Distinguido, inteligente Talavante
En el cierre de Magdalena, notable faenas del torero extremeño que se deja ver seguro, confiado e inspirado
BARQUERITO
Lunes, 7 de marzo 2016, 10:11
El primer toro de Zalduendo pareció de porcelana. Antes de asomar los caballos de pica, El Fandi le pegó en tablas una larga cambiada de rodillas y salió el toro propulsado como ingrávido. De rodillas le pegó El Fandi lances de ir ganando terreno a gatas hasta el platillo. En Castellón la boca de riesgo está en el patio y no en el ruedo. Una chicuelina, un recorte y en un penúltimo viaje del toro todavía entero, media verónica envuelta. La media que Morante rescató del repertorio hace algún tiempo. Un lance más bello que sencillo. Repertorio sevillano. Emilio Muñoz se encargó del rescate antes que el propio Morante.
FICHA DEL FESTEJO
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uToros. Seis toros de Zalduendo (Alberto Baillères).
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uToreros. El Fandi, silencio tras aviso y palmas. Alejandro Talavante, oreja y oreja tras aviso. Cayetano, ovación tras un aviso y palmas.
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uPlaza. Castellón. 6ª de feria. 6.000 almas. Primaveral. Dos horas y veinte minutos de función.
De un mero picotazo salió el toro del caballo temblandito y amenazando ruina. Tres pares tremendos de El Fandi: los dos primeros, de poder a poder y reunidos tras carreras hacia atrás, crujieron al toro. Un tercero al violín o violón, y enseguida una interminable carrera de fondo con El Fandi corriendo al toro por delante, el dedo índice en el testuz. Del dedazo se dolía el toro con un ligero cabeceo que traducía una incurable falta de fuerzas. Al tercer muletazo -de rodillas Fandila- rodó el toro, que claudicó una y otra vez. No se tenía de pie y, sin embargo, El Fandi se embarcó en trasteo interminable. Oídos sordos a quienes al minuto de partido ya pidieron la hora. ¡Un aviso! Y una estocada.
No estaba el destino con El Fandi en esta última tarde de Magdalena: el cuarto toro, de rico galope, aleonado, 550 kilos, serias hechuras, se rompió la pata izquierda por los menudillos justo después de haber prendido El Fandi en los medios un arriesgado par de poder a poder y a la media vuelta. Tal vez el último recorte violentara al toro en plena carrera. O sería el piso del ruedo, muy bien cuidado pero castigado por los espectáculos paralelos de la feria: recortes y vaquillas casi a diario. También a este toro del infortunio lo saludó el torero granadino con larga cambiada de rodillas y, después de picado, lo toreó por navarras. El toro apretó en serio en el caballo, derribó a Juan de Dios Quinta y pareció herir al jaco. José Manuel González -la casaca de picador más elegante de todo el escalafón, azul celeste, mucho oro en bordados sin relieve, pieza maestra de costura- le pegó al toro el puyazo perfecto. El toro pesó lo suyo en banderillas, galopó con ganas, vino pronto y El Fandi no se permitió más alardes que dos primeros cuarteos comprometidos. Y el par final y último. La gente quiso que se devolviera el toro. No procedía. Una estocada. El Fandi, que tiene por La Plana muchos fieles, recogió una ovación imprevista en el toro siguiente, el quinto, que volvió el caballo de pica en la primera vara, sorprendió descubierto a un monosabio e hizo hilo con él. Y entonces apareció el capote de El Fandi. Excelente quite.
Los otros cuatro toros de Zalduendo, bastante parejos, dieron juego sin estar sobrados de fondo. Nobleza ni mansa ni brava, suficiente entrega. El segundo tuvo por la mano derecha un punto díscolo y tendencia a rebrincarse. Lo toreó con temple seguro y carácter Talavante. Cadenciosos lances a pies juntos en el recibo, no una sino tres medias encadenadas y una revolera muy airosa. Se salió suelto el toro del saludo y del trámite de un picotazo. Y de nuevo el Talavante mayor: un quite capote a la espalda intercalando gaoneras y saltilleras. Habrá corrido la voz de la exhibición de toreo de capa de Roca Rey en la corrida del sábado. Un estímulo.
Una faena de Talavante inteligente, templada, ligada, variada y segura. A pies juntos o de perfil, apenas abierto el compás, a suerte cargada, toreo de lacios brazos cosido en tandas de bello dibujo. Sobresaliente una tanda enroscadísima al natural. Un alarde final por bernadinas con arrucina de relleno y un último natural colosal y por libre. Ambiente de dos orejas, pero, antes de una estocada con vómito, un pinchazo.
Algo larga la faena del quinto de corrida, de más escaparate que el segundo, pero más sencillo. Apertura con medio cartucho de pescado de largo y en los medios, una tanda suavecísima al natural, otra de lindo compás, casi un juego. Parecía que quedaba poquito toro cuando de repente Talavante se empeñó en una segunda faena donde abundó el repertorio mexicano -molinetes frontales y muy verticales, los cambiados por la espalda, el natural ligado con el de pecho sin solución de continuidad, las arrucinas. Sencillo descaro, autoridad, facilidad, disposición, ganas, facilidad. Una estocada ladeada, un aviso, otra oreja.
Y Cayetano, en su vuelta al circuito. Un impecable terno blanco con golpes de oro y plata, elegantísimo. La imagen del Cayetano goyesco ha estado colgada de muchas paredes de Castellón durante toda la semana. Un cartel muy logrado. Excelente imagen. Y, luego, esa seriedad clasicista que ha sido seña propia desde que, vocación tardía, se echó a andar en el mundo del toro. Firmeza de zapatillas bien posadas, relativamente sueltos los brazos, siempre compuesta la figura, hermosos muletazos genuflexos, muletazos de acompañar a compás en la media altura, encaje sin renuncios. Dos toros nobles en juego, solo que el sexto se empleó a trompicones y al tercero le faltaron los pies y el golpe de riñón que mejor se avienen a un sentido del toreo mucho más plástico que técnico. Dos trabajos serenos, reposados, algo intermitentes, de cambiar de terrenos caprichosamente. Los desplantes convertidos y resueltos en trances mayores y casi suerte separada. Buen toreo de capa a pies juntos. Belleza irregular. Espada sin afilar.