Descubren una cripta familiar al cambiar el suelo en una capilla de San Agustín de Badajoz
A dos metros han localizado el panteón de los Casasola, una familia de políticos y militares del Badajoz de la primera mitad del XVIII
'En ti, señor, he esperado que no me vea perdido para siempre'. Esta inscripción grabada en mármol y escrita en latín ha aparecido en una capilla de la iglesia de San Agustín durante las obras para renovar el suelo. La lápida, fechada en 1739, es en realidad la trampilla de acceso a la cripta familiar de los Casasola y Mesas.
Se sabe porque el monumento funerario que se conserva en una de las paredes laterales de la capilla tiene la misma fecha y en él están grabados (en este caso, en castellano) el nombre del primer Casasola, que fue primer teniente de alcalde en Badajoz, y de su mujer Catalina.
El cenotafio, coronado con un curioso escudo en piedra (donde están representadas, a un lado, dos mesas con tres hogazas de pan cada una y, al otro, un castillo y un escudo), estaba huérfano hasta ahora. En la parroquia intuían que allí debía de estar enterrada esta familia de políticos y militares de la primera mitad del siglo XVIII, pero hasta ahora no han tenido la certeza.
Fue el jueves cuando, durante los trabajos de retirada del suelo de la capilla –la segunda de la nave de la Epístola–, que estaba en mal estado porque se había abombado, apareció la lápida de mármol blanco. Tenía arrancadas las anillas para levantarla, pero pudieron retirarla y descubrir que debajo salían unas escaleras para entrar en la cripta.
«Tiene casi tres metros de profundidad y nueve nichos. Los féretros de madera estaban fuera apilados unos encima de otros y el paso del tiempo ha hecho que sean una amalgama. Creemos que hay siete enterramientos, pero es difícil saberlo con certeza sin estudiarlo», describe Manuel Ruiz, párroco de San Agustín.
Entre los 501 testamentos hallados por él en el Archivo Histórico Nacional de personas que solicitaron ser enterradas en el templo agustino, figura Agustín de Casasola, militar del Ejército de caballería de España y del escuadrón de Extremadura, que –explica Ruiz– «tomó la capilla como suya por la devoción que tenía a Santa Mónica, invirtió en ella y la destinó como panteón familiar».
«Desde el principio –prosigue– iba contribuyendo con una cuota fija para la adquisición y mantenimiento de la capilla para él y sus herederos. Sabemos que donaron un cáliz, una cuchara, un platillo, dos vinajeras y una campanilla, que nos da a entender que la familia venía a su capilla y el fraile de turno celebraba la eucaristía». Era el siglo XVIII, un tiempo, recuerda Ruiz, «de plena ebullición religiosa, intelectual y en la vida de la ciudad del convento».
El hallazgo de la lápida ha sorprendido por otra cuestión, su posición en la capilla, en un lateral, en lugar de en el centro que es lo común. «La explicación puede estar en que no pudieran excavar en el centro porque por debajo de esta capilla están los muros de carga de la antigua ermita de San Lorenzo, que sabemos que su trazado pasaba por aquí. Pero es solo una suposición», puntualiza el párroco.
En la iglesia de San Agustín saben por las fuentes documentales que hay criptas en todas sus capillas, pero hasta ahora esta es la tercera que descubren. Las dos anteriores fueron la cripta de San Pedro, en el baptisterio, y la de Sebastián Montero de Espinosa.
Una misteriosa hornacina
Junto con este hallazgo, han encontrado al retirar el retablo del altar para cambiar el suelo, la hornacina del primitivo altar de esta capilla, coronado con una pintura mural en forma de concha. La duda es a quién pertenece. «Originalmente (siglo XVI) esta capilla estaba dedicada a San Acacio y después con los Casasola (XVIII) a Santa Mónica, ahora tenemos que averiguar qué santo estaba allí», reconoce el párroco.