«Con la crisis, incluso los saludos son más flojos»
En 2010 tuvo que cerrar su bazar de la Plaza Mayor y marcharse a su país de origen; ahora ha vuelto para quedarse
María José Torrejón
Domingo, 23 de noviembre 2014, 08:31
Mohamed Aboufaris está de vuelta. Este marroquí de 48 años cerró en 2010 el bazar que regentaba en la Plaza Mayor al descender las ventas y no poder asumir el alquiler. Se quedó sin nada. Decidió hacer las maletas y poner rumbo a su ciudad natal, Fkih Ben Salah, donde residen sus padres y su abuelo, Amimi, considerado uno de los primeros inmigrantes de Cáceres.
EL DATO
Cuatro años después de su partida, ha decidido regresar. Añoraba, indica, su estilo de vida cacereño y la libertad de la que goza aquí. «Siento adicción por Extremadura», confiesa. Aquí, de hecho, ha pasado más de la mitad de su vida. Llegó a Cáceres con apenas 17 años. Se casó con una extremeña (de la que se divorció en el año 2002) y tuvo su primer hijo hace 21 años.
A su regreso, Mohamed no oculta que ha encontrado la ciudad algo cambiada. «Este no es el Cáceres que yo conozco. Están todas las tiendas cerradas y las paredes están llenas de pintadas. Sinceramente, está peor que cuando me fui. Ahora, incluso, los saludos son más flojos». «Consecuencias de la crisis», asegura.
Mohamed ya estaba advertido. «Cuando hablaba con mis amigos por teléfono me decían que esto era una ruina», dice en referencia a la situación económica del país de los últimos años. «Y cuando cogía la prensa marroquí por la mañana leía que paisanos míos se estaban suicidando en España porque les quitaban la casa y no podían afrontar la vida», apostilla. Este hombre sociable, de carácter alegre y sonrisa fácil, vivió los inicios del estallido de la burbuja y sus efectos colaterales. En 2008 comenzó a apreciar un bajón en su negocio. Pero intentó aguantar el tipo y mantener el bazar. Tiró de ahorros hasta que en 2010 le tocó echar el cierre. No le quedó otra alternativa.
«La crisis me obligó a cerrar», insiste mientras se queja de la inflexibilidad de los dueños de los locales a la hora de negociar las rentas. «Ahora la gente me dice que las cosas van un poquito mejor», puntualiza.
Hace un mes que Mohamed ha vuelto a recorrer las calles de Cáceres. Una de las primeras cosas que hizo al retornar fue entrar en el hogar de mayores de la Plaza, situado junto al local donde él regentó durante diez años su bazar. «Me fui a ver a los viejos -dice con cariño-. Pregunté por cuatro o cinco para saludarlos. Un par de ellos se habían muerto». Después, fue a visitar a más conocidos. Y también se topó con cambios. «Me ha chocado encontrarme con amigos que antes manejaban dinero y que ahora están divorciados o separados. Se han quedado sin chalé, sin coche, sin mujer y sin hijos», enumera. Mohamed ha vuelto para quedarse. Atrás quedan estos últimos cuatro años en Marruecos, donde ha echado una mano a su padre en la cafetería familiar, se ha vuelto a casar y ha tenido una niña, que ahora tiene dos años. Cuando se estabilice, quiere brindar a su hija un hogar en España. En ello anda.
De momento, vive en una habitación que uno de sus dos hermanos residentes en Cáceres le ha proporcionado de manera temporal. Busca trabajo. «Lo saben en la Junta. Les he dicho que trabajar con los niños me chifla», indica.
Sus orígenes
Mohamed no descarta volver a sus orígenes laborales: ir de mercadillo en mercadillo vendiendo artículos de marroquinería. Así llegó a Europa cuando solo era un chaval, de la mano de su padre. Tras pasar un tiempo en Francia e Italia, desembarcó en Cáceres, la ciudad donde siempre ha vivido durante su estancia en España, salvo un periodo de cinco años en los que trasladó su residencia a Malpartida de Cáceres.
«Si no me sale nada, a mí no se van a caer los anillos. Cogeré un cochecito pequeño de 300 euros y empezaré de nuevo en los mercados. Sacaré para sobrevivir. Si quisiera mejor vida, me hubiera quedado con mi padre. Pero yo soy así. Me gusta ser libre», concluye Mohamed, un inmigrante de ida y vuelta.
ciudadanos originarios de Marruecos están empadronados en Cáceres, según consta en el último censo de habitantes (actualizado a 1 de enero de 2014). Es el país que más inmigrantes aporta, seguido de Rumanía (274) y China (254). El dato de marroquíes ha descendido en los últimos años. En 2010 había 366 empadronados; en 2011 eran 335; en 2012, 343 y en 2013, 326.