedan», decía Julio Cobos, con una consigna calcada a la que recitaba su capitán casi de manera simultánea, «a partir de aquí, mirar hacia arriba y a ver hasta dónde podemos llegar», predicaba Clausí, goleador en el último compromiso.

Son 27 los puntos que quedan en litigio, con duelos de mucha exigencia contra adversarios con los que comparten intereses, como Getafe B, Rayo Majadahonda y un Coria que se ha metido en la pomada, con los respectivos 'golaverages' aún por dilucidar; aunque ya sin huesos en el horizonte del calibre del Guadalajara o el Talavera.