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«La lengua compartida es un activo inmaterial que equivale a una moneda única y genera cuantificables beneficios económicos»
Entrevista

«La lengua compartida es un activo inmaterial que equivale a una moneda única y genera cuantificables beneficios económicos»

El profesor García-Delgado, ponente en la primera edición de 'Futuro en Español' en México, advierte de que a España y al país azteca les corresponde «la mayor responsabilidad en todo lo relacionado con la promoción del español, la lengua común»

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Lunes, 24 de septiembre 2018, 08:21

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El catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid felicita en esta entrevista a VOCENTO y a EL UNIVERSAL por llevar por primera vez 'Futuro en Español' a México, habida cuenta de que el país azteca y España son los que mayor peso tienen en el conjunto de naciones de habla hispana. En su opinión, este foro, que cuenta con el apoyo del BBVA, la Embajada de España en México, el Gobierno de La Rioja y el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada (DOC) Rioja, «debe convertirse en una plataforma permanente que, con la periodicidad que sea aconsejable, acoja y promueva proyectos y empeños a favor del español, que es nuestro producto más universal, y el que más puertas y posibilidades nos abre en un mundo cada vez más globalizado».

- ¿Se puede calcular el valor económico del español? ¿Cuáles son sus potencialidades?

Sí, partiendo de la consideración de la lengua como bien económico (un bien público con rasgos peculiares: no es apropiable en exclusiva por quienes lo utilizan y tampoco se agota al ser utilizado, no se deprecia al masificarse su uso…) se puede cuantificar una triple dimensión. En primer lugar, el peso que tiene en términos de renta y en términos de empleo, tanto a nivel macroeconómico como a escala de algunos sectores especialmente significativos, como el que agrupa a las industrias culturales. En segundo lugar, sus efectos multiplicadores en el ámbito de los intercambios comerciales y financieros. Y, por último, la compensación extra que el dominio del español tiene en ciertos casos, entre la población inmigrante, en particular. Para el español, en concreto, los datos que se obtienen al proceder así son enormemente significativos pues, al ser una lengua de comunicación internacional, se potencian los efectos multiplicadores que genera al actuar como palanca en las relaciones mercantiles entre los países que la comparten: el español multiplica por cuatro los intercambios comerciales entre los países hispanohablantes y, por siete, los flujos bilaterales de inversión directa exterior, actuando así la lengua común de potente instrumento de internacionalización empresarial en el ámbito hispanohablante, con ahorros muy significativos en el capítulo de costes de transacción, ahorro que se acerca al 2% del total de ingresos de algunas empresas multinacionales.

- La relación diplomática, institucional y comercial entre España y México se retomó hace cuatro décadas, a lo largo de las cuales se ha demostrado viva y dinámica. España es el segundo inversionista del mundo en México (el primero de la UE) y México, por su parte, es el primer inversor en España dentro del conjunto de los países latinoamericanos. Se trata de una relación comercial francamente intensa en sectores como el hostelero, el turístico y el financiero. ¿En qué medida compartir un mismo idioma contribuye a ello? ¿Cuáles son esos otros nichos de negocio que pueden atraer el interés de las empresas españolas? Y, al contrario, ¿qué atractivos presentes y futuros ofrece España a los inversores mejicanos?

La lengua es un activo inmaterial que genera cuantificables beneficios económicos, muy particularmente en el ámbito de las transacciones comerciales y financieras y en los procesos de internacionalización empresarial, pues la lengua compartida equivale a una moneda única que reduce los costes de casi cualquier intercambio, facilitando una familiaridad cultural que acorta la distancia psicológica entre las partes : el 'trato' que lleva al 'contrato'. El caso de México y España lo demuestra nítidamente. La presencia de empresas españolas en México es cada vez más notoria, y también es cuantitativa y cualitativamente notoria la entrada de compañías aztecas en España. México sigue siendo un país de extraordinarias oportunidades de negocio y con un potencial de crecimiento muy grande. Y, por su parte, la economía española ha vuelto a exhibir músculo en los años más recientes. Además, las dos economías han alcanzado ya un alto nivel de internacionalización, un logro que no es ajeno al español, una lengua multinacional que sigue ensanchando sus fronteras (Estados Unidos, Europa y Asia) y aumentando el número de quienes la hablan.

- El país azteca ha dado un vuelco político tras las elecciones y con Andrés Manuel López Obrador como presidente electo. ¿En qué cree que va a influir esta nueva situación interna en las relaciones con España y con el Gobierno de Pedro Sanchez?

Afortunadamente, las relaciones entre ambos países están ya muy consolidadas y su más que apreciable vigor me parece que está garantizado al margen de unas u otras coyunturas en los escenarios políticos respectivos. Con todo, creo que el horizonte expectante, que quiere decir en parte esperanzador, que se abre con la presidencia de López Obrador ofrece también una oportunidad nueva para estrechar aún más las relaciones de todo orden entre México y España.

- Además de que ambos países son socios estratégicos en términos económicos, ¿también lo pueden ser en relación a la difusión del español? En materia educativa, por ejemplo, la relación es muy intensa con universitarios mexicanos matriculados en universidades españolas, y docentes e investigadores mexicanos que desarrollan también su actividad en nuestro sistema universitario.

Por supuesto. A México y a España les corresponde la mayor responsabilidad en todo lo relacionado con la promoción de la lengua común. Uno tiene la 'legitimidad de origen', digámoslo así, y otro 'la de ejercicio', pues México es el gigante por número de hispanohablantes, sobre todo si se cuentan a los mexicanos al otro lado de la frontera estadounidense. Y México y España deberían dar ejemplo de concertación en este campo, liderando una política de altura con doble planteamiento. Por una parte, que el español sea considerado como bien preferente a todos los efectos -también por los Ministerios de Economía y Hacienda- y que su proyección internacional sea una tarea a largo plazo, con las prioridades que ello comporta en el campo de la enseñanza del idioma, en la elección de las lenguas de trabajo en foros internacionales y en el apoyo, claro está, a todos los procesos de creación cultural. Una política que trascienda las alternancias gubernamentales y los ciclos políticos, ganando potencia y continuidad. Vigorosas políticas públicas, en suma, para un cometido que es alta responsabilidad pública. Y, por otra parte, esa política de impulso internacional debe articularse a través de una estrategia compartida por España y México y por todos los países también titulares de esta propiedad mancomunada que acredita la condición multinacional del español.

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