El Cacereño vuelve a respirar un aroma rojiblanco con aires de hace 40 años
Los extremeños se encomiendan a una noche épica de 1982 en la que hicieron sufrir al Atlético de Luis Aragonés en la primera ronda de la Copa
Cuando de la urna emergió la papeleta del Cacereño el pasado miércoles, los aficionados de viejo cuño desbloquearon un lejano recuerdo rojiblanco. «¿Cuándo fue?», ... trataban muchos de desempolvar del baúl de sus memorias aquel álbum bajo el título de Copa del Rey que ha ido adquiriendo lustre con el paso de los años. El 15 de septiembre de 1982 quedó fijado como efeméride ilustre por la visita de todo un insigne del balompié nacional, el Atlético de Madrid, en la primera ronda del torneo del KO, que se dirimía a doble partido.
El Príncipe Felipe acogió la ida ante un equipo dirigido en su segunda etapa en el banquillo por Luis Aragonés. Los extremeños, que militaban en Tercera División, habían disfrutado en fechas recientes de cruces contra el Rayo Vallecano y el Zaragoza, pero aquella cita eran palabras mayores. El lleno en el feudo verdiblanco estaba asegurado y la expectación generada permitió a las arcas del club embolsarse una cifra hoy irrisoria pero jugosa para la época, alrededor de dos millones y medio de pesetas.
Sumergiéndose en publicaciones de la víspera del choque, parece alegórico y artificial, en contraposición al hermetismo actual, que Santos Bedoya, técnico del Cacereño, desvelara casi íntegramente la alineación de cara a ese partido, en la que aseguraba la titularidad de un jovencísimo Manolo Sánchez que, tras marcharse el curso siguiente al Murcia y pasar por el Sabadell cedido, inauguraría un periodo glorioso en el Vicente Calderón desde 1988 a 1995.
Era una noche calurosa en el interludio tardío entre el estío y el otoño, con unas gradas abarrotadas y pletóricas. Henchido de motivación, el Cacereño cuajó una actuación memorable ante un Atleti con un once casi de gala, más allá de la inclusión de hombres como Marian o Clemente. Las rotaciones, ese aditivo transgénico prefabricado para sostener un fútbol moderno cebado, no tenía la vigencia del presente. El 'Sabio de Hortaleza', aún en periodo de ilustración de su librillo, no se fiaba de su contendiente y el escenario. Y la realidad le dio la razón no solo en esos 90 minutos, sino en los 210 que duró la eliminatoria. Pronto comprobó el empuje de los verdiblancos porque en el minuto 4 un disparo de Parra se estrelló en la base del poste con Mejías batido. La disciplina táctica de los locales obligaba a Marian y Pedraza a permutar sus posiciones, pero los madrileños no eran capaces de encontrar una vía de fuga por la que inquietar a su rival. Emilio daba equilibrio a los suyos desde esa figura extinguida del líbero por la que siguen suspirando aún los 'panenkitas' y románticos de distintas cepas.
Tras el paso por vestuarios, la afanosa charla y el zarandeo de Luis Aragonés a los suyos sería de órdago, porque el Atlético salió decidido a romper la baraja. En el minuto 55, Marian aprovechaba un centro de Pedraza para sortear a dos zagueros y batir al meta. Los colchoneros subieron una marcha más para sentenciar la contienda, pero el Cacereño no se amilanó. Ni por asomo. De hecho, su reacción fue corajuda, exigiendo al meta Mejías como declaración de intenciones y preludio al trallazo con la zurda de Mulas que perforaba las mallas rojiblancas y desataba el delirio en la grada. El Cacereño tocaba sin complejos tuteando a unos visitantes incrédulos. Ni Marcelino con sus elegantes cabalgadas lograba desarticular el entramado defensivo con un Soto decisivo bajo palos.
En la sala de prensa, Luis Aragonés fue certero, frugal en la retórica y sin miramientos, apremiando el tiempo ya que el motor del autobús de la expedición rugía en los aledaños presto para partir a la meseta. Pese al desconcierto generalizado por las dificultades de su escuadra, aseguró que venían mentalizados, «es difícil que me sorprenda como técnico, pues tenía muy buenos informes del Cacereño. Mueve muy bien la pelota y jugando en casa con el apoyo de su público es un rival peligroso». El preparador madrileño no escatimó en elogios sobre su adversario: «En ningún momento dio la impresión de que fuese un equipo de Tercera por la forma en que estaba jugando».
En las postrimerías del choque, un detalle cotidiano entonces que hoy parece más sacado de la ficción que del relato verosímil de los hechos. El colegiado del duelo, García Carrión, departía cordialmente con el técnico local y los periodistas, a los que les transmitía sus sensaciones: «Cuando terminó el partido hablé con Santos Bedoya, al que conozco de cuando jugaba en Primera División, y le dije: 'Chico, si tu equipo juega siempre así en Tercera, se va a salir de la tabla'».
Una semana después rendía el Cacereño visita al templo rojiblanco con la intención de reeditar el vía crucis al que sometió a su rival. Y así fue, porque el Atlético, que a priori fue más 'reservón' en su once que en la ida por la cercanía del derbi ante el Real Madrid, pronto se convenció de que lo del Príncipe Felipe no fue un accidente. Prueba de ello es que los de Bedoya se fueron al descanso con el pase a la segunda fase en el bolsillo merced al tanto en propia puerta de Clemente.
En el segundo tiempo apareció en escena desde el banquillo un Hugo Sánchez que ejerció de 'killer' al alojar en la red el primer balón que acariciaron sus botas. La muralla verde intensificó entonces su condición de baluarte asfixiando a sus rivales, pese a ello, Marian selló la remontada parcial con 25 minutos aún en litigio. El Cacereño no se rindió y jugó sus armas hasta que un penalti cometido por Arteche lo tradujo Emilio en las tablas con las que se cerraba el tiempo reglamentario. Pero hasta ahí pudo rentabilizar su gasolina el conjunto extremeño, al que la prórroga se le hizo eterna, claudicando en el segundo acto con los goles de Marian en el 109 y de Hugo Sánchez a dos de la conclusión desde el punto fatídico.
Los colchoneros se despidieron de la Liga de 1992 cayendo ante el Deportivo en el Príncipe Felipe
Desde algunos sectores se interpretó como una maniobra política para que el partido de Jesús Gil ganara adeptos en Extremadura de cara a las elecciones a nivel nacional. La controversia estaba servida también entre los socios, porque muchos de ellos no pudieron desplazarse, pese a ello alrededor de 3.000 estuvieron en las gradas y se recaudaron unos 25 millones de pesetas.
Ese día se vieron las caras en el campo dos extremeños. Por el lado rojiblanco, Manolo Sánchez, que ya era internacional con España (disputó el Mundial de 1990). Como curiosidad, el delantero cacereño fue agasajado en la víspera del choque con una rosca de doce kilos de turrón de almendra de manos de la peña atlética de la localidad extremeña. En el bando gallego emergía el placentino Mariano Hoyas, que era una pieza clave con apenas 21 años.
En cuanto al partido, los rojiblancos no se adaptaron en ningún momento al contexto, acabaron con cuatro delanteros, pero apenas inquietaron a Liaño, con un Schuster errático. Mújika y Villa adelantaron a los deportivistas y Vizcaíno solo pudo recortar distancias en el 87, esfumándose las opciones de título en la famosa liga de Tenerife (la primera de ellas) que perdió ‘in extremis’ el Madrid y que ganó el Barça.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión