Los toros de Joselito pasan como cohetes por las calles de Pamplona
Los seis astados completaron el recorrido en tan sólo 2 minutos y 12 segundos, uno de los más rápidos de la historia
PABLO OJER
Jueves, 9 de julio 2015, 09:13
A José Miguel Arroyo, Joselito, no le gustaba acudir a torear a Sanfermines. El tamaño de los toros y el ruido que provocaban las peñas en el tendido de sol le incomodaban. Sin embargo, ayer se estrenaron sus toros en las calles de Pamplona. Seis toros con un tamaño del que no le gustaban cuando era torero, de entre 520 y 585 kilos.
Si por algo pasarán a la historia los toros del Tajo y la Reina, propiedad de Joselito, será por la velocidad de sus morlacos, ya que apenas dejaron heridos. Los seis astados completaron el recorrido en tan sólo 2 minutos y 12 segundos, uno de los más rápidos de la historia, y también el encierro de ayer fue uno de los más limpios. Tan sólo se produjo un herido por asta de toro que recibió dos puntazos en la pierna y la espalda.
La cogida sucedió al crearse un pequeño montón en el callejón de entrada a la plaza de toros. Al pasar por encima, uno de los toros enganchó al mozo propinándole dos puntazos de los que fue intervenido en la enfermería de la propia plaza.
Hubo, además, dos traslados por traumatismos. Los dos en el tramo de Santo Domingo. Se trata del francés N.N.O., de 36 años, que sufrió policontusiones, aunque de escasa gravedad, por lo que nada más entrar en el hospital fue dado de alta. El otro trasladado es un joven de Pamplona, de 19 años que sufrió un traumatismo costal. Responde a las iniciales M.A.N. y permanece en estado reservado.
Los toros del Tajo y la Reina enseguida dieron muestras de su nobleza. Recorrieron la cuesta de Santo Domingo con absoluta limpieza, muy hermanados y sin fijarse en los mozos que dejaban atrás.
Tan sólo un morlaco se cayó en la cuesta de la Estafeta fruto de la velocidad que llevaban, pero enseguida se volvió a unir a la manada, que avanzó velozmente por la famosa calle pamplonesa dificultando a los mozos aguantar más de unos pocos metros frente a las astas. Apenas se pudieron ver carreras bonitas.
De hecho, lo más anecdótico de la carrera fue un cabestro que se encaró con unos mozos en la cuesta de Santo Domingo que no dejaban de citarle y molestarle. El 'enfrentamiento' se saldó sin consecuencias.
Otra circunstancia, nunca vista hasta ahora en los encierros de Pamplona, se dio justo al pasar los toros por la calle Estafeta. Los carpinteros encargados del vallado tuvieron que abrir un tramo a todo correr para que pudieran entrar los bomberos para atender un incendio.