La venta ilegal de fruta en Badajoz resiste a pesar de la vigilancia de la Policía Local
En la última campaña se retiraron de la calles 3.446 kilos, frente a casi los 8.000 del año 2015
José Miguel Vargas, veterano frutero de San Fernando, lo achaca a la evolución de la crisis. «Antes había menos trabajo y muchos se ponían en la calle con lo poco que tenían en su huerta». Ya no ven tantos fruteros piratas en Carolina Coronado. Los números avalan su teoría. La venta de fruta ilegal en la calle es una práctica que va a menos en la ciudad. Según los datos de la Policía Local, cerraron la campaña del pasado verano con 3.340 kilos de fruta retirados de la calle. El descenso es evidente si se compara con el 2015-7.740-. La de 2017 ya ha empezado. El pasado martes la Policía Local se llevó del mercadillo de Valdepasillas más de 1.500 kilos de fruta y verdura de temporada como sandías, ajos, tomates o cerezas por que sus vendedores no podían acreditar su origen.
La práctica es muy antigua. Montan un puesto de la forma más rudimentaria, con un cubo lleno de tomates o varias bolsas de ajos en el suelo y se esconden para que los agentes no les vean, aunque casi siempre la aventura dura unas pocas horas y terminan con la mercancía requisada.
Los agentes se llevan las cajas hasta el depósito para que los técnicos municipales comprueben que se trata de partidas aptas para el consumo. El 80% consigue el visto bueno sanitario y después la reparten entre los dos comedores sociales, el de la calle Martín Cansado y el de la plaza de la Soledad.
Desde Afruex, la Asociación de Fruticultores Extremeños, ya han explicado varias veces que este tipo de venta la practican gente que se cuela en las explotaciones y cargan los maleteros sin saber cuándo fue el último tratamiento fitosanitario, lo que determina el plazo para poder consumirse.
Desde la propia organización cuentan que si los agricultores sospechan que le han robado fruta recién tratada son los primeros en dar la voz de alarma, pero habitualmente no se percatan de los robos.
Los agentes municipales vigilan la venta ambulante para controlar el riesgo sanitario pero a pesar de las advertencias a los consumidores la fruta se sigue vendiendo de forma ilegal en las calles, lo que deja un goteo constante de aprehensiones. En verano se multiplican los intentos y las dos o tres cajas habituales se pueden convertir en cientos de kilos.
La memoria de la Policía Local tiene cuatro puntos claves: la avenida Ricardo Carapeto en San Roque, en el entorno del hospital Perpetuo Socorro, Fernando Calzadilla en el centro y Carolina Coronado, cerca de la estación de tren.
Cuatro zonas
Estos puntos de venta ilegal no son casualidad, se trata también de las avenidas con más fruterías de la ciudad. La competencia desleal es evidente. Y llega precisamente en la época del año más difícil para el sector. En mayo y junio se empiezan a llenar las naves de los grandes distribuidores y el precio cae. Apenas hay margen de beneficio. «Si encima tienes a un tío en la puerta vendiendo las cerezas a la mitad de precio que tú, pues ya hemos hecho el día», se queja José Miguel.
José Miguel dice que si realmente esta práctica consigue erradicarse de la calle no será por la vigilancia policial, sino por el cambio de actitud de los propios consumidores. «Cada vez hay más conciencia sobre los riesgos alimentarios. La mayoría de la gente ya sabe que de lo que te ofrezcan en la calle no te puedes fiar».
En San Roque, otro de los puntos estratégicos para los pequeños fruteros, Joaquín Prieto destaca el matiz social que hay detrás de esta práctica. El barrio, explica, está rodeado de huertas y pequeñas explotaciones agrícolas y no hay que ir en contra de los pequeños productores que tratan de vender directamente su producto. «Eso, aunque no sea del todo legal, no me parece mal. Son gente que venden lo que siembran». El problema es que bajo ese mismo paraguas pueden refugiarse también gente que en realidad ha robado la mercancía y la expone en la calle como si fuera suyo.