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Perera da un pase a uno de sus oponentes. efe
Feria de Abril

Perera corta una oreja en la tarde de Daniel Luque

Con dos toros por los que nadie apostaba, una primera faena sobresaliente y una segunda por todo extraordinaria consagran al torero de Gerena como figura del toreo

barquerito

SEVILLA

Jueves, 28 de abril 2022, 22:33

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De las dos faenas con que vino Daniel Luque a consagrarse en Sevilla como figura del toreo la mejor y mayor fue la del sexto de El Parralejo, un toro cinqueño de impecable cuajo que se vino cruzado a engaño después de haber enterrado los pitones y salir librado en una vuelta de campana completa a pulso. Tras un primer puyazo, de nuevo enterró el toro pitones. Al resentirlo y recomponerse, escarbó. Iba a escarbar más veces, y a hacerlo con un aire de fiereza particular. Costó que cobrara un segundo puyazo bien medido y costó también llegarle en banderillas porque esperó a la defensiva por la mano derecha. Daniel había salido de la enfermería justo antes de arrastrarse el quinto. El tercero le había cogido casi por sorpresa, cuando en una cuarta tanda, y ya dueño, empezaba a torear a placer.

La paliza fue monumental, el toro se pasó a Daniel de un pitón a otro y lo tuvo a su merced en el aire. Hubo impresión de cornada. No se confirmó. Maltrecho pero no herido, Luque volvió a la cara del toro, que, después de sometido, estaba solo por huirse. Obligado, remolón, se tragó todavía tres tandas no tan profusas como las previas a la cogida pero igual de poderosas. Suave poder: el temple. La tercera de esas tandas, con la izquierda, fue de contener la respiración. Era la mano por la que probaba incierto el toro. Luque lo despenó de una estocada excelente. Un toro bravucón, que bufó como ninguno, se acostó por la mano izquierda, miró y midió por encima de las esclavinas, se repuchó en el caballo y parecía no estar con nada pero estando con todo a la vez.

El comienzo de faena, con muletazos largos por las dos manos, casi caricias, fue árnica para el toro, que fuera de rayas obedeció en tres tandas en redondo, una tras otra, sin apenas pausas. La tercera, de seis ligados y cosidos con el molinete y el de pecho fue soberbia. Lo que siguió a la cogida tuvo una contagiosa carga emocional.

La faena del sexto toro superó en emociones todo lo visto antes, que había sido no poco. Los méritos fueron ahora todavía mayores: por el fondo de fiereza del toro, que se entregó más que cualquier otro de la corrida, pero dejando sentir siempre el riesgo de su presencia, sus ataques y su mirada. Luque se lo había brindado al público desde la boca de riego, dejó que sujetaran al toro rayas adentro, se fue a buscarlo despacio -una leve cojera, un aparatoso vendaje en la corva izquierda, parche de una taleguilla de estreno verde esmeralda y negro- y con siete lacios muletazos por alto o por bajo, en la suerte natural o en la contraria, se sacó al toro al tercio como si hacerlo fuera cosa sencilla.

Ficha del festejo:

  • Ganadería: Seis toros de El Parralejo (Herederos de José Rodríguez Moya). El 5º bis, sobrero.

  • Toreros: El Fandi, silencio y ovación. Miguel Ángel Perera, oreja tras aviso y silencio tras aviso. Daniel Luque, una oreja y dos orejas, a hombros por la puerta del Príncipe.

  • Plaza: Sevilla. 4ª de abono. Primaveral. 6.500 almas. Dos horas y media de función.

La primera serie ya estirado Daniel fue de siete en redondo ligados, impecables, cosidos con un natural y el de pecho. Se sintió el primer clamor de la gente. La banda se arrancó con el Cielo Andaluz de Pascual Marquina. Y entonces fue la cosa toda una fiesta de intensidad insuperable. Por la manera de torear tan embraguetado Daniel, por la quietud y la ligazón, por la belleza de los cambios de mano, que prodigó siempre a tiempo y asumiendo el riesgo del caso. Al cabo de dos docenas y media de muletazos sin que estuviera de más ni uno solo, con el toro escarbando y casi pidiendo la cuenta, Daniel regaló al cónclave con una prolija versión de media docena de muletazos cobrados sin espada y con las vueltas de la muleta, sin rectificar, enroscándose el toro por una mano y otra. Muletazos en ovillo por él patentados. La gente vivió de pie el final de la faena. Cuando entró la espada entera, algo trasera, gradas y tendidos eran un mar de pañuelos. Dos orejas casi a la vez, que le abrían la puerta del Príncipe.

El Fandi y Perera se embarcaron antes de esa exhibición en dos trasteos interminables con dos toros de poca fortuna. El Fandi estuvo tan brillante como siempre en banderillas. Perera, firme pero impaciente. Con el segundo de corrida, al cabo de faena de desiguales logros, Perera redondeó con un par de tandas despaciosas. Larga faena, gran estocada, un aviso, ay, y una oreja. El Fandi anduvo con el serio y buen primero como en un tentadero, sin darse importancia. Muy fácil.

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