Los honrados y leales extremeños de 'tercera clase' en 1875
Francisco Boronat publicó un maravilloso atlas que recogía mapas y dibujos de las 49 provincias españolas establecidas en 1833. También describía cómo eran sus habitantes.
Cuando me levanté, a las cinco de la mañana, fui sigilosamente por el pasillo a oscuras, hacía la luz encendida del estudio. Asomé la cabeza ... por una jamba de la puerta y allí vi al descarado difunto usando mi portátil.
–Hombre –le dije en tono quejumbroso–. No te basta con enredar en los libros. También tienes que andar metiendo las narices en mi ordenador.
–Venga, anda –me contestó Sanjosé–. Péinate esas greñas, que metes miedo. Prepárate un café y ven que te voy a enseñar algo que te va a gustar.
Resignado, le obedecí. Al poco estaba sentado a su lado, con el café humeando en una taza que me calentaba las manos.
–Alrededor de 1875 –comenzó el de la cara fosforescente–, Francisco Boronat y Satorre publicó un maravilloso atlas que tituló 'España geográfica histórica ilustrada'. Es un atlas formado con mapas y dibujos de las 49 provincias españolas establecidas en 1833. Estaban hechos en cromolitografías.
–¿Qué es eso?
–La cromolitografía es un método de litografía, a través del cual los dibujos son impresos en colores. Es un procedimiento que se patentó en 1837. Bueno, el hecho es que hizo de cada provincia una hoja grande que es como una página doble. Todas las hojas tienen un diseño igual: Arriba está el escudo de la provincia flanqueado por una pareja con el traje típico de la provincia, junto a las alegorías de la Geografía y la Historia. A cada lado hay texto describiendo la provincia y contando su historia, y en el centro está el mapa de la provincia y debajo un dibujo de la capital de provincia.
–Parece curioso...
–Y tanto. Te voy a enseñar Las hojas de las provincias de Cáceres y de Badajoz que he encontrado en la Biblioteca Nacional de España.
Miró al ordenador y sin necesidad de darle a las teclas, en la pantalla fueron sucediéndose imágenes de su búsqueda, hasta llegar a las hojas de las provincias extremeñas que me parecieron sorprendentes. Sanjosé me dijo que las imágenes de Cáceres y de Badajoz estaban basadas en las fotos que hizo de las dos capitales el fotógrafo francés Jean Laurent (1816-1896). Comentamos algunos datos que me llamaron la atención, como por ejemplo que la provincia de Cáceres tenía 293.672 habitantes. Cáceres era la ciudad con más vecinos, 10.844; pero la segunda era Trujillo con 7.505 y la tercera Valencia de Alcántara con 6.880 habitantes. La cuarta era Plasencia con 6.206, le seguía Garrovillas con 4.785, Montánchez con 4.161, Alcántara con 4.083, Hervás con 3.852, Logrosán con 3.389, Navalmoral de la Mata con 3.114, Coria con 2.600, Jarandilla con 1.845 y Hoyos con 1.691. Me extrañó la siguiente frase en la descripción de la provincia: «El comercio está muy lejos de ser lo que en otros tiempos, especialmente el de lanas».
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En la provincia de Badajoz los habitantes que había alrededor de 1875 eran 403.735. La ciudad más poblada era Badajoz con 22.895 vecinos; pero le seguía Don Benito con 15.060, y la tercera era Villanueva de la Serena con 10.060. La cuarta Almendralejo con 8.862, seguida de Jerez de los Caballeros con 8.345, Alburquerque con 7.492, Castuera con 7.216 y Olivenza con 7.178. En el puesto número 9 de localidades de la provincia de Badajoz con más población, estaba Fregenal de la Sierra con 6.528 habitantes, seguida de Fuente de Cantos con 6.407. Mérida estaba en el puesto 11 con 5.975 vecinos, le seguía Zafra con 5.728, Llerena 5.591, Puebla de Alcocer 3.128 y Herrera del Duque con 2.888.
Me llamó la atención que se señalaban tres sitios en Extremadura con aguas medicinales: Baños de Montemayor, Brozas y Alange; que en la provincia de Badajoz había 9 plazas de toros y en la de Cáceres solo 2; y que había 843 eclesiásticos en la provincia de Badajoz y 619 en la de Cáceres. De la ciudad de Badajoz se indica que los edificios más notables son la catedral y el hospicio; y en Cáceres destaca entre los monumentos el de Los Golfines, «cuya fachada tiene por adorno un hermoso mosaico».
–En cada provincia –apuntó Sanjosé– hay un apartado titulado «Carácter, usos y costumbres». Lee el de Cáceres.
–Aquí pone: «Los naturales de esta provincia son honrados, probos, valientes, leales y hospitalarios. Las costumbres son sencillas y morigeradas, como suelen serlo las de todos los pueblos esencialmente agrícolas. Se habla el castellano con bastante corrección».
–¿No está mal, eh? Lee la de Badajoz. –Me pidió.
–Vamos a ver, dice que los de la provincia de Badajoz: «Se distinguen por su honradez y lealtad; son constantes y atrevidos en sus empresas, al par que sencillos en sus costumbres, sobrios y valerosos». Tampoco está mal. ¿Pone mal a alguno?
–De los que he visto, solo a los de una zona de Córdoba, de los que dice que son toscos y de trato áspero. En Toledo señala que sus obreros no frecuentan tanto las tabernas como en otras provincias.
–Oye, aquí se indica que las provincias de Cáceres y Badajoz son de tercera clase. ¿Qué significa eso? –Le pregunté.
–Sin contar Madrid, al estar allí la capital de España, las provincias se dividían en clases según su importancia y servicios. De primera clase eran: Barcelona, La Coruña, Cádiz, Granada, Málaga, Santander, Sevilla, Valencia y Zaragoza. De segunda: Burgos, Córdoba, Murcia, Oviedo y Toledo. El resto éramos de tercera clase.
–Vaya. Eso quiere decir que en 1875 estábamos en la cola, igual que ahora, ¿no?
–Más o menos. Eso es lo que pasa con los extremeños honrados y leales, los que no protestan aunque sean maltratados, los que aguantan, callan y emigran. Es lo que hay –sentenció el difunto.
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