Instantes de beatitud
José Luis Cancho firma un diario luminoso que se detiene en alegrías cotidianas y anima a «restringir necesidades» para ganar libertad
Eduardo Laporte
Viernes, 30 de mayo 2025, 23:20
Si Iñaki Uriarte «nació en Nueva York, es de San Sebastián y vive en Bilbao», de José Luis Cancho se podría decir que nació en ... Valladolid (en 1952), sobrevivió a su propia muerte, sus ciudades favoritas están atravesadas por canales (Venecia, Hamburgo, Ámsterdam), vive en San Sebastián y su localidad favorita del País Vasco es Hondarribia.
El episodio referido, las torturas y coacciones sufridas por parte de la Brigada Político-Social en los últimos coletazos del franquismo, lo contó Cancho en su muy recomendable novela autobiográfica 'Los refugios de la memoria', editada también en Papeles mínimos. Ambos libros comparten una mirada, una ironía, una antisolemnidad y un aliento genuino que resulta adictivo. En ambos se evita el ruido y la palabrería, pero sin caer en la racanería expresiva. Si en 'Refugios…' Cancho se proponía «escribir como un muerto», es decir, ser certero en el relato de su vida, en 'El murmullo de los otros' se propone incorporarse «al corazón de las cosas» que le rodean. Y para ello se vale de la contemplación, de una mirada sometida a un centrifugado de chácharas, liberada del zumbido de la actualidad, que puede entregarse a las sutiles pero nunca decepcionantes alegrías cotidianas.
El murmullo de los otros (diario)
José Luis Cancho
Editorial: Papeles mínimos.
85 páginas.
15 euros
Así, Cancho hace buena una reflexión de uno de los muchos autores citados en este diario íntimo pero abierto a los otros, a su murmullo, a sus iluminaciones. Como esta de Maurice Blanchot: «El diario es el ancla que raspa contra el fondo de lo cotidiano». Un Blanchot que también señala que el «interés del diario reside en su insignificancia», es decir, en el abordaje de asuntos menores pero, al mismo tiempo, vitales.
Y ese es otro de los aciertos de este breve pero rico libro, el de asumir su condición ligera pero promisoria. Como es ligera y promisoria la lectura un día cualquiera en el sofá de casa, un día oscuro de enero, que permite asistir de pronto al espectáculo del sol abriéndose paso «entre las densas y cerradas nubes». Pequeños éxtasis de la petite vie, como el primer baño de la temporada, que el autor denomina «instantes de beatitud».
Karmelo C. Iribarren, que se pasea también por estas páginas, dijo de José Luis Cancho que tenía trazas de «sabio chino». Y algo de esa sabiduría de quien ha renunciado a ciertas servidumbres actuales se impregna en las páginas de este libro. Si bien son recurrentes las citas y alusiones a otros libros y escritores (Cancho reconoce su «cititis», en un neologismo del también diarista José Antonio Llera), el diario deja el poso de esa sabiduría que, curiosamente, no se ha alcanzado tanto con los libros como con la introspección y una vida ejercitada en libertad, como una obra de arte en sí misma.
«Restringir tus necesidades para ensanchar tu libertad» es un emblema que Cancho comparte en este diario luminoso cuya lectura nos acerca a unos instantes de beatitud para los que no hace falta ser santo.
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