Borrar
Verónica Forqué está de gira por España con la obra 'Cosas que sé que son de verdad'. Enrique Martínez Bueso
Verónica Forqué: «Estar sola es un regalo que me ha hecho el Universo»

Verónica Forqué: «Estar sola es un regalo que me ha hecho el Universo»

No parece de este planeta cuando no la conoces, y cuando la conoces, menos. La actriz madrileña (1955) siempre regresa con las ganas de reír intactas cuando se pierde por esos mundos de Dios

ANTONIO ARCO

Domingo, 23 de febrero 2020, 00:43

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Durante todo 2020, esta Kika de Almodóvar que ha hecho suyos, en mitad de enormes éxitos, a personajes tan distintos como la deliciosa y brava Carmela de Sanchis Sinisterra, y la universal Shirley Valentine de Willy Russell, recorrerá los escenarios con 'Cosas que sé que son de verdad', de Andrew Bovell. Qué gozada verla en escena. Y el 28 de febrero se estrena en el Teatro Español, bajo su dirección, 'Españolas, Franco ha muerto', de Ruth Sánchez y Jessica Belda.

- Dígame lo que quiera.

- ¡Uy! Estamos aquí para querernos. ¿Qué le parece? ¡Así, de pronto!

- Me gusta la propuesta, pero le advierto de que parece el título de un bolero o de un tango.

- Perdóneme, pero mi abuelo materno, que era gallego, se fue con 20 años a la Argentina porque aquí no tenía nada de nada, salvo una flauta. Su hermano, que era militar y que ya vivía allí, le dijo: «¡Vente para acá y... tráete la flauta!» Yo no conocí a mi abuelo, pero gracias a él nació mi mamá, que era argentina y que siendo ya muy ancianita seguía hablando como si acabara de aterrizar de Buenos Aires. Bueno, pues mi abuelo (José Vázquez Vigo) fue músico, tuvo su orquesta, hizo composiciones muy valoradas para películas e hizo también mucha música de tango para Enrique Santos Discépolo: o sea, que algo de tanguera en mis genes debo yo de tener.

- ¿Qué ve?

- El mundo es un lugar aparentemente muy caótico, en el que hay mucho dolor y sufrimiento. No entendemos qué pasa y nos preguntamos por qué, por qué y por qué. Yo, lo que me pregunto es: ¿qué hago para solucionar esto?, ¿podría ser más útil a la sociedad? Cada mañana deberíamos plantearnos, cuando nos levantamos, de qué modo cada uno en su pequeñísimo ámbito de trabajo, de familia, de relaciones, en su pueblo o en su ciudad, puede contribuir a que ese entorno pequeñito sea más armonioso, más amoroso, más divertido. Por ahora, intentar que sea así es lo que yo puedo hacer, aunque siempre me queda la ilusión de que cuando sea más mayor (risas) y me retire pueda hacer algo realmente importante por los demás.

-¿ No es suficiente divertir al público, alegrarle la vida?

- Muchas veces me han dicho que se han divertido viéndome en una película o en una obra de teatro, o que se han emocionado, es verdad. Algo es algo, no le digo que no; pero no se engañe, yo no lo hago: los actores no salvamos vidas.

- ¿Qué no deja de hacer?

- Tengo un carácter muy extrovertido, y a los extrovertidos creo que todo nos resulta siempre mucho más fácil. Cuando tengo un problema lo digo, cuando tomo un disgusto lo cuento, cuando hago algo mal no me cuesta pedir perdón. Además, como extrovertida que soy (risas), tiendo al optimismo, ¡menos cuando me coge la depresión, como a todos!, y siempre le veo el lado positivo a las cosas. En eso he heredado el carácter de mi padre (el cineasta José María Forqué).

«La vida cayéndote»

- ¿Qué es un milagro?

- Cada día nacen niños sanos y hermosos, qué milagro, ¿no?

- ¿Dueña de su destino?

- No, qué arrogancia sería decir que sí. Puedes encaminarte hacia el destino que has soñado, pero luego te tiran, te caes, te vuelves a caer, te vuelven a tirar, tú tiras a otros, y te pasas la vida cayéndote y poniéndote de pie. Y con tanto ajetreo se te olvida cuál era tu destino y te pierdes un poco (risas). El mérito está en tratar de no olvidarnos de nuestros sueños.

- ¿Cuál es el suyo?

- Ayudar, aunque sea muy poco, a que la vida de los que están a mi alrededor sea mejor, más agradable. Y me refiero a mi familia, que ya se ha quedado reducida prácticamente a mi hija, a mis amigos y también al público que viene a verme.

- ¿Qué es muy necesario?

