«Llevo 40 años celebrando San Blas en Cáceres y está en uno de sus mejores momentos»
La ciudad festeja este sábado una de sus romerías más antiguas, que lleva celebrándose desde el siglo XVI
A ojo, sin afán científico, puede decirse que la falda que se pondrá este sábado Concesa Corchero Simón (Coria, 1933) pesa un quintal. «Coge, coge», ... dice para demostrar que, en efecto, no se trata precisamente de una prenda cómoda y ligera.
Esta mujer, que el próximo mes de abril cumplirá 90 años, preparaba el jueves con mimo todo el atuendo con el que hoy estará organizando la mesa de ofrendas de la romería de San Blas: unos zapatos bordados especialmente para ella, los pololos y las enaguas, la faltriquera, una capita y el sombrero de montehermoseña, la joya de la corona. Y la orfebrería repujada, pendientes y collar dorados. Todo es artesanal, está lleno de colores y resiste el embate de los años. Más de 40, –«fue a finales de los 70 o a principios de los 80», precisa Concesa– hace que estrenó su traje para asistir a la romería de San Blas, su barrio, al que llegó a vivir un 2 de febrero (víspera de San Blas) de 1960.
Esta mujer, que vive en Cáceres desde el año 1944, cuando con 11 años vino a estudiar al colegio interna y se quedó, explica el por qué de su atavío. «Mi cuñada conocía a una señora que era modista y hacía trajes de Montehermoso, se hizo uno, me pareció muy bonito y decidí hacérmelo yo también, es el que me gusta». Este sábado en la explanada de la ermita podrán verse otros trajes regionales como el de campuza, el más habitual en Cáceres ciudad, el de Trujillo o el de Torrejoncillo. En realidad todos tienen cabida en una fiesta que reivindica el sabor popular y la tradición y que en los últimos años hace especial énfasis en que los participantes se animen a desempolvar o mandarse hacer los atuendos típicos. «Yo lo he cogido por costumbre y todos los años me visto, lo cojo con ganas pero también con miedo».
No pasa por alto el peso de la falda y también el hecho de que se pasa todo el día en la calle. «Ya no tengo 30 años, pero una de mis hijas (tiene tres y dos hijos) me anima». La pandemia hizo que el año 2021 se suspendiera esta fiesta y que el año pasado, cuando por estas fechas había un importante repunte de contagios, tampoco se vistiera.
Concesa cree que la fiesta vive ahora «uno de sus mejores momentos», aunque «ha habido unos años en los que venía poca gente pero desde antes de la pandemia ya empezó a bajar mucha más, vienen muchos jóvenes». Pese al éxito actual rememora con cierta nostalgia las romerías del pasado. «Antes era tremendo, este año hay 7.000 roscas, pero un año se encargaron 21.000 y se vendieron, no estaba hecha la glorieta ni había tanto tráfico, la gente llegaba hasta más abajo de la cárcel vieja, mirabas y eran todo cabezas, luego empezó a haber más tráfico y tuvieron que cortar», explica esta mujer, una de las fijas de esta romería, cuyo origen data del siglo XVI.
Colaboración
«Desde un principio cuando esto se hizo parroquia nos pusimos a disposición de José Reveriego, el primer párroco». Delegada de liturgia durante décadas el año pasado dejó el cargo. «Colaboro en lo que sea pero ya no tengo un trabajo fijo». Explica cuál será hoy su cometido en la mesa de ofrendas. Enseña el listado de números y explica la dinámica: unas personas hacen donaciones de dulces y alimentos y otras los adquieren por un precio superior a su coste. Todo lo que se recauda va a parar a obras de caridad de la parroquia o para acometer algún arreglo. Dice que en este aspecto la forma de participar ha cambiado mucho. «Había familias cacereñas, catovis, que yo sabía lo que se iban a llevar, pero todas estas personas han ido falleciendo, las costumbres han cambiado y no es igual».
Para este día 4 Concesa espera que salga el sol y que no falte público. Su casa, ya cuenta con ello, se va a llenar de gente. Es la alegría de los días festivos.
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