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Anuncio de cacao de 1919. Wikimedia Commons CC PD
Así fue el primer cacao soluble español
Gastrohistorias

Así fue el primer cacao soluble español

En 1889 el chocolatero Matía López sacó al mercado el primer cacao en polvo para diluir en leche o agua

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Domingo, 4 de noviembre 2018, 07:55

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¿Se acuerdan de que hace un par de semanas hablamos aquí de la maravillosa historia de Matías López? Aquel niño gallego que llegó a Madrid con una mano delante y otra detrás no sólo levantó un imperio industrial en torno al chocolate, sino que además fue diputado, senador y -lo que nos interesa hoy- introdujo en España un invento que revolucionaría para siempre los desayunos: el cacao soluble.

A mediados del siglo XIX el procesado del cacao en polvo ya estaba desarrollado, gracias a los inventos de los holandeses Casparus y Coenraad van Houten, quienes idearon primero la extracción de la manteca de cacao y después la alcalinización del polvo resultante, neutralizando así la acidez del producto y consiguiendo que fuera más fácilmente soluble en líquidos. El primer cacao «instantáneo» vendido en España fue el de la marca inglesa Schweitzer, que en 1883 trajo al mercado nacional su Cocoatina. Estos polvos de chocolate, publicitados como remedio contra la dispepsia o ardor de estómago, prometían ser «el más nutritivo brebaje para el almuerzo, las once o la cena, perfectamente digerible e invaluable para los baldados y los niños» (Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración, 1883). Aquella Cocoatina fabricada en Londres se comercializaba en dos sabores, natural y con vainilla, pero únicamente en tiendas selectas de Madrid y a un precio muy elevado.

Etiqueta del cacao soluble Matías López. Oficina Española de Patentes y Marcas.
Etiqueta del cacao soluble Matías López. Oficina Española de Patentes y Marcas. Oficina Española de Patentes y Marcas.

Matías López y López, como empresario avispado que era, vio un posible filón en este producto y en 1889 patentó una marca «para distinguir cacao soluble o en polvo» fabricado en sus instalaciones de El Escorial. López, con una red enorme de distribuidores por toda España, consiguió llevar el cacao soluble a la mayoría de ultramarinos del país. El bote de medio kilo costaba 3 pesetas y el de 250 gramos, una peseta y media. Como era una novedad y le gente no tenía muy claro de qué manera usarlo, la publicidad en prensa recomendaba tomarlo con agua o leche y la etiqueta de los paquetes incluía detalladas instrucciones de preparación. «En una taza grande se mezcla una cucharada de este polvo de cacao y la misma cantidad de azúcar, se llena de agua hirviendo o leche bien caliente (sin que llegue a hervir), se agita esta mezcla y se obtendrá una excelente bebida que puede reemplazar con ventaja a otros desayunos. Puede usarse mezclando la misma cantidad de este polvo de cacao en una taza que contenga mitad agua y mitad leche, o leche sola haciéndola hervir después.»

Ya ven que el preparado aún no contenía azúcar entre sus ingredientes, cuestión que sería solucionada más adelante por marcas como Phoscao, Cola Cao o Nesquik. Pero la importante es que ahí estaba, en 1889, el primer cacao soluble español, producto que se convertiría en indispensable en los desayunos infantiles a partir de 1946 gracias a la canción del África tropical. Pero de eso hablaremos otro día.

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