- ¿En la vida? La introspección cotidiana, y no vivir así como así tan rápido y tan para afuera, pendientes todo el tiempo de qué pensarán y qué dirán los otros de mí. Al final, venimos y nos vamos de la vida todos con lo mismo. Eso es algo en lo que estamos de acuerdo mi psicoanalista y yo.

- ¿Cómo es su vida, ahora que vive sola?

- Ay, una maravilla. Estoy encantada. Después de más de treinta años de vivir en pareja (con el cineasta Manuel Iborra), estar sola es un regalo que me ha hecho el Universo.

- ¿Qué le ha enseñado su única hija, María?

- ¡Tantas cosas! Hace poco estuvimos las dos en Praga, ¡qué ciudad tan maravillosa! ¿Ha estado usted? Porque si no ha estado todavía deberíamos dejar aquí la entrevista e irse ahora mismo para allá. Yo, hasta que no tuve a mi hija, jamás comprendí la pesadez de mis padres conmigo y tantas preguntas sobre a qué hora volvería a casa y todo eso (risas). María me enseñó a aprender a convivir con la inquietud.

- ¿Habita más en el caos o en el orden?

- Desde luego, en el orden, ¡por Dios! El caos me horroriza. Soy una neurótica del orden. Si estoy leyendo un libro me puedo levantar a recoger una hoja de planta que se ha caído al suelo. Soy una exagerada. Necesito el orden, me encanta ordenar cajones, tirar cosas, regalar ropa.

- ¿Dejó de ser una niña?

- Como un actor entierre al niño que lleva dentro está perdido para siempre. Yo espero no haber dejado de ser una niña, me daría mucha pena. Eso significaría que estoy ya definitivamente vieja.

- ¿Llegó a cansarse de los papeles de ingenua?

- Un poco sí, la verdad, llegas a estar hasta el gorro de hacer de buena, simpática, ingenua. Y lo sigo haciendo, ¿eh! Una cosa no quita la otra. Por otro lado, aprendí a aceptar que cada actor tiene una faceta más brillante y llamativa que otras. Pero sí, durante mucho tiempo, para simpática, graciosa, ingenua y un poco putón, ahí estaba Verónica.

«Lo peor es ser cruel»

- Y en la vida real, ¿algo ingenua pero ni un pelo de tonta?

- Tonta no, aunque tampoco pasa nada si eres un poco tonto, no es lo peor que le puede pasar al ser humano, ¿no le parece? (Risas) Lo peor es ser cruel, malvado, déspota, insensible. Ser un poco tonto de vez en cuando no esta mal. Las chicas, a veces, nos hacemos las tontas. Yo, por ejemplo, me he hecho mucho la tonta a propósito.

- ¿Con qué finalidad?

- Con la finalidad de que hubiese paz en el hogar (risas).

- ¿Qué descubrió?

- Hace muchos años que descubrí que la vida no era un lugar para sufrir; eso no es verdad. Conociendo la consoladora filosofía de Oriente comprendí que estamos en esta vida para ser felices, estar alegres y querernos mucho. Si uno quiere buscar la paz termina encontrándola; cuesta, pero se encuentra.

- ¿Cómo es su carácter?

- Fuerte. De vez en cuando digo exactamente lo que pienso en tres tonos más altos de volumen de lo que correspondería; bueno, ¡tres tonos o trescientos!

- ¿A quién reza?

- Me aprendo poemas de memoria, como ese maravilloso que dice «No me mueve mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido, para dejar, por eso, de ofenderte». Pienso en ellos, los recito, reflexiono...; o recito un mantra, o hablo con mis muertos tan queridos.

- ¿Y la escuchan?

- Yo creo que sí, y si los muertos no nos escuchan, lo que sí es seguro es que hablar con los nuestros nos da paz.

- ¿Qué no hay que tener?

-No hay que tener miedo casi de nada, y a ser posible de nada.

- ¿A qué se niega?

-A discutir. A veces, por evitar una discusión, me meto en unos jardines tremendos ¡y es peor todavía! No quiero discutir, me niego a hacerlo, no voy a sacar las uñas. ¡Paz, paz, paz! Si hay pelea, yo me voy y ya está.

- ¿Echa a veces de menos a Sai Baba, el gurú al que estuvo visitando en la India durante años?

- Ay, sí, pobrecito mío. Era ya un cuerpecillo muy desgastado cuando nos dejó. Aprendí mucho con él y eso se lo agradeceré siempre.

- ¿Como qué?

-Algo importantísimo: la paz hay que buscarla, no llega caída del cielo. Hay que sentarse, cerrar los ojos, respirar... y meditar. Por cierto, ¿usted bebe agua?

- Cuando me acuerdo.

-Pues acuérdese lo suficiente para beber dos litros al día. Sanísimo. Hágame caso.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios