El matrimonio millonario de Estados Unidos cautivado por su héroe Francisco Pizarro
El escultor Charles Cary Rumsey (1879-1922) es el autor de tres estatuas de Pizarro que están instaladas en Trujillo, Búfalo (EE.UU.) y Lima (Perú). La última es el centro de una polémica que aún se mantiene.
Los compañeros Caridad y el fotógrafo Guinea prácticamente no se hablan. Estoy entre ellos, y da pena ver como su amistad va desapareciendo mientras se ... lanzan pullas y desprecios. Los que eran tan amigos, ya no saben estar juntos sin herirse.
La otra noche, al salir del trabajo, fuimos al mesón que frecuentamos en la Plaza Mayor. Caridad se negó a ir si iba el fotógrafo. «Más vale estar solo que mal acompañado» dijo, y se marchó a su casa por las calles oscuras de Cáceres, siguiendo el haz de luz de su linterna.
Ya en el mesón, sin saber de qué hablar ante la cara seria de Guinea, saqué de un bolsillo de la chaqueta el boletín de la Sociedad Española de Excursiones de 1928, el que describía su viaje a Trujillo, que realizaron en febrero de ese año, del que ya habíamos hablado.
–Aquí pone algo en lo que no habíamos reparado –comenté–. Señala que la Plaza Mayor de Trujillo se había preparando para un festejo taurino, y cuenta esto: «Entre los tablados y los monumentos –empecé a leer–, quedaba accidentalmente preterida y como arrinconada, la estatua ecuestre en bronce del conquistador del Perú, Francisco Pizarro, todavía no inaugurada oficialmente, que es obra de un rico y prestigioso escultor norteamericano, discípulo del arte francés, y donación espléndida (incluso el coste del pedestal, proyectado por el arquitecto Muguruza, el transporte, ect.), de la viuda generosísima del artista, unidos como estuvieron en vida los esposos en el culto histórico del héroe de nuestras grandes empresas de la colonización americana». Vamos a ver ¿Quién era ese escultor y su viuda?
–No tengo ni idea –afirmó Guinea–. Sí sé, que igual que la de Trujillo hay otra estatua idéntica en Lima, en Perú.
–Vaya, ya están el Juntaletras y el Chispacero poniendo en evidencia su ignorancia –dijo de pronto el difunto Sanjosé que se había aparecido, saliendo de la pared entre unos toneles de vino–. El escultor era Charles Cary Rumsey, que en 1910 se casó con María Harriman. Los dos era hijos de multimillonarios norteamericanos. El de Rumsey es quien les inculcó la admiración a Pizarro. Charles se formó como escultor en París, en donde fue campeón amateur de boxeo, también fue jugador de polo profesional. Su amor a los caballos lo reflejó en muchas de sus obras. Le gustaban los coches y se murió en 1922, con 43 años, al chocar el automóvil en el que viajaba con el pilar de un puente de piedra en Long Island.
–Hay aficiones que llevan a la muerte –comenté.
–Sí. La mujer también murió por su afición a los caballos. En 1934, con 53 años, perdió la vida en un accidente de equitación.
–Bueno, pero yo he acertado al decir que hizo dos estatuas ecuestres de Pizarro, –recalcó Guinea.
–Pues no... ¡Hay tres estatuas de Pizarro de Rumsey! –empezó a explicar Sanjosé–. La primera la hizo en 1910, y está en la ciudad en la que nació en el estado de Nueva York, en Búfalo, junto al edificio del museo Albright-Knox. Es muy pequeña, mide 1,80 metros. La que está en Trujillo se encuentra en este lugar porque fue empeño de la entonces viuda del escultor. A los dos años de su muerte, en 1924, la viuda ofreció la estatua a Trujillo, que no tuvo que pagar nada. Ella fue a la ciudad en 1925 y eligió el lugar de la Plaza Mayor para ubicarla. La estatua fue expuesta en 1927 en París, y ese año ya vino a Trujillo. La colocaron en un pedestal de 5 metros de alto. Se inauguró el 9 de junio de 1929, con la presencia del presidente del Gobierno, el general Miguel Primo de Rivera y el príncipe Alfonso de Orleans. La tercera estatua, la de Lima, también fue regalo de la viuda, que quería que Pizarro estuviera presente en la ciudad que fundó. Se inauguró el 18 de enero de 1935, pero la viuda ya no estuvo físicamente porque se había muerto justo un mes antes. Esa estatua mide 6,60 metros y ha tenido su polémica.
–¿Por qué? –pregunté.
–Porque se ha cambiado tres veces de sitio, entre luchas de defensores del conquistador extremeño y los que dicen que es un símbolo de opresión. De estar en el centro de Lima, en el atrio de la Catedral, en 1952 fue trasladada a la Plaza Pizarro, que ya ha perdido tal nombre, y en 2004 fue instalada en un extremo del Parque de la Muralla. Se puso en el suelo, sin su imponente pedestal, perdiendo la imagen de poder que tenía. Así tratan a un valiente que venció a un ejército de 40.000 incas con solo 200 españoles.
Señaló Sanjosé que hay quien dice que las estatuas de Pizarro de Rumsey tienen tres errores: Nunca usó el hermoso casco emplumado que luce, la espada era distinta y también era de otra raza su caballo.
Cuando decidimos irnos cada uno a su casa, vi como el difunto acercó su blanca cara a Guinea, y le dijo muy serio: «¡Qué no me entere de que vas a dejar solo a Caridad la noche de Fin de Año. ¡Ten cuidado!». También vi la cara de angustia del fotógrafo, y como subía y bajaba rápidamente su nuez de la garganta al tragar saliva.
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