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Distopía y carnaval

Sorokin retrata una Rusia de 2028 medieval y futurista en quince relatos en los que despliega su talento para diseccionar el totalitarismo de su país desde la sátira

Pablo Martínez Zarracina

Sábado, 4 de octubre 2025, 02:00

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El alma totalitaria de Rusia encuentra en Vladímir Sorokin un intérprete brillante y original. Exiliado en Berlín desde la invasión de Ucrania, Sorokin reúne en ' ... El Kremlin de azúcar' quince relatos que devuelven al lector a su mundo travieso y distópico en el que todo resulta al tiempo disparatado y plausible. Lo conocimos en 'El día del opríchnik' (Alfaguara), una novela que nos metía dentro de la cabeza de uno de los funcionarios del Soberano, «fundamento sobre el que se alza la Madre Rusia», y trazaba una genealogía oscura y fantástica entre Iván el Terrible y Vladímir Putin. Ambientado en un 2028 reconocible y al tiempo alucinógeno, 'El Kremlin de azúcar' funciona como un pasadizo lleno de espejos deformantes que se devuelven sombras y reflejos. Las historias de Sorokin están protagonizadas por niños que saludan cada mañana a un retrato del Soberano que cobra vida y les responde mirándoles con sus ojos azules, por enanos que trabajan en la Cámara de Risas del Kremlin, capitanes de la Seguridad del Estado que interrogan a presos de la Lubianka y directores de cine que filman películas en las que el demonio estadounidense intenta corromper con regalos a los hijos de la patria.

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