«El 80% de los usuarios del Centro Hermano son pacenses»
Cáritas. El centro de acogida temporal ubicado en Huerta Rosales recibe perfiles de todo tipo, desde personas con enfermedades mental hasta expresidiarios y 'sin papeles'
Son las once de la mañana de un lunes en el Centro Hermano de Badajoz. La mayoría de sus internos están recibiendo clases de los ... cursos de formación de Cáritas, alguno sale corriendo porque le espera tarea en la cocina. Otros ya han cumplido con su obligación de barrer o limpiar los aseos. Todos hacen de todo porque van rotando.
Luce el sol y Saray Flores, directora de la residencia, habla con Ana Belén García, coordinadora del área de inclusión de esta organización de la iglesia. Juntas colaboran para que sus 20 internos puedan desarrollar su vida más allá de este edificio ubicado en Huerta Rosales. Ellas no tienen duda porque han visto muchos casos. «Si se les da la oportunidad, las personas salen adelante», dicen sin dudar.
Cáritas regenta dos centros. El de Bravo Murillo es la primera puerta, un centro de «mínima exigencia» donde uno se puede dormir y ducharse. Se puede ir en consumo activo. El centro Hermano, en cambio, es el camino a una nueva vida. Para entrar es necesario un compromiso de cambio. Ya no se puede consumir ninguna sustancia, hay que hacer cursos de formación, buscar empleo y, cuando se logra, pasar a una de las siete viviendas autogestionadas de la misma organización en Mérida y Badajoz. Si se tiene algo de ahorro, empezar a buscar una vivienda para independizarse.
A este otro lugar acuden personas que han podido dormir en la calle con anterioridad, pero no todos cumplen ese perfil. Todos tienen más de 18 y algunos superan los 70. Cada uno con una historia, desde personas jóvenes o mayores sin papeles que no tienen acceso a prestaciones ni oportunidad de trabajo a enfermos mentales que no tienen dónde acudir. O personas que han pasado una temporada en la cárcel y que, al salir, no saben dónde dirigirse. El objetivo de Cáritas es «sacarlos de la rueda en la que están y donde no se les facilita la inclusión». Por eso es muy importante que lleguen a la red pública de ayuda.
«Desde hace once años, el perfil ha ido cambiando. Al inicio, venían personas con necesidades muy básicas. A partir de entonces decidimos eliminar el tiempo máximo de estancia y empezaron a venir otro tipo de personas», explican Saray Flores y Ana Belén García. «Ahora el 80% de los internos son nacidos y criados en la provincia de Badajoz», señalan.
Llegan personas que residen en infraviviendas, donde no hay posibilidad de tener gas o agua, pacenses con pagas inferiores a 400 euros que no pueden afrontar un alquiler y el resto de gastos que conlleva una casa.
«Aquí encuentran un sitio donde vivir, orientación laboral o formación y un apoyo para acceder a un alquiler», señalan.
Ambas coinciden en que haber eliminado el tiempo máximo de estancia permite a estas personas estabilizarse. La media de permanencia suele oscilar entre los seis y nueve meses.
«Hay muchas personas con temas judiciales, como órdenes de alejamiento. Hay que tener cuidado con los prejuicios, a veces son personas que necesitan una pausa y que, aún teniendo familia, vienen aquí porque no pueden ir con ellos. O, por ejemplo, mujeres víctimas de violencia de género que no pueden ir a los recursos que existen para ellas si tienen una enfermedad mental. El perfil es muy variado en la exclusión social».
En lo que va de 2022, 210 personas pasaron ese año por los centros Hermano de Badajoz y Padre Cristóbal de Mérida. «De esas 210, 75 han dado el paso de tener un compromiso y han llegado al Centro Hermano, a Accem si son inmigrantes o a una vivienda autogestionada de Cáritas».
Un pacense de 49 años, José Antonio, sabe lo complicado que es tratar de levantarse. Tenía una vida normal con su padre, su mujer y su hijo menor de edad hasta que el matrimonio se rompió. La violencia de género le llevó a prisión y, después, a un hospital mental tras tocar fondo de su depresión. Cuando salió no tenía donde ir. Así que se dirigió a Cáritas. Una discapacidad le permitió encontrar rápido un trabajo y estuvo en las obras de Amazon en la plataforma logística de Badajoz mientras dormía en este servicio de Cáritas. Hasta que reunió dinero y logró alquilar una vivienda. Pero la arrendó cerca de su expareja y entró de nuevo en la cárcel por incumplir la orden de alejamiento. Desde junio está de nuevo en el Centro Hermano. Ha conseguido trabajo de limpiador con una media jornada, pero el sueldo no le da para pasar la pensión de manutención de su hijo menor y correr con todos los gastos de la vivienda. Cáritas está gestionándole una ayuda al alquiler para colectivos desfavorecidos. Así que continuará ahí hasta que logre ahorrar y encuentre a un casero dispuesto a arrendarle una casa.
En Cáritas saben que, además de que la vivienda ha subido de precio, los propietarios ponen cada vez más requisitos que impiden a los más desfavorecidos alquiler una casa. «Hay mucha dificultad».
Otras personas llegan al Centro Hermano con pocas posibilidades de encontrar otro lugar. Es el caso de Sandra Rey, que con unos 70 años, lleva ya tiempo en esta residencia. Esta mujer nacida en Brasil se dedicó al espectáculo. Trabajó en Italia y Alemania, vivió en Roma y París e incluso salió en el capítulo 5 de la serie Adán y Eva, con Verónica Forqué y Antonio Resines. En 2003 llegó a Badajoz para quedarse. Y ahora es la responsable del ropero de los dos centros de Cáritas. El de Bravo Murillo, que para muchas personas es el acceso a la institución, y el de Huerta Rosales, donde encuentran la posibilidad de acceder a un trabajo y a una vida.
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