Vecinos de la margen derecha reclaman que se acabe la piscina

En su infancia se bañaron en las cuatro playas del Guadiana, pero cuando quieren pegarse un chapuzón van a la Granadilla o a los municipios del entorno como Valverde, Montijo o Guadiana. «Si esto estuviera montado, estaríamos muy bien. Fíjate, con tener esto a dos minutos de casa y así».

El «así» es una obra empantanada. Hace al menos dos años que no se ven operarios porque una de las empresas que integraba la UTE adjudicataria quebró. El Ayuntamiento tuvo que romper el contrato y, posteriormente, responder a la reclamación de la Junta para que devolviera los dos millones de euros que ya habían aportado, con los intereses por haber agotado todas las prórrogas sin poder inaugurarla. Este dinero ya se ha devuelto, pero los meses pasan y no hay obras en la piscina ni fecha para reactivarlas. En el Ayuntamiento, técnicos y políticos estudian qué hacer. Si sacar de nuevo a concurso la iniciativa tal y como estaba pensada en un principio, si modificarla para abaratarlo y hacer las obras más ágiles. Aún debe dar muchos pasos. Originalmente, se trata de una piscina olímpica de invierno con una cubierta retráctil para usarla en verano. Se equipará para poder acoger competiciones oficiales de natación.

Mientras en el Ayuntamiento deciden qué hacer, los vecinos de la Margen Derecha pasan otro verano de altas temperaturas sin piscina en una zona en expansión con nuevas barriadas como Cuartón Cortijo.

Elsa organiza campamentos de verano para pequeños en la margen derecha y pasa bastante tiempo en el parque del río con los niños. Cuando llega el momento de remojarse, tiene que montarlos en buses de línea para ir hasta la Granadilla. «Tenemos que coger dos autobuses y es una dificultad porque ponemos en riesgo a los niños, dado que hay que cruzar muchos pasos de peatones».

«Tengo 33 años y nunca he tenido una piscina en la margen derecha. Es una vergüenza crear la ilusión en una zona de trabajadores humildes para después no cumplirla», considera esta vecina que reside muy cerca. Tanto, que ve llegar la Policía cada vez que alguien se cuela. «Entran muchos chavales y es muy peligroso porque el foso de la piscina está hecho. Si se caen, se matan. Y esta obra está abierta y sin vigilancia».

Una valla metálica rodea el recinto, pero es fácil abrirla para meterse. Dentro: maderas rotas, hierros oxidados, vegetación descontrolada y restos de obras.

Óscar Rodríguez tiene 45 años, también es vecino de este lado del río y «como tardan tanto en todo, al final uno se acostumbra». También a pasar junto a este complejo paralizado. «Esto daría mucho valor a la zona y aportaría vida. Que lo terminen cuando les dé la gana, pero que lo terminen».

Habla junto a las obras, como hace Isabel Paredes, que vive cerca del Fuerte de San Cristóbal. Sus hijos, ya mayores, «cogen los coches y se van a las piscina naturales porque en esta zona no hay. La Granadilla, San Roque y Lusiberia se ponen de bote en bote. Si hubiera más piscinas, los usuarios estarían más repartidos». Esta vecina sabe de conocidas que cogen el bus para ir a la Granadilla, dado que les viene bien andar dentro del agua como ejercicio. «Al pasar por aquí, pienso que es una lástima dejar esta obra a medias. Que la terminen. Es una inversión tirada porque todo se está degradando. Cuesta mucho ganar el dinero para verlo después tirado».

Dos o tres veces a la semana, José Moreno, vecino de la calle Canarias, pasa por delante. «Me parece absurdo que con el calor que hace en pleno julio y agosto esto esté así. Esta piscina es fundamental para la margen derecha, para la cantidad de personas que vivimos aquí».