Eliseo de Buen y el pez que desde Extremadura invadió medio mundo
Hace un siglo los hermanos Sadí y Eliseo de Buen, epidemiólogos que en Navalmoral investigaban cómo acabar con el paludismo, trajeron de Estados Unidos un pez que acababa con la enfermedad
El sábado, al atardecer, fuimos a la Plaza de San Mateo, en donde suele estar el difunto Sanjosé aprovechando los últimos rayos de sol. Allí ... le vimos sentado en el largo banco de piedra adosado a la Iglesia, con los ojos cerrados y la cara hacia el cielo. Nos sintió, y sin abrir los ojos nos dijo:
–¿Sabéis que el pasado lunes 27 de marzo se estrenó en Madrid el largometraje 'El olvido del mar', protagonizado por Carmelo Gómez. Es un documental muy interesante que rescata la figura de Odón de Buen, el padre de la oceanografía española...
–Algo he escuchado –mintió descaradamente Caridad.
–Odón –siguió Sanjosé con los ojos cerrados– creó en 1914 el Instituto Español de Oceanografía. Fue un catedrático señalado como hereje por defender las teorías de Darwin. Elegido concejal de Barcelona y senador, al llegar la Guerra Civil le encarcelaron los sublevados. Luego huyó con parte de su familia a México, donde murió en 1945, a los 82 años. Era un adelantado a su tiempo, un ecologista cuyo nombre fue borrado por la Dictadura. ¿Sabes de quién era padre, Juntaletras? –Me preguntó mirándome con sus ojos penetrantes.
–No tengo ni idea –contesté.
–Vaya. ¡Hay que leer más, hombre! Pues de dos médicos que salvaron la vida a muchas personas en su lucha contra el paludismo. Uno era Sadí, del que ya os he hablado, el 'García Lorca' de la ciencia, fusilado por los nacionales cuando ya tenía fama de sabio; y el otro su hermano pequeño Eliseo. ¡Venga! Vamos al mesón en el que trabaja mi nieto Juan y mientras os voy contando.
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Se levantó y fuimos caminando hacia la Plaza Mayor, atravesando la hermosa Ciudad Monumental con su color de canela reforzado por la luz que se desvanecía. Se encendieron las farolas mientras Sanjosé nos contaba que Odón tuvo seis hijos, todos doctores, cinco catedráticos: El jurista Demófilo; los oceanógrafos Rafael y Fernando; el ingeniero Víctor, y los médicos epidemiólogos Sadí y Eliseo. Me llamó la atención que tres de ellos se casaron con tres hermanas, hijas del bodeguero riojano López Heredia. «Era una familia muy peculiar –indicó el difunto– Odón la describió así en su autobiografía: 'Nuestra religión se cifraba en una gran rectitud de conciencia, en el culto del bien, de la familia, de la ciencia, de la libertad, de la justicia y el trabajo. Hicimos todo el bien que nos fue posible». Nos señaló que el profesor Ignacio Chato ha estudiado la importancia de Sadí y Eliseo, en la exposición de La Lucha Contra el Paludismo que está en Navalmoral de la Mata, organizada por la Fundación Concha. «Los dos estuvieron en el Instituto Nacional Antipalúdico de Navalmoral de la Mata, con el científico Gustavo Pittaluga. Cuando Sadí se fue a ocupar cargos con la República, aquí se quedó su hermano. Eliseo estuvo primero trabajando en el dispensario antipalúdico El Robledo, en Losar de la Vera. Luego en el Instituto Antipalúdico que dirigió en 1933. También le nombraron encargado de la Fundación Rockefeller para investigar la malaria en España. Coordinó los dispensarios antipalúdicos de la provincia de Cáceres».
Llegamos a la Plaza Mayor y volví a ver el encuentro de abuelo y nieto que a mí me resulta entrañable: Juan coge a su abuelo por la cintura, mientras el difunto le sujeta la cara con las manos y le da un beso en la mejilla. Siempre hay algún paseante que mira extrañado a Juan, parado en la calle sonriendo, con las manos hacia delante abarcando un espacio vacío para los que no pueden ver al finado. Cuando nos sentamos en la terraza y pedimos una ronda, Sanjosé nos contó una historia curiosa.
–Los dos hermanos epidemiólogos buscaban la manera de terminar con los mosquitos que transmitían la malaria, y pidieron ayuda a sus dos hermanos oceanógrafos, para traer a Cáceres unos voraces peces que había solo en Norteamérica: la gambusia holbrooki.
–¿Cómo son esos peces? –preguntó el fotógrafo Guinea.
–Muy raros. Las hembras pueden medir 8 centímetros y los machos la mitad. Tienen agudos dientes y se alimentan de larvas. El divulgador Antonio Calvo Roy cuenta que en envases de hoja de lata, con su agua y alimento, llegaron de Estados Unidos a Cáceres 200 gambusias. Los hermanos las fueron aclimatando, hasta que en 1921 echaron las pocas que quedaban en la Fuente del Roble, en Talayuela. Fue un éxito, y se fueron llevando a otros sitios. En 1923, en Jarandilla se soltaron 300 gambusias en un estanque en abril y en diciembre se contaban siete generaciones de peces. Con las gambusias desaparecía la enfermedad, pero se convirtió en una especie invasora. De Cáceres se extendieron a toda España, luego a Italia, Alemania, Rusia... Ahora es considerada una de las 100 especies invasoras más peligrosas del mundo para otros peces, pero han salvado miles de vidas humanas.
–Oye –le preguntó Caridad– Si a Sadí lo mataron en 1936, ¿Qué pasó con su hermano?
–Eliseo era librepensador, antimilitarista, anticlerical, ateo y republicano, pero no estaba afiliado a partidos ni sindicatos. Durante la Guerra Civil el Instituto Antipalúdico se convirtió en hospital de campaña, e incumpliendo órdenes atendió a combatientes de los dos bandos. Le encerraron tres años en la cárcel de Cáceres. Su mujer y su hija de 4 años, sin recursos, estuvieron viviendo en Cáceres en la casa de una enfermera amiga de los hermanos De Buen. Cuando salió en libertad vivieron vigilados en Hoyos y Casas del Castañar. Malvivieron hasta que en 1951 pudieron ir a México, donde Eliseo murió en 1986.
–¡Qué historias más tristes las de la Guerra! –dijo Juan.
–Sí, es cierto. Su sobrino nieto Jorge de Buen, dijo unas palabras muy bonitas de Eliseo: «Era un hombre de un encanto inacabable. Teniendo todas las excusas para quejarse, solo nos transmitió el gusto por la vida. Su historia fue la del triunfo del amor fraterno sobre toda adversidad». Un ejemplo a seguir, mi querido Juan.
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