Una dimensión más preferible
Poesía. Daniel Casado entrega nueva vuelta a la interioridad lírica con Extravíos
Enrique García Fuentes
Sábado, 27 de septiembre 2025, 02:00
Unos pocos días antes de las vacaciones de verano se hacía eco en estas mismas páginas Antonio Salguero Carvajal de la última entrega poética de Daniel Casado, Extravíos. Independientemente de que firmaría como si se me hubieran ocurrido a mí casi cualquiera de las ideas allí expuestas, me parecen pertinentes un par de anotaciones propias que completen (si es que esto fuera posible) el ya atinado comentario del profesor y estudioso extremeño. Si Salguero, que tiene más que acreditada su capacidad de entendimiento poético con una abultada porción de estudios críticos sobre la actual literatura extremeña, consideraba nuestra obra de hoy casi una prolongación de su anterior entrega La lista Robinson y se hacía eco, sobre todo, de una de las dimensiones poéticas de Casado, precisamente la que a mí me interesa menos, como es la orientación de sus versos para la siempre necesaria denuncia social, mi aportación se orienta a reivindicar en esta siguiente entrega una nueva vuelta a la interioridad lírica, más distanciada de esos asuntos de la actualidad más rabiosa (aunque los haya, como pone de relieve Salguero) que lleva a cabo Casado oponiendo la tradición cultural -con la que dialoga y juega- a la informática, la inteligencia artificial y todo este tan apasionante como peligroso mundo al que nos estamos abocando que aparecía en su obra anterior y vuelve a sacudirnos ahora.
Orlado por dos citas de autores no especialmente dotados para el optimismo y la esperanza, como son Mishima y Cioran, Extravíos se articula en cuatro partes que se dotan de unidad gracias a una voz lírica que hace suya y única la doble articulación, tanto en primera como en tercera persona, a la hora de referirnos conceptos del propio interior, pero a la vez también ofrecer visiones de una realidad cultural casi omnipresente a lo largo del poemario. La primera y cuarta parte ('Grandes y pequeños extravíos' y 'Desarraigos', respectivamente) se centran más en el yo mientras que las esforzadas segunda y tercera ('Once palimpsestos' y 'Diez décimas debidas') nos remiten a esa herencia cultural, (pictórica y literaria principalmente) que se erige en el sustrato sólido del que difieren esa «modernidad líquida» y esa 'posmodernidad gaseosa' a la que se refiere la solapa de la edición y contra las que parece arremeter en los estudiados versos de esta entrega.
Extravíos
Daniel Casado. Ciudad Real, Mahalta, 2025
Buena muestra de lo que digo lo sostendría el inusitado uso de las formas clásicas de las que hace gala buena parte del poemario: ya no solo que la segunda parte del mismo esté constituida exclusivamente por una estrofa como el soneto y la tercera, como su propio título indica, esté compuesta exclusivamente por esa modalidad tan clásica, cerrada y tan difícil de trabajar como es la décima, sino el hecho de que en las otras dos partes encontremos también desperdigados otros poemas que recurren a la estructura de los catorce versos divididos en dos cuartetos y dos tercetos para su confección; o la variada y sugestiva sucesión de haikus que se antologan en el poema 'Diecisiete sílabas'.
Si Salguero, en sus atinadas palabras, ponía de relieve la adecuación de estas formas clásicas a la temática de denuncia tan connatural en la obra de Casado, (por cuanto, como él mismo ha señalado en diferentes lugares, el poeta no puede ser ajeno al tiempo histórico en el que vive y desarrolla su creación) por lo que a mí respecta -de ahí mi atrevimiento a aportar mi visión del poemario- me gusta el floreteo lúdico y bien asimilado que Casado mantiene con la tradición poética al uso, de la que sabe beber y así salir con nota alta en su original utilización del soneto a la hora de glosar once magníficos cuadros de la tradición pictórica universal -aunando clásicos como Brueghel, El Bosco, Velázquez o Valdés Leal con pintores imprescindibles del siglo XX como Magritte o Hopper (para mí gusto, por cierto, estos últimos los más atinados)- y valerse de la décima para adentrarse en agudas y valientes tomas de postura ante el panorama poético actual que alternan pullas bien trabadas con homenajes encendidos.
En fin, un poemario fiel a la ya conocida trayectoria de Daniel Casado, con esa original vuelta de tuerca en el uso de la tradición que lo reivindica más allá de que se le siga considerando como uno de los poetas más atentos a esa actualidad en la que vivimos sin parecer darnos cuenta de sus evidentes lacras.