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Lunes, 12 de mayo 2025, 12:12
El primer toro de Fuente Ymbro se reventó sin haber tomado engaño. Como si fuera una muerte súbita. Se dejó envolver por la parada de ... mansos. Saltó a escena el primero de los que iban a acabar siendo cuatro cinqueños en juego. Otro de ellos, también sobrero. Uno y otro sobrero fueron de cuajo sobresaliente. El uno, espantadizo y enterado de partida, hizo cosas de corraleado, hubo que echarle el caballo encima y, algo tardo, fue en la muleta noble. Perera acertó a sujetarlo cuando apuntó con irse a tablas y, entre rayas y tapándolo mucho, lo toreó con ciencia y suficiencia. Insistió cuando el toro, ya aplomadito, pareció pedir la muerte. Una estocada ladeada y cuatro golpes de cruceta. El cuarto y definitivo coincidió con un segundo aviso que mandó al olvido esa faena tan cumplida y seria.
Empezó a sospecharse que la tarde iba a ser de faenas de las de nunca acabar. Y se cumplió el presagio. La faena de Perera al cuarto, el toro de la corrida, el más completo en bravo, pecó de pausas excesivamente premiosas, tanto que sus rampantes logros -tres primeras tandas redondas, muy celebradas- se fueron diluyendo a partir de una tercera interrupción y al cambiarse Perera de mano y encontrarse con un toro más revoltoso y picante por el pitón izquierdo. El contraste con el rotundo comienzo, y en particular con la aparatosa apertura -de rodillas en la boca de riego, el toro de largo, dos cambios por la espalda y dos de vuelta, el natural y el molinete cosido con el de pecho-, se hizo patente. Las dos tandas en redondo, despaciosas, abundantes, de cinco ligados y sobresalientes remates de pecho, fueron de tanto pulso como dominio.
Al toreo al natural le sobró ventilación, pero una tanda última por manoletinas despegadas abrochadas con el natural y el de pecho recalentó el ambiente, que estaba, en ambiente complaciente tan de domingo de San Isidro, por premio de los gordos. Pero Perera pinchó antes de cobrar una estocada corta, caída y atravesada, otra ladeada y y de acertar con el descabello a la primera tras haber sonado ya un aviso. La ovación para el toro en el arrastre fue de gala. También la que obligó a Perera a salir al tercio con gesto indisimulado de frustración.
El segundo de corrida, estrecho y veleto, fue toro manejable, de meter la cara y abrirse mucho, con recorrido pero ganas de huirse también. En réplica a un quite previo de Ginés Marín por chicuelinas, Paco Ureña se hizo querer por gaoneras, tres, dejándose llegar de largo al toro. De largo, además, el comienzo de faena por estatuarios citando desde los medios. Todo quedó en mero alarde. Faena desvanecida en seguida. Por la falta de ajuste y los muchos enganchones. Y por el castigo de sus pausas gratuitas. Era la primera de las tres tardes de Ureña en San Isidro. Y debería ser la menos afortunada. La lidia del quinto bis, de tremenda estampa, fue muy penosa. Avisado y rebrincado, desgobernado, el toro le puso en sendos derrotes los pitones en el chaleco. Ningún logro tres pinchazos, estocada y dos descabellos. Un aviso. En el arrastre ya se llegaba a las dos horas y media de festejo, que venía pareciendo interminable, y lo era.
Al tercero le hizo Perera un buen quite por altaneras. Un buen toro que duró lo que duró, no demasiado porque dos puyazos maléficos lo mermaron. Ginés Marín abusó de traerse por fuera al toro cuando todavía embestía con son claro. De uno en uno, los naturales no tuvieron convicción, un desarme, reproches del sector censor, un pinchazo y una estocada caída con vómito impropia de un espadachín de los buenos. Su entrega decidida con el sexto toro, en faena no solo justificatoria, se tropezó con el vicio del toro de acostarse a mitad de viaje y puntear. Y ahora sí, una estocada marca de la casa.
Toros: Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo). 1º bis y 5º bis, sobreros.
Toreros: Miguel Ángel Perera, silencio tras dos avisos y saludos al tercio tras aviso. Paco Ureña, silencio tras aviso en los dos. Ginés Marín, silencio y ovación.
Plaza: Madrid, 3ª de San Isidro. Soleado, fresco y ventoso. 21.698 almas. Dos horas y tres cuartos de función.
